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5 veces en las que Jesús nos dijo «Te quiero» durante su Pasión y Muerte en la Cruz. Reflexión de Semana Santa.

Como cristianos tenemos claro que la Semana Santa es la expresión más grande del amor de Dios, como bien dice el relato de la Pasión de Jesús según san Juan: «amando a los suyos los amó hasta el extremo». Es por esto que queremos compartir contigo una lista de lo que Dios nos da en el camino de su entrega amorosa (sus 5 te quiero), puede ser una buena reflexión para la Semana Santa.

 

 

1. Sus lágrimas

Si hay algo que podamos atesorar de Jesús es su humanidad, descubrir como recoge en sí mismo todos los dolores, sufrimientos, sentimientos, pasiones… que nosotros también afrontamos cotidianamente.

Sus lágrimas derramadas por su amigo Lázaro, son muestra del amor más puro y auténtico, pero también son muestra de la compasión más profunda que un hombre puede sentir por sus hermanos. Allí podemos descubrir a un Señor que como amigo, llora contigo.

 

 

2. Su sudor

Jesús sudó gotas de sangre frente a la realidad de su muerte. Descubrió allí la angustia de quienes ven el furor de la violencia y de la guerra, de quienes ven la prisa de la enfermedad terminal, de quienes pierden repentinamente a sus seres queridos…

En Getsemaní, Jesús desveló a la humanidad que aun en medio de las tinieblas, de la angustia y la tristeza de corazón, se tiene la seguridad de que no se está solo.

Siempre está presente el amor del Padre, y es por esto, que abandonarse en la voluntad de ese Padre, traerá salvación a la vida.

3. Su sangre

En medio del furor del momento, la turba enardecida grita: «que su sangre caiga sobre nosotros». Este grito de condena, de sed de violencia, se convierte en el grito de auxilio de un pueblo que anhela ser salvado por la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Jesús nos da su sangre, la entrega hasta la última gota. Allí, en medio de esa entrega absoluta de amor, nos demuestra que para quien ama auténticamente, la medida siempre será el extremo.

 

 

4. Su rostro

En su rostro, en su mirada, en sus gestos, se descubre el de todos aquellos inocentes que son ignorados y olvidados. Todos aquellos hombres y mujeres que son rechazados, despreciados, de aquellos que la sociedad ha condenado desde el inicio.

Al darnos su rostro, Jesús nos ha permitido también vislumbrar al Padre; descubrir la presencia amorosa de Dios en nuestras vidas y sabernos amados por Él.

5. Su debilidad y su muerte

El Todopoderoso se hace débil, abandonado a la libertad nuestra. Libertad hasta de amarlo o rechazarlo. De recibirlo o de ignorarlo, de anunciarlo o de esconderlo. El Dios que todo lo puede, se hace reo del hombre limitado, de su criatura, de su hijo. Y su hijo lo condena a muerte.

Y, ejerciendo nuevamente su poder, no desperdicia esa muerte, sino que la convierte en la salvación del mismo que lo ha condenado, demostrando así que su amor es mucho más que extremo. Su amor es entrega absoluta, su amor es un derroche de sí mismo, su amor siempre será una elección.

 

 

Escrito por: P. Mauricio Montoya, vía Catholic-Link.

 

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