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Que esta época sea un tiempo de reconciliación y encuentro.

Cementerio, domingo 10am. Al final del corredor entre la luz del sol y la sombra, dos hermanos se abrazan mientras exhuman un cuerpo, yo los miro respetando su pena, aunque no es mi papá ni mi mamá. Regreso la mirada al corredor y raída, de la caja, sacan una camisa, el color me lleva 14 años antes, las lágrimas sin cesar de mi tía, la tristeza de mis primos, regreso a verlos, ahora se abrazan amorosa e infinitamente, no hay palabras, nada que pueda decir calmará la tristeza de ese día, ni la de hoy que entierran a mi tía, nos acompañamos.

14:00. Se escucha el canto de una melodiosa voz, el sol es insoportable, miro la caja que está por entrar a la fosa, las flores, pregunto si los tíos están juntos ahora, me confirman que sí. Luego del cementerio no tuve cabeza para pensar que los juntaran.Momentáneamente..no estoy en el sitio, miro los almuerzos familiares, las conversaciones, soy una espectadora de mi memoria que me muestra lo que me hace ser familia de la gente con la que comparto este momento. Frente a mi desfilan, abrazos, sonrisas, consejos, las repeladas de mis tías, los regalos de todas y las mil muestras de amor que mis tíos que hoy se juntan, se dieron frente a mí. Pienso en como el simple hecho de sentarnos a compartir la comida implica todo el ritual de querernos, la manera en la que mi tía decía mi nombre, su timbre de voz…

16:00. Estamos en el restaurante, tenemos aproximadamente..cuatro días que no comemos, sus hermanas de 75 y 80 años están cansadas, dolidas por la pérdida y mis primos sin ganas… insistí en ir a comer, aunque me miraron mal, ahora todos nos acompañamos en la mesa, junto al silencio como principal invitado. Ahí, los recuerdos, las cosas bonitas que hemos vivido, las navidades, los cumpleaños, los sacrificios, los esfuerzos hechos como familia para respetarnos en nuestras..diferencias, que nos demuestran que nos tenemos cerca, cuánto nos queremos…

20:00. Seguimos, hemos llorado, nos hemos mirado y sobre todo hemos reído a pesar del dolor y la pérdida. Así al final de todo, termino con regalos, el regalo de la sonrisa de tener a mis tías, de saber que esos primos son seres de bien que pertenecen a mi familia, de saber que siempre la Navidad, el cumpleaños, la hora de comer, son la excusa para demostrar amor y que el amor no tiene objeto, no hay que envolverlo en una caja, hay que mostrarlo en actos, en dar responsabilidades como la que tomé al insistir en ir a un restaurante a comer luego del funeral, a pesar del dolor.

Que esta Navidad sea la oportunidad para concretar el amor en los rituales, en actos, en la enseñanza de una actividad que demuestre amor, cocinar, hacer tarjetas, llamar a ese familiar del que no nos acordamos siempre, en la gracia de sonreírle a quien me topo en la calle. Que esta Navidad sea la excusa para amar sin cosas, para amar en actos, para enseñar a amar sin precios, por el simple gusto que nos da la alegría de estar aquí.

Nota de la editora: En septiembre del año pasado, María del Carmen escribió para nosotros el artículo “Después de ti, qué” (Ed. No. 166, p.10), donde narraba la historia de su tía quien enviduó luego de 35 años de matrimonio. Hoy, en una etapa muy delicada de su vida nos comparte nuevamente su testimonio, sobre esta misma mujer que hace 14 años perdió a su esposo, se mantuvo sola y hoy puede reencontrarse con él. Nuestro más sentido pésame.

 

Por Ma. del Carmen Rodrigo
Psicóloga Clínica
mariadelcarmenrodrigoh@gmail.com

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