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“¡Si sigues así, te quedas sin postre!”. El castigo puede dar la impresión de ser eficaz y de apoyar una autoridad parental. Pero para el niño es desastroso y no ayuda en nada a su aprendizaje.

Con el castigo, el niño aprende a obedecer al adulto por temor. Como resultado, el vínculo entre el niño y sus padres se debilita, disminuye la confianza, la complicidad y el placer de estar juntos. Por lo tanto, en muchos países como Dinamarca y Suecia todo tipo de violencia contra los niños están prohibidos. Gritar cada vez más fuerte no es una solución y tampoco un beneficio a largo plazo.

Aquí varias ideas para evitar las travesuras o mejorar su comportamiento sin utilizar castigos.

  1. Comprender las necesidades del niño

Detrás de todo comportamiento inapropiado hay un sufrimiento o una necesidad que no se satisface. El niño nos está diciendo algo. Por ejemplo, si el niño necesita reconocimiento, hará una trastada para llamar la atención. La cuestión está en buscar la necesidad insatisfecha que ha engendrado este comportamiento.

  1. Animar al niño a hablar

Si decimos al niño: “Veo que no dejas de hacer travesuras ni de pelearte con tu hermana… ¿Qué te pasa? ¿Hay algo que te esté poniendo triste, que te enfade…?”, así animamos al niño a no guardar en su interior los sentimientos que le atormentan. Al interesarnos por lo que siente, abrimos el debate para facilitar que exprese sus emociones y así reaccionar con la intención de anticiparse a sus rabietas.

  1. Preguntarle si los límites son claros

A menudo inconscientemente, las instrucciones que damos no siempre son claras y transparentes. El niño entiende mejor la instrucción si está correctamente expresada y necesita oír las reglas repetidamente, pero después de un tiempo la información se asimila. Es necesario tener paciencia y sobre todo no perder los nervios.

  1. Ofrecerle la opción de reparar sus errores

Después de haber reorientado al niño sobre algo que haya hecho mal, podemos darle la oportunidad de enmendar su error. Ya sea por un plato roto o un gesto fuera de lugar, siempre es posible volver sobre los pasos y rectificar.

  1. Seguir tres reglas

Cuanto más pequeño es el niño, más difícil le resulta respetar una lista larga de reglas. Ceñirse a tres normas esenciales simplifica las expectativas de los padres y refuerza las posibilidades de que el niño respete las consignas. Para una mayor eficacia, la regla debe ser clara. “Recoge tu habitación”, por ejemplo, es demasiado amplia. Cada uno tiene una visión diferente del mundo. “Quiero que pongas tu ropa sucia en el tacho de la ropa al final del día”.

  1. Dar ejemplo

Antes de pedirle a un niño que respete ciertas reglas, es inteligente aplicarlas uno mismo.

  1. Utilizar el humor para aliviar la tensión

En lugar de tomarlo todo demasiado en serio, plantéate relativizar las cosas. Con respeto y humor, quitamos hierro a las situaciones y así de fácil desaparece la agresividad. Cuidado, el humor no quiere decir mofa. No imites al niño burlándote de él, podría tomárselo como una humillación.

 

Vía: Aleteia.org

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