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Existe un convencionalismo de que la empresa está regida por el mercado, ¿cómo se lucha contra esto en favor de los necesitados?

El término griego katholikós, llegó al latín tardío como catholĭcus y al castellano como católico, que puede traducirse como “universal”. Universal también debería ser el comportamiento basado en valores de los empresarios frente a su natural y deseable anhelo de generación de riqueza.

En Ecuador existe la Asociación Cristiana de Empresarios de Ecuador (ACE) que trabaja en elementos muy importantes sobre el cómo construir herramientas que permitan la sostenibilidad de sus modelos de negocios.

Mirar más allá del mercado

Ante el natural reclamo sobre las condiciones difíciles que ofrecen nuestros países para hacer empresa, de parte de gobiernos poco amigables, siguió una crítica sana sobre la ineficacia de los modelos de “arriba hacia abajo”. Entendiendo como tales, a las políticas públicas que han desarrollado una serie de programas “salvadores”, que al final, no cambiaron mayormente los índices de exclusión de los menos favorecidos del desarrollo.

Modelos como “Hambre cero” de Brasil, “Cruzada nacional contra el hambre” de México, o el “Bono de la pobreza”, luego convertido en “Bono de desarrollo humano”, no han logrado incluir a aquellos que fueron objeto de su creación. Tampoco han funcionado los esquemas ideológicos, ni el capitalismo, ni el comunismo, ni el socialismo del siglo XXI, con el fin de solucionar la exclusión social.

Quizás la respuesta está en regresar nuestra mirada a la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) para identificar qué espera de nosotros “los empresarios”, la sociedad.

Una visión humanista y cristiana 

¿No será que se espera que pongamos los valores cristianos como servicio a la sociedad donde generamos riqueza y bienestar? Lo humano debe tener primacía sobre el mero capital, dando un trato humano tanto a todos los actores vinculados con la empresa, como con el equipo que labora en ella.

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) aspira que en lo posible actuemos con:

  • Desinterés
  • Tolerancia
  • Compasión
  • Generosidad
  • Esperanza
  • Abnegación
  • Ayuda y amor al prójimo
  • Respeto a los demás
  • Sacrificio y entrega personal
  • Humildad
  • Adhesión a la justicia
  • Amparar la verdad

Ser coherentes con nuestras prácticas

Al igual que al hacer política, no podemos dejar el sombrero de católicos en la puerta antes de ingresar a nuestro trabajo. Tampoco podemos olvidar, que la primera obligación del empresario es cumplir cabalmente con sus finalidades económicas, ejecutar las leyes y disposiciones de la autoridad, que desde luego gravan sus ingresos y muchas veces limitan o entorpecen su acción.

Además, hay que cuidar que la publicidad sea veraz y constructiva; tratar a su capital humano con dignidad y justicia, darles oportunidades para desarrollarse como personas e integrarlos a la obra común; enfrentar a la competencia lealmente sin pretender perjudicarla o arruinarla y, desde luego, respetar el medio ambiente y contribuir de algún modo al bien de la comunidad.

Una dirección con sentido

En lo conceptual, la DSI dice que la libertad de emprender hace posible el papel empresario. El desarrollo y crecimiento económico dependen principalmente de la aportación de las empresas. Por este enunciado, los empresarios católicos no podemos estar de acuerdo con los regímenes totalitarios, donde la libertad de emprender está ausente.

¿Queremos una mejor guía? Los invito a leer los capítulos de la DSI sobre la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiaridad, el valor y significado del trabajo, el destino universal de los bienes… sin lugar a dudas, aplicarla nos generara retornos sobre la inversión jamás imaginados.

Por Lourdes Luque de Jaramillo
Vicepresidenta ACE-UNIAPAC.

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