Compartir:

En este Lunes Santo oremos, porque Jesús está deseoso de purificar el templo de nuestro cuerpo.

En Jerusalén hay una muralla que rodea la vieja ciudad, consta de ocho puertas principales, siete están abiertas y una clausurada, conocida como ‘Puerta Dorada’ o ‘Puerta de la Eternidad’. De acuerdo con la tradición judía, esta es la puerta por donde el Mesías debe entrar a Jerusalén. Según la tradición cristiana, Jesús hizo su ingreso triunfal a Jerusalén en el Domingo de Ramos.

En Tierra Santa

Debido a estas creencias y tradiciones, la Puerta Dorada está completamente sellada desde 1541, por orden del Sultan Soliman “El Magnifico”. En el exterior se encuentra un cementerio musulmán con la idea islámica de que esto imposibilitaba el paso del Mesías, la llegada del Rey y Sacerdote Judío, y con ello nunca se daría el establecimiento de la era mesiánica; ya que los sumos sacerdotes, según la tradición judía, tenían prohibido atravesar por un cementerio que los exponía a quedar impuros.

Casualmente, en Tierra Santa las tumbas judías están orientadas hacia Jerusalén y lo que queda del templo, mientras que las tumbas musulmanas se encuentran ubicadas al exterior de la puerta clausurada, mirando hacia la ciudad sagrada conocida como la Meca.

 

 

El valor de la amistad

Existe cerca a de Jerusalén una especie de suburbio llamado Betania. Según narran los Evangelios, Jesús se retiró ahí al finalizar el Domingo de Ramos. Posiblemente se quedó para pasar con sus íntimos amigos, Lázaro, Marta, y María (cf Mc 11,11).

En el recorrido por los lugares de Tierra Santa (Israel), cada uno tiene un mensaje especial. El mensaje que transmite Betania es el valor de la amistad.

Betania tiene un santuario dedicado a  Lázaro, Marta y María, construido en 1954. Este tiene forma de mausoleo, con una base en forma de cruz griega y la cúpula como un octógono. Sobre el presbiterio, un mosaico muestra el encuentro de Jesús con Marta y María, antes de la resurrección de Lázaro.

Cada una de las naves está decorada con un mosaico, donde se representan las escenas evangélicas más destacadas relacionadas con Betania: el diálogo de Marta y Jesús; el recibimiento de las dos hermanas después de la muerte de Lázaro y su resurrección; y la cena en la casa de Simón.

El santuario tiene un contraste entre la penumbra de la iglesia y la luz que inunda la cúpula, que simbolizan la muerte y la esperanza de la resurrección.

 

 

La purificación

El lunes, muy temprano, Jesús volvió a entrar  a Jerusalén y se dirigió al templo, donde pudo presenciar que las personas en su interior hacían una serie de prácticas vergonzosas. Improvisando un látigo, realizó una limpieza profunda, expulsando a las personas inicuas y comerciantes de su interior.

Según el Evangelio de Juan, El Divino Maestro también reprendió con dureza la incredulidad de la multitud  que se encontraba en el lugar, y que observaba con asombro su conducta (cf  Mt 21, Mc 11 y Lc 19). Al concluir el día, Jesús regresó a Betania para pasar la noche (cf Mc 11,19).

 

 

Una reflexión

Cuando me enfrenté a la herida emocional del abuso, la parte más significativa del proceso de mi reconciliación emocional se dio cuando fui capaz de poder ver dónde estaba Jesús en ese momento de mi vida, en que estaba siendo vulnerado y mi inocencia se sentía gravemente ofendida. Después de haber pasado por varios momentos donde buscaba a los culpables de lo que me pasó, pude verlo. Estaba en la misma esquina del lugar donde ocurrió el abuso.

Jesús estaba junto a nosotros y lloraba con lamentos por mi vida y por la vida de mi abusador. Cada vez que la sombra de la herida de mi abuso quiere levantarse para aplastarme, puedo ver con claridad a Jesús puesto de pie junto a mí, para purificar y hacer respetar el templo de mi cuerpo.

En este Lunes Santo oremos, porque Jesús está deseoso de purificar el templo de nuestro cuerpo.

 

 

Por Miguel León @mleonastudillo mleon@metanoia-ecuador.org

 

 

Compartir: