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Con la guía del Espíritu Santo, el amor de la Matter y el trabajo desinteresado, el Movimiento Schoenstatt sigue adelante.

El Movimiento Schoenstatt Ecuador arrancó hace 60 años atrás, y en su fundación participaron un grupo de chicas del Colegio La Providencia, siendo Elsa Nieto una de las jóvenes que lo conformaban, quienes estaban bajo la dirección espiritual del Padre Juan Fernández Marín, sacerdote español.

El grupo de fundadoras estaba conformado por chicas de entre 15 a 17 años de edad, quienes habían crecido en la fe católica e incluso habían participado en los concilios de cristiandad.

Elsa cuenta que la filosofía y espiritualidad del Movimiento de Schoenstatt les fue inculcado a ella y a sus compañeras, por el padre Juan Fernández luego de visitar Chile y conocer más sobre esto.

Elsa cuenta que conforme pasaron los años varias de las fundadoras del movimiento se casaron, y fue así como arrancó el primer grupo de familias. Las señoras mayores se quedaron en el grupo de madres y los hombres se agruparon también por separado.

“Sin duda la dirección del Espíritu Santo estuvo ahí desde el inicio al igual que el respaldo de la Virgen María, porque el movimiento en vez de ir declinando a través del tiempo, este se hizo cada vez más fuerte y reconocido”, expresa Nieto.

 

 

Un sueño hecho realidad

El Santuario de Schoenstatt en Guayaquil es a decir de Elsa el punto central del movimiento, del cual parte su éxito.

“Para nosotros el santuario es el lugar donde la Matter se prodiga, donde nos acoge como madres, como familia para transformarnos, prepararnos y para lanzarnos a enfrentar el mundo”, indica la fundadora del Movimiento Schoenstatt en Ecuador.

Nieto cuenta que el sueño de quienes conformaban en sus inicios el movimiento era tener un santuario, y fue así que como se propusieron trabajar en conjunto y sin descanso para concretarlo, consiguiendo los fondos para comprar el terreno y empezar su construcción, a pesar de que la mayoría de miembros no contaban con muchos recursos económicos, pero los que los movía era sin duda alguna su fe.

“Nos propusimos como meta conquistar el santuario con su capital de gracia, que era y sigue siendo nuestro esfuerzo, nuestra entrega y nuestra santidad en la vida diaria. De ese modo después de revisar algunos terrenos e irlos descartando por ubicación y precio, pudimos comprar el terreno donde hoy está ubicado el santuario, el cual nos los vendieron a buen precio y con facilidades de pago”, relata Elsa.

La construcción del santuario duró aproximadamente 4 años. Tiempo después fue inaugurado a pesar de no contar con un techo o con piso de hormigón, pero con la autogestión y el apoyo de la colectividad se pudo ir construyendo primero la casa de caña en la que se realizaban las misas y reuniones, para después ir mejorando la infraestructura, logrando así tener el santuario que hoy llena de gran gozo a los más de 1.000 miembros del movimiento Schoenstatt de Guayaquil.

 

 

Es importante saber que para construir el Santuario que tiene por nombre: “Familia del Padre, Hogar para el Mundo”, se organizó una comisión, en la que Lolita de Quiroz, Florentino Briss, entre otros trabajaron incansablemente.

Hoy en día existen santuarios en Quito, Samborondón y pronto habrá uno en Manta.

 

 

El santuario es un lugar de gracia

El santuario nacional de Schoenstatt ubicado en Guayaquil cumple 50 años y, para Elsa Nieto, una de sus fundadoras, es algo muy valioso, porque es un lugar de paz, lleno de gracia, donde se puede sentir el amor de Dios y de la Matter, quienes en los buenos y malos momentos están con todos los que creen y visitan el santuario.

“El Santuario de Schoenstatt ha tocado y transformado la vida de miles de peregrinos guayaquileños y ecuatorianos, quienes, experimentando el amor de la Madre de Dios, se acercan más al corazón de su hijo Jesús y se sienten impulsados a servir al prójimo. Quiero de corazón aconsejarles que se aten al santuario, que es un hogar de puertas abiertas donde siempre serán bien recibidos”, puntualiza Nieto.

 

 

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