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«La rosa de Guayaquil», es el título que le da Jenny Estrada R. a un bello escrito, donde destacan los recuerdos y añoranzas.

“Espléndida” la llamaban nuestras madres y abuelas. Y es que así lucía esta preciosa y perfumada rosa que fue la reina de los jardines guayaquileños. De porte distinguido, la planta pasaba del metro de altura y su selecta floración se apreciaba al abrirse los botones para regalarnos la belleza de sus múltiples pétalos de tono rosa intenso junto al delicioso perfume que eran las características más notables de esta flor, orgullo de los jardines porteños, donde se cultivaba con esmero, junto a las dalias, las azucenas, los lirios, la olorosa reseda, la barcelonesa, el jazmín del cabo, le buenas tardes y el fragante jazmín de 5 hojitas y los exóticos platanillos.

Las residencias particulares (villas y chalets) dedicaban un espacio frontal a los jardines, que no eran copias sacadas de revistas ni frutos de la casualidad, sino el aprecio que nuestros mayores mantenían por algunas especies que por tradición familiar se cultivaban, aplicando secretos heredados sin consultar con Wikipedia. Y ufanándose del color de sus petunias, del tamaño de sus hortensias y la variedad de las peregrinas y geranios, cuando llegaban las visitas, el paseo por el jardín era parte de un ritual que incluía el intercambio de semillas e “hijitos” para prender la rosa ciento en gajo, la ramo de novia, la rosa té, la pomblaga, los bulbos de platanillos, la vara de San José y la espléndida, ¡por supuesto!

Mucho antes de que Miguel Wagner abriera su florería “La orquídea”, en cada barrio, los solares vacíos de propiedad municipal, se alquilaban a expertos jardineros que abonaban el terreno y lo convertían en grandes espacios de donde provenían las hortalizas frescas, las coronas y otros arreglos funerarios, los adornos para las novias y los ramos de la rosa espléndida, favorita de cumpleaños y ocasiones especiales.

Al paso del tiempo, aquellas flores que engalanaron nuestros parques y jardines guayaquileños han sido suplantadas por especies foráneas y muy rara vez logramos encontrar una rosa espléndida cuyo color y perfume inconfundibles nos indican que todavía hay quien o quienes mantienen con amor la tradición de cultivarla, como lo hace personalmente doña Rosa Amelia Alvarado Roca en su jardín. Bueno sería rescatar ese hermoso legado de la ROSA ESPLÉNDIDA por derecho de identidad llamada la ROSA DE GUAYAQUIL, para deleite de nuestros sentidos.

 

 

Escrito por: Jenny Estrada R., periodista, historiadora y escritora.

 

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