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Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 nos han dejado grandes lecciones de vida, y para los ecuatorianos tres medallas que nos llenan de orgullo.

¿Cómo nacieron las Olimpiadas? Los Juegos Olímpicos están presentes en la memoria de la humanidad desde centurias.

El origen de los Juegos en la Antigua Grecia si bien tenía una razón pagana de fondo, mostraba también una cultura que propugnaba el cuidado de la mente pero también del cuerpo.

Después de haber estado durante más de mil años olvidados, volvieron a surgir rescatando el ambiente de paz en 1876, fecha de inicio de los primeros Juegos Olímpicos modernos.

 

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¿Qué representan hoy para nosotros?

Este evento en nuestros tiempos no solo se ha convertido en una fiesta deportiva. Situaciones mundiales, movimientos y el propio ocurrir histórico han influido en estas competencias.

Los Juegos Olímpicos mantienen aún este ambiente de paz, al que añadiría, un ambiente de libertad de expresión de la propia individualidad de los atletas.

Las lecciones de los Juegos Olímpicos Tokio

Cada año estos juegos nos dejan hermosas lecciones de esfuerzo heroico, pero sobre todo de la calidad humana de aquellos atletas que van a competir, y demuestran mucho más que solo los frutos de su disciplina, talento y esfuerzo comprometido.

Este año las Olimpiadas nos van dejando una muestra de lo humano. Independientemente de su origen, los Juegos Olímpicos exponen de una manera grandiosa lo hermoso de lo humano, incluidas nuestras fragilidades.

Aquí algunas estampas que nos va dejando Tokio:

El amor de una familia

Sunisa Lee es la primer Hmong-Americana que gana una medalla olímpica. Su trayectoria ha sido impresionante, pero lo que más nos ha conmovido a muchos, es la reacción de su numerosa familia.

Siendo la familia desechada por muchos, disminuida en su significado para otros, ver la reacción de cariño y apoyo de una familia tan grande, le da un sentido más emotivo y completo al triunfo de esta joven gimnasta. La familia siempre será ese lugar al que podemos regresar. La semilla de la sociedad, la escuela donde aprendemos a ser seres humanos.

El triunfo de Sunisa Lee es completo porque lleva con ella el sello de un amor incondicional.

 

 

La medalla más importante

Creo que esta ha sido la imagen que más ha conmovido al pueblo católico. La medallista philipina Hidilyn Diaz, ganadora del oro olímpico en levantamiento de pesas, remeció al mundo al alzar junto al oro la «Medalla Milagrosa».

Más adelante en una entrevista, confesaría que con esta medalla rezó una novena antes de embarcarse a los Juegos Olímpicos Tokio. Siendo las novenas una hermosa costumbre católica, creo que lo que más ha conmovido de esta imagen es la valentía y la ternura con la que Hidilyn mostró su fe al mundo.

Hidilyn sin decirlo, la imagen de esta deportista nos pregunta ¿cuál es ella medalla por la que luchamos día a día?

 

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El orden de nuestras prioridades

Más de una controversia ha surgido desde la decisión de Simone Biles, gran gimnasta norteamericana, de abandonar la competencia olímpica por razones de salud mental.

Este caso particularmente ha resonado. El cuerpo puede estar en excelentes condiciones, pero si la mente y el espíritu, añadiría yo, no lo acompañan, los resultados podrían ser desastrosos. Somos una unidad y no estancos separados.

Saber distinguir que no estamos listos, que tenemos fragilidades y necesitamos decir no, no es tarea fácil, menos en un mundo tan competitivo. Esta experiencia nos deja una enseñanza importante: conocernos a todo nivel y tener la humildad necesaria de detenernos cuando debemos hacerlo por nuestro propio bien. (Fuente: Silvana Ramos, vía Catholic-Link).

 

 

Grandes esfuerzos y tres medallas

Richard Carapaz, Neisi Dajomes y Tamara Salazar lograron dos medallas de oro y una de plata respectivamente en estos Juegos Olímpicos Tokio 2020, pero a más de las preseas, estos tres deportistas dejaron al país y a todo el mundo un mensaje muy positivo: «aunque pocos crean en ti, nunca te rindas».

Richard Carapaz, campeón del Giro de Italia de 2019 y tercero en el Tour de Francia de este año, desempolvó el medallero olímpico la semana pasada con el primer oro en Japón. Era la apuesta con más posibilidades del equipo olímpico ecuatoriano.

 

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La sorpresa llegó días después en halterofilia femenina. Dos jóvenes se subieron al podio el domingo y el lunes e inundaron de ilusión a los ecuatorianos al convertirse en las dos primeras mujeres medallistas olímpicas del país, Neisi y Tamara.

Neisi Dajomes, de 23 años, hija de refugiados colombianos, ganó el oro con sus 263 kilos levantados en dos tandas en la categoría de 76 kilogramos y sin fallar ningún intento.

Tamara Salazar en la misma especialidad, pero en la categoría de 87 kilos, logró levantar 263 kilos, lo que le valió el metal plateado y lanzó al país al puesto 27 del medallero, por delante de España, y solo superado en Sudamérica por Brasil.

Parecidas como dos gotas de agua, Dajomes y Salazar comparten además historia de superación. Ambas, afroecuatorianas de 23 años, venían acumulando títulos en campeonatos en los últimos años que hacían presagiar su destacada participación olímpica.

 

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Para Dajomes son las segundas olimpiadas y para Salazar, las primeras. Pero las dos han lidiado con dificultades para llegar en forma a los Juegos.

La pandemia acabó con la agenda de competiciones y Salazar se veía lejos de su mejor estado antes de Tokio. Solo entrenaba en casa, pero aún así dio el cien por ciento por ella y por el país y alcanzó su meta una medalla de plata con sabor a oro.

Dajomes dio un falso positivo por la covid-19 que retrasó y casi frena su salida del campamento de concentración preolímpico en el que estaba en España. Dedicó su oro a su hermano y mentor, que falleció en 2018, y a su madre, que murió en 2019. (Fuente: El País).

 

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