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Cómo evitar discusiones que hacen daño al matrimonio. No hay que dejar que las peleas dejen heridas.

Muchas de las discusiones que se generan en los matrimonios, vienen provocadas por una interpretación errónea de la intención de la otra persona.

Si, por ejemplo, por una cuestión que afecta a uno de los hijos de la pareja, la mujer comparte con su marido en forma de pregunta algo que no sabe muy bien cómo resolver, pero en un tono tenso y no le especifica al marido que es sólo una pregunta, éste puede sentirse interpelado por algo de esa frase y reaccionar de manera que pueda generar tensión en la pareja.

Esta tensión puede derivar en una discusión que, si va a más, irá escalando en forma de reproches, tono de voz alto e incluso faltas de respeto, llegando a decirse cosas que no querrían haberse dicho. Y la esposa sólo estaba compartiendo algo que le preocupaba, pero ni el qué dijo, ni el cómo lo dijo, ni quizás cuándo lo dijo, eran acertados.

El matrimonio es saber mirar al otro en plenitud, es entender a la otra persona sin interpretar lo que dice o cómo lo dice, quedándonos sólo en la forma, porque nos perderíamos parte de su plenitud.

Su convivencia y encuentro es el acontecimiento por excelencia para las personas que conviven en esa unión matrimonial, donde uno se da al otro a través de su esencia, el amor.

 

 

Respeto

Tener esto presente nos permite cambiar la mirada hacia el otro, descubrir qué hay en su corazón y tras acogerlo en el nuestro, intentar entenderlo, respetándolo, sin juzgar.

Este ejercicio, sencillo en apariencia, nos ayudaría a simplificar muchos de los conflictos que hoy en día tienen los matrimonios y donde una simple palabra o frase puede encender la mecha de un torrente de desencuentros, con la consiguiente repercusión que esto tiene no sólo en el matrimonio, sino también en los hijos.

Saber que habrá dificultades

Hoy en día parece que el matrimonio pesa, que si las cosas van mal, corto y me separo, pero… ¿si a uno le duele la cabeza, se la cortaría? No, ¿verdad? Seguramente se tomaría un paracetamol que le permitiera mitigar ese dolor y malestar que está sintiendo.

Pues lo mismo ocurre en la vida matrimonial, con sus roces. Una dificultad puede generar dolor, sufrimiento, apatía e incluso hastío, y uno llega a plantearse tirar la toalla en un momento concreto de dificultad.

Aceptar que esas dificultades forman parte de nuestra convivencia nos permite identificar qué puede estar pasando y buscar los recursos que existen para trabajar en la relación.

Abordar la dificultad y poner los medios para superarla nos permite afrontar esa circunstancia de una manea más constructiva.

 

 

Como cuando se construye una casa

Igual que cuando se construye una casa, se asientan muy bien los cimientos para poder ir construyendo poco a poco sus pilares, lo mismo ocurre en el matrimonio: se necesita solidez en la estructura ( saber qué es lo importante) y esa solidez se va forjando a medida que nos hacemos responsables del compromiso adquirido (aceptar que hay situaciones que requieren mirar a lo importante para trabajar en lo que pueda surgir, sin tirar la toalla).

«Queridos novios, vosotros os estáis preparando para crecer juntos, construir esta casa, vivir juntos para siempre. No queréis fundarla en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor que construye la familia queremos que sea estable y para siempre»,Papa Francisco, 14 de febrero de 2014, Discurso a las parejas de novios que se preparan para el matrimonio.

Que la otra persona pueda expresarse

El matrimonio pasará por diferentes etapas, igual que las atravesarán las personas que lo conforman, pero es necesario aprender a mirar el interior de cada uno y reconocer a esa persona que está ahí.

Quizás en esa mirada entendamos que está atravesando por un momento que ni siquiera ella sabe cómo definir y que más que nunca necesita nuestro saber mirarla y quererla.

Será en ese momento, al no sentirse juzgada y sí aceptada en su realidad (aunque no la entendamos) cuando pueda expresar qué lleva dentro, porque sentirá ese cariño.

Esta tarea no es fácil, pues muchas veces en ese intento de diálogo nos podemos encontrar con cierto recelo por parte de la otra persona, malas formas o silencios. No pasa nada, esa actitud de nuestro esposo/a, lo que nos está queriendo decir es que ahí en su interior hay algo que necesita salir y que no sabe muy bien cómo hacerlo.

Momentos para hablar con calma

Poco a poco, con cariño, con paciencia, cuidando los momentos para poder hablar desde la calma, encontraremos el camino para acceder a ese corazón herido que interpreta erróneamente nuestro mensaje y reacciona defendiéndose.

Precisamente porque anhelamos ser amados, no queremos que nadie nos haga daño, mucho menos nuestro esposo/a.

Aprender a mirar ese corazón desde el cariño nos dará luz para acceder a él.

Sólo sabiéndonos comprometidos con nuestro cónyuge, seremos capaces de confiar en su capacidad de querernos y para ello, será necesario aprender a comunicarnos para ir consolidando esa confianza que genera esa mirada profunda, hasta el corazón.

 

 

Escrito por: Mercedes Honrubia García de la Noceda, vía Aleteia.

 

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