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Virtudes fundamentales que deben reinar en una casa para transmitir valores a nuestros hijos y exista una conexión.

 

El ambiente ideal para transmitir valores y convicciones a los hijos – la mejor herencia – es una casa en la que reinen dos virtudes fundamentales: la amistad y la confianza.
 
Entre padres e hijos puede haber una verdadera amistad – una amistad que, siendo real, no es evidentemente igual a la que tienen con los compañeros en la escuela, que no es el que quieren los hijos, que esperan una “camaradería” de otro tipo. Desean algo que les transmita seguridad y confianza, que le haga crecer y aprender sin miedos.

 

¿Y cómo crece la amistad entre padres e hijos?

Como toda amistad, con la dedicación generosa de un bien hoy escaso: el tiempo. Dedicar a los hijos tiempo de calidad, lleno de un real interés por sus cosas: proyectos, sueños, éxitos y fracasos.

Dedicar tiempo muestra cercanía y es un modo concreto de amar. Como dijo el Papa Francisco, es esto lo que echan de menos sobre todo los niños cuando son pequeños: jugar con sus padres.

En las primeras fases del crecimiento, la educación posee una importante carga afectiva y de cercanía. Bromear con los hijos, jugar con ellos, enseñarles a ganar y a perder es una escuela de vida maravillosa, porque el juego, por sencillo que sea, es una experiencia de lo que será la vida en el futuro.

¡Pocas cosas unen tanto a los padres y a los hijos como jugar juntos! En este clima de juego se genera un ambiente de amistad en el que surge espontáneamente una profunda confianza. Y los hijos captan por osmosis una verdad fundamental de su vida: “Papá y mamá son los que más me quieren. Cuando me educan, me corrigen, me exhortan y me preguntan las cosas, son mi verdadero bien”.

 

 Vía: Aleteia

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