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El consumo de pornografía puede generar varias consecuencias a largo plazo en el cuerpo y el cerebro de la personas. Es un falso refugio.

Hay diferentes opiniones frente a la pornografía. Por ejemplo: “Pero todo el mundo lo hace”, “¿Qué tiene de malo?”, “Es para distraerme un rato”, “Así me enseñaron de pequeño que era el sexo”, “La descubrí con unos amigos cuando era pequeño”.

O bien: “Por más que quiera no puedo dejar de ver”, “En el fondo estoy triste”, “No me salen bien las cosas, y bueno…”, “Mis papás se pelean”, “Empecé con porno blando y la curiosidad me llevó a ver cosas que jamás pensé ver”, “No puedo mantener relaciones sexuales con mi esposa si es que no veo porno”.

No es para alarmarse. Tampoco para ponerse en la frente el rótulo “soy adicto”, no nos interesa en este artículo juzgar, ni señalar con el dedo a quien consume porno.

 

 

De curiosidad a falso refugio

A los primeros —quienes dicen “lo hago para distraerme”— les parecerá exagerado, pues lo consideran un pasatiempo. Los segundos —afines a frases como “en realidad es porque no sé cómo afrontar algunos problemas que tengo”—, más sensibles a su interioridad, podrán descubrir que la buscan cuando necesitan, consciente o inconscientemente, evadirse de alguna situación complicada en sus vidas.

Tanto por experiencia propia como por escucharlo al acompañar personas, sé que la pornografía puede entrar en nuestras vidas como un juego o una curiosidad. Y, en la medida en que vamos creciendo, puede transformarse en una cómplice íntima y oculta que nos acompaña cuando intentamos olvidarnos por unos momentos de alguna situación que nos aflige.

Puede parecer inofensiva, sí. Pero, cuando se hace compañera en el camino, cuando se vuelve un refugio cálido y confortable donde entrar, puede transformarse en una excelente trampa. No solo porque no podemos salir ni queremos hacerlo —por lo cual encontramos para ella todo tipo de excusas—, sino porque también la podemos llegar a defender como “la única que me entiende”.

 

 

¿Cómo reconocer el problema?

Por esa razón afirmamos que la pornografía es un falso refugio. Principalmente porque, luego de consumirla, nos llegamos a sentir igual o más frustrados que antes. Y el problema del cual creíamos huir, sigue ahí.

¿Cuándo, entonces, decimos que la pornografía es un falso refugio? Cuando estoy queriendo ocultar o evadirme de situaciones difíciles. Pueden ser frustraciones, inseguridades personales, miedos de afrontar un reto, temor a decir lo que pienso, comparación con otras personas, creer que soy el único que tiene esa dificultad, estar pendiente de lo que los demás puedan pensar de mí, y muchas otras.

Para salir del falso refugio

El primer paso para dejar ese refugio es conocer las razones y las emociones que me hacen querer entrar ahí. Muchas veces somos ciegos a esas razones o emociones, sencillamente porque el afán de la vida cotidiana nos lleva a no poder frenar y pensar en ellas. O, sencillamente, porque ni nos habíamos dado cuenta de que estaban allí.

Por eso te invitamos a que puedas tomarte unos minutos de silencio, quizá con los ojos cerrados o quizá contemplando el horizonte, y a que observes cuáles son aquellos detonantes (pensamientos y emociones) que te llevan a querer ver porno. Hemos escuchado diversidad de motivos:

“Me dejó mi novia”…

“Soy muy mala para los estudios”…

“Me hacen bullying en el colegio”…

“Me siento muy poco atractivo”…

“Mis padres me ignoran”…

“Me siento sola”…

“No estoy contento con mi vida”.

Estas afirmaciones —agrégale tú las propias que vayas descubriendo— van acompañadas de un sentimiento, por lo general relacionado a la tristeza, la apatía, la ira o la frustración. Y nos vamos hacia ella, la pornografía, que siempre parece estar disponible con los brazos abiertos para recibirnos. Pero, cuando llega la hora de sincerarnos, nos damos cuenta de que ese refugio momentáneo nos va dejando vacíos y, poco a poco, va apagando la llama del amor.

El proceso de autoconocimiento y auto descubrimiento nos ayudará, si queremos, a ir cortando paulatinamente con esta falsa amistad. Así, podremos abrirnos a los demás y a nosotros mismos de manera más auténtica. Paciencia, querido amigo. El camino puede ser complejo: ¿estás dispuesto a intentarlo lentamente?

 

AVERGÜENZA 5

 

Escrito por: Matías Conocchiari, Magister en Educación, Coach y Youtuber, vía amafuerte.com

 

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