Un drama que llegó a más de medio millón de espectadores y se esparce mundialmente a través de Netflix.
España ha logrado llevar su cine y varias de sus producciones audiovisuales al estrellato a través de los años. Ya sea gracias a sus actores, guiones, (co)producciones, puestas en escena, vestuario o locaciones, el país ha llegado a captar la atención del mundo entero. Recientemente, han alcanzado el interés del público con la tan aclamada serie “La Casa de Papel” con tan solo dos temporadas.
De igual forma lo hizo aquel profesor de filosofía quien, desde el 2015, se llevó las críticas –buenas y malas– con motivo de su particular metodología de enseñanza, su pasión por la filosofía, su actitud irreverente y poco “digna” de un maestro de secundaria. Esto como un modo de abstraer la realidad e impulsar a los nuevos “Peripatéticos* del siglo XXI” (sus alumnos), haciendo apología a Aristóteles y sus discípulos, en una serie que lleva su nombre.
Tras 40 episodios divididos en tres temporadas, la serie catalana Merlí, dio un sorpresivo final este 2018. Llena de risas, pasión, romances, peleas y conflictos sociales, cada capítulo es narrado bajo la perspectiva de algún filósofo de la historia, ligado a los acontecimientos de los personajes. La analogía es llevadera y entretenida, incluso para aprender las bases filosóficas de cada autor.
De la inclusión a la sobreexposición
Con el fin de no perder su esencia la recomiendo ver en catalán. Merlí tiene una narrativa fresca y actualizada, con un libreto lleno de interrogantes hacia la política y críticas hacia el sistema educativo, que parten desde el aula de clases de una institución pública. Además, cuenta con un gran elenco de jóvenes y veteranos de la actuación que, de a poco, van adquiriendo protagonismo desde distintos puntos de quiebre de la historia.
Como ya es usual, una de las “fórmulas de éxito” que han experimentado las productoras en la actualidad es generar material inclusivo que no “atente” contra las minorías. Merlí no es la excepción y lo toma como uno de sus pilares. Sin embargo, el problema es su fuerte contenido sexual explícito que, independientemente del tipo de relación sexual que se presente, debe ser limitado a un público de más edad si no la ven acompañados por un adulto (+16).
Cuestionar desde nuestra realidad
Por lo demás, recomendaría verla con ojo crítico y como una herramienta para practicar la tolerancia frente a otros criterios que, como católicos, no compartimos pero con los cuales debemos convivir. Muchas de las problemáticas tratadas en la serie las podemos estar viviendo: un ser amado con enfermedad mortal, promiscuidad, drogas, los estragos de la adolescencia, familias desarticuladas, entre otros temas.
Les presento una serie realista. Tal vez esa semejanza con la vida es lo que la ha hecho exitosa. Nos invita a cuestionarnos y, antes de señalar a los demás, a mirarnos al espejo para preguntarnos: ¿para qué estamos vivos?, ¿cuál es nuestro propósito?, ¿quiénes somos?
Abramos diálogos en casa y dejemos de lado tabúes que deben ser tratados y a veces como padres los pasamos por alto; y como hijos, los evadimos. No estoy aquí para juzgar ni mucho menos definir lo bueno de lo malo. Solo los invito, al igual que Merlí, a filosofar sin prejuicios y tomar lo bueno de cada situación, desechando lo malo. Los dejo con una frase de uno de mis filósofos preferidos: “Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”, San Agustín.
*La escuela peripatética fue un círculo filosófico de la Grecia antigua. Básicamente, seguía las enseñanzas de Aristóteles, su fundador. Sus seguidores recibían el nombre de peripatéticos.
Por: Juan Felipe Torres
Máster en Producción Audiovisual