¿Por qué insistimos en reclamar derechos de privacidad, cuando somos nosotros mismos quienes exponemos nuestra información?
Hace unos ocho meses, los rumores circulaban en los medios sobre el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, como posible candidato presidencial. Su fundación filantrópica había contratado a varios estrategas políticos experimentados. Además, anunció que se estaba embarcando en una «gira de escuchar»; y para documentarlo, contrató a un fotógrafo que había trabajado en las campañas presidenciales de Bush y Obama.
Pero, ya no hay rumores
Zuckerberg pudo haber sido curado permanentemente de sus fantasías políticas luego de un interrogatorio de dos días por parte de senadores estadounidenses sobre una masiva violación de seguridad que involucró a la firma de investigación de mercado Cambridge Analytica. Utilizando datos recopilados de un cuestionario de personalidad descargado por 270,000 usuarios de Facebook, logró recolectar datos de 87 millones de amigos de amigos de amigos, según el último recuento.
Zuckerberg y Facebook están en la palestra pública por abusar de la confianza de los usuarios. Resulta que, en lugar de ser una plataforma para hacer amigos, Facebook, la quinta empresa más valiosa del mundo, es una plataforma para extraer dinero de sus usuarios (y sus amigos).
El escándalo de repente ha creado un caso para regular las redes sociales. ¿Pero las redes sociales ávidas de datos solo tienen la culpa? ¿Son los consumidores realmente las herramientas que son explotados por su ignorancia e ingenuidad?
Sin dejar de lado a Zuckerberg por no informar de manera significativa cómo se pueden explotar los datos de los usuarios, deberíamos preguntarnos por qué tantos usuarios de Facebook (lo que significa la mayoría de nosotros) son tan indiscretos emocionalmente como para mostrar sus vidas privadas en un foro público. Hay varias respuestas a esto: la naturaleza de la plataforma, publicar en Facebook no parece desvestirse en público por sus políticas de privacidad blandas y en constante cambio. También está el efecto Oprah Winfrey: abrirse a los detalles más íntimos de nuestras vidas es catártico y purificador.
Es parte de la cultura
Facebook se ha convertido en una parte integral de la cultura. Varios estudios sobre la angustia en adolescentes han demostrado que la inmersión en las redes sociales como Facebook hace que los adolescentes estén más ansiosos, preocupados e incluso con tendencias suicidas. La sustitución de la interacción en Internet por el contacto social cara a cara puede obligarnos a construir una personalidad virtual. Perdemos esa autenticidad que es la base para una personalidad saludable.
Quizás obtenga la tecnología que merecemos. En la era del totalitarismo, las naciones inventaron los campos de concentración y la bomba atómica que trataba a los enemigos como meros cifrados. En la era del hiperindividualismo, Mark Zuckerberg inventó Facebook, que trata a sus «amigos» como meros cifrados.
¿Qué aspecto tendrá una tecnología basada en la sólida aceptación de la dignidad única de cada ser humano? ¿Alguna vez lo averiguaremos?