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Si descubres para qué está hecho tu corazón, no necesitarás la pornografía. Este video lo aclara todo.

Lo sabemos, lo sabemos… salir de la pornografía es complicado. Una lucha de muchos. Y podemos hablar de cómo dejarla – y lo haremos en este artículo -, pero antes es importante entender cómo es que llegamos a ella.

A continuación te compartimos un video de la iniciativa Hagan Lío, un canal de YouTube que ahora ha lanzado una serie de videos «Teología con gafas». En este episodio nos brindan una clara explicación de un gran anhelo ¡que todos tenemos!

Para salir de la pornografía, entender por qué entramos

Lo que se menciona en este video es una clave para el punto de partida. Porque, antes de comenzar a pensar en cómo salir de la pornografía, es importante comprender por qué acudimos a ella en primer lugar.

¿Qué buscamos?, ¿qué esperamos encontrar?, ¿cuál es la sed que buscamos saciar?, son algunas preguntas que pueden comenzar a arrojarnos luces. Pero un examen más pausado podría interpelarnos e iluminar un poco más las zonas a oscuras.

Nuestro anhelo más grande – como explica el video – es de comunión, de amor, de fecundidad. Déjame decírtelo en tono superlativo: buscamos desesperadamente amar, apasionadamente querer.

Pero si no reconocemos qué es lo único que puede saciar este deseo de amor – el fin para el que fuimos creados: la comunión con Dios -, se desordena. Sin entender el anhelo originario, impreso en nuestra alma, no sabemos cómo encontrarlo ni dónde o cómo buscarlo.

Es lógico que de aquí inicien quiebres entre el amor y la sexualidad.

 

 

Luego, el primer paso para salir de la pornografía

Si te encuentras en un aprieto y conoces a un amigo muy cercano, de quien estás seguro de que podría echarte una mano, ¿no acudirías a él? En un accidente, ¿dejarías de comunicarte con un hermano o familiar?

De la misma manera, piensa que cualquier aprieto – pequeño, grande o inmenso – es una oportunidad para acudir a Dios. La llamada es incluso más inmediata y cercana que un WhatsApp.

Repasemos algo: Cristo, en la Cruz, nos redimió. Al redimirnos, nos hizo partícipes de la gracia. En Él, fuimos «adoptados» por el Padre. A partir de esta filiación divina, tenemos la certeza de que no se olvida de nosotros. Mira la belleza de este pasaje: «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti».

Al participar de esta gracia y vivir la filiación divina en el Hijo, nos «divinizamos». Vivimos en Él, para identificarnos con Él. Lo decimos en la misa: «con Él y en Él». En síntesis, la gracia nos transforma.

Y ¿dónde encontramos la gracia…? Los sacramentos son fundamentales. En la lucha por salir de la pornografía, ¿sabes por qué es imprescindible – aunque sea incómoda – la confesión? Además de recibir el perdón por nuestros pecados, en cada confesión recibimos la ayuda de la gracia para enfrentarnos específicamente en esas luchas que confesamos. Para batallar y evitar caer en lo mismo.

Luego, en la Eucaristía, ¡cuánta gracia, si recibimos al Autor de la gracia! Al recibirle, nos hacemos Sagrarios. Él vive dentro nuestro. Nosotros nos transformamos en Él. Y, por supuesto, crecemos en el deseo de mantener «el orden» de esta pequeña capilla.

También debemos dar un lugar privilegiado a la oración. También, por supuesto, pedir ayuda a la María, que es Inmaculada. Al ángel de la guarda, que nos echa una mano en cada momento. Y, como recuerda el video, al bueno y casto San José.

 

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No subestimes los medios humanos

Los medios espirituales son super importantes. Como dije, recibimos la gracia y ella nos ayuda a fortalecer la voluntad. Pero, si no ponemos los medios humanos, será poco efectiva. No porque la gracia sea poco efectiva en sí, sino porque nosotros no estamos siendo un buen «recipiente» para esa gracia.

Me explico: no estamos poniendo lo que está a nuestro alcance para que esa gracia actúe. No estamos «ayudando» a Dios.

Si recibimos la noticia de una enfermedad seria, por supuesto que rezaríamos. Pero marcaríamos una cita con el doctor. Y luego rezaríamos más. Pero compraríamos los medicamentos.

Con las enfermedades del alma – y no me refiero solo a salir de la pornografía – pasa lo mismo. Podemos – y debemos – rezar, pero también hacer lo que está en nuestras manos para escapar de las ocasiones de pecado y entrar en los espacios de la gracia.

Algunos medios humanos pueden ser, por ejemplo: el deporte, mantenerse ocupado, aprender a no desaprovechar el tiempo, identificar los momentos en los que es más frecuente el consumo de materiales pornográficos y, previéndolos, evitarlos u ocuparlos de manera distinta, etc.

 

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Y, por supuesto para dejar la pornografía, no podía faltar…

Si nuestro anhelo más grande es la comunión, la búsqueda del otro, etc., entonces, fortalecer nuestras relaciones afectivas ¡es un remedio que no puede faltar!

Es tiempo de fortalecer nuestras amistades, encontrar en cada relación un amor más grande. Un amor que empieza en el Amor, y de ahí se «distribuye» en otros.

Sabiéndonos amados y aprendiendo a amar es como se vencen muchas batallas. No somos superhombres (o super mujeres), sino que requerimos la ayuda de los demás. Vivir en comunidad.

 

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Escrito por: María Belén Andrada, vía Catholic-Link.

 

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