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El tren que nos espera es el título de la nueva columna del Dr. Diego Bernardini, donde destaca el positivismo en la tercera edad.

El tren que nos espera…

Muchos de Uds. ya lo saben, soy un optimista nato. Así que quiero decirles que, aunque creamos que no, la alegría es uno de esos trenes que nos espera en todas las estaciones del recorrido.

A medida que crecemos pareciera que la alegría es el país de la infancia del que somos expulsados a medida que cumplimos años. La risa fácil, la liviandad. La vida nos atropella; o mejor dicho, empezamos a ser conscientes de los matices, y eso nos pone a la defensiva.

Reírse y ser feliz, se “ve raro” cuando sos grande. Es como si estuviera permitido en ciertos pocos momentos: una fiesta, un cumpleaños, o simplemente pasarla bien.

Ya pocos van por la calle sonriendo y el que lo hace es mirado como un raro. Este mundo se volvió más longevo y ¿acaso más triste? Vivimos en países atados a situaciones políticas, económicas y sociales que a veces hay que decirlo, son un lastre que nos empuja hacia abajo los ánimos. Si a eso le sumamos los propios temores personales, los días se nos van en un vaivén de defensa personal. Volvernos grandes para ser tristes. Qué sentido tan vacío.

Yo conocí a una persona que tuvo una vida de mucho sacrificio. Trabajó mucho -todo el tiempo- y también tuvo algunas desgracias importantes. Esas que pueden arrollar el ánimo de cualquiera. Pero, sin embargo, hasta el final, ejerció la resiliencia, mantuvo el ánimo y ocupó sus días de manera práctica. ¿No estaba triste? Si, tal vez sí. Pero con o sin tristeza, le puso vida a sus días y, por ende, no vivió en vano.

 

 

El tren, la euforia y la alegría

La euforia y la alegría son dos cosas distintas que solemos confundir. La alegría tiene más que ver con la valoración de lo pequeño y de lo diario. De eso que nombro una y otra vez: el aquí y el ahora. También tiene que ver con una correcta valoración de las cosas, tal vez, el punto más difícil: no perder la perspectiva en el mar de los sucesos.

Señores, señoras, estamos vivos. Y en este plano eso significa la posibilidad permanente de las infinitas opciones. Tardamos media vida en saberlo. En la primera parte, nos esforzamos por hacer lo que se espera de nosotros. ¿Será eso lo que nos va borrando la sonrisa?

Pero ahora estamos acá, en esta, nuestra segunda y hermosa mitad, a donde no hay cuentas que rendir. Con las posibilidades infinitas que responden al amo de nuestras propias elecciones. Es momento entonces, ejercer el bienestar y la alegría. Porque si estamos acá para vivir, vivamos entonces. Las experiencias nos esperan. ¿Por qué nos creemos tan importantes como para no tomarlas?

¿Crees que cruzaste los 50 y no hay más? ¿Que tenes 70 y se te corta la cuerda? Estas equivocado.

Mientras estés acá, tenés una misión: llevar la alegría como bandera de vida. Porque si no vinimos a ser mejor persona, a ser feliz, ¿a qué vinimos?

Es raro hablar de “la alegría” como una trinchera a la que hay que defender. Pero en esta etapa, es de lo más necesario. Es el puentecito, endeble, sutil, etéreo, que al final nos da paz y nos ordena. No te dejes desalentar tan fácil. Tenemos un motivo por defender.

 

 

Escrito por: Dr. Diego Bernardini. Blog: lasegundamitad.org

 

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