Compartir:

¿Cómo podemos forjar y mantener una buena relación con nosotros mismos?

Vamos a comenzar de una manera diferente.

Cierra los ojos y realiza el siguiente ejercicio: piensa en alguno de los momentos donde has estado con algún amigo o amiga que te cuentan una situación en donde cometió un error, se equivocó y se juzga por ello o simplemente se siente muy culpable por alguna razón. Piensa en el momento en que estabas escuchando, en qué cara ponías, qué gestos hacías, qué palabras utilizabas para hablarle y cómo te sentías mientras lo hacías. Estoy segura, y no es que me crea adivina, que eran palabras de aliento, apoyo, amor; los gestos seguro eran de cariño y las emociones que sentías eran muy parecidas a la compasión.

Ahora, tómate unos segundos para realizar otro ejercicio, esta vez con el doble de empeño. Piensa en ese momento en donde cometiste un error. Una situación que no salió como habías planeado, donde de pronto te equivocaste, fallaste o simplemente no lo lograste. Piensa como te hablaste durante ese proceso, cómo eran tus gestos, tus palabras, tu tono y tus emociones. Otra vez, no es que me crea adivina, pero me atrevo a decir que no fuiste igual de compasiva que con tu amigo o amiga. Seguramente fuiste más dura, más fuerte, seguro eran muchos dedos apuntando hacia ti (y esos dedos eran los tuyos), un poco de ira, de decepción, de reproche y castigo en tonos de voz (o de pensamientos) sumamente altos.

 

 

No seamos tan duros con nosotros mismos

Pues sí, esta es la dura realidad y el tabú al que no queremos enfrentarnos. “Claro que yo me quiero”, “claro que me cuido”, o incluso, “eso de amor propio es pura moda” es lo que suelo escuchar en torno a este tema.  He descubierto, estando en la práctica privada, que esas afirmaciones no son más que miedos enmascarados, son resultado de una relación pobre con uno mismo y, en especial, de una capacidad inmensa que desarrollamos para juzgarnos, minimizarnos y desvalorizarnos.

El amor propio es la coherencia entre quién soy (mi personalidad, mi carácter, mi físico), en qué creo (mis valores y principios) y mis acciones. Amarnos es ser amable conmigo mismo, es ser compasivo y es vigilar la manera en que me hablo; es averiguar cuál es mi propósito y perseguirlo; es no solo enamorarme de mí, sino también de la vida que decidí vivir; es aceptarme tal y como soy, y quererme por ello.

 

 

El Síndrome del Pato de Standford

Vivimos en un mundo completamente influenciado por redes sociales y medios de comunicación. Constantemente nos están diciendo (de manera implícita) cómo debemos vernos, sentirnos, sobre qué pensar y qué hacer. Casi siempre serán estereotipos inalcanzables o pocos reales, porque si, aquellos que vemos en una foto, en un comercial o en una revista, no es más que eso, una foto, un montaje, es un momento. Aun así, inconscientemente, si no conseguimos eso (ese estilo de vida, ese físico, esa sensación de bienestar en subida, esos éxitos, esa relación, esos planes, etc.) caemos, sin darnos cuenta, en un círculo de decepción y desmotivación.

A esto se le llama el Síndrome del Pato de Standford: todos estamos nadando muy elegantemente por la vida, saludando y actuando como “debemos” y como se espera de nosotros, mientras que debajo de esa agua aparentemente “tranquila” estamos pataleando como locos, intentando mantenernos a flote, intentando mantener a flote nuestra ‘identidad’ (ahora incluida la ‘identidad digital’) y nuestro ‘estilo de vida.

Estamos depositando la responsabilidad de nuestra felicidad y de nuestra estabilidad en personas o situaciones externas. Cometemos el error de empezar el viaje de nuestro crecimiento personal desde fuera, en vez de desde dentro.

Es por eso que la autoestima que nos formamos es tan importante, porque de ella va a depender que, sin importar lo que pase alrededor mío, yo comprenda y acepte que cada persona tiene su propio tiempo, habilidades y limitaciones, y que lo que pase con los demás, no me define a mí, es esto lo que va a determinar mi actitud ante la vida.

Herramienta para forjar una buena relación con nosotros mismos:

  • La práctica de vivir conscientemente

Básicamente, vivir momento a momento, sin permitir que reproches acerca del pasado o incertidumbre acerca del futuro te quiten la paz.

  • La práctica de aceptarse a sí mismo

Estar de tu lado, valorarte, tratarte con respeto, defender tu derecho a existir, a ser merecedor y a ser feliz.

  • La práctica de asumir la responsabilidad de uno mismo

Pensar por ti mismo, tener control sobre tu vida, asumir la responsabilidad de tus actos y del logro de tus metas, de tu bienestar y de tu felicidad.

  • La práctica de vivir con propósito

Las metas nos impulsan, nos dan vitalidad, nos vuelven proactivos, nos vuelven los actores principales en nuestras vidas.

 

Por Psic. Cl. María José Barredo S.
Master en Cuidados Paliativos y Psicoterapia
mjosebarredo@gmail.com

Compartir: