El uso de metáforas nos ayuda a asumir el tiempo en el que vivimos (pandemia) y más aún a sobrellevar las pérdidas que sufrimos.
Karl Jaspers decía que una de las situaciones límites que tenemos que enfrentar es la historicidad. Asumir el tiempo en que vivimos. Este es el tiempo que nos ha tocado vivir, no es quizá el ideal, no es el que vivieron nuestros padres a nuestra edad, pero también es el de nuestros padres; no es el que vivimos nosotros cuando éramos niños, pero también es el tiempo de nuestros hijos. Este es el mundo en el cual vivimos y deseamos vivir. Pero ¿cómo vivir en un mundo en crisis y muchas veces sin sentido?
Nos ha tocado vivir en un mundo que fundamentalmente se encuentra en crisis. Y, esta crisis es primordialmente crisis de valores. Frankl ha afirmado que se han perdido las tradiciones, se han roto los puentes con el pasado con lo cual el hombre ha quedado a la intemperie.
El joven de hoy no encuentra raíces en las cuales afirmarse y no encuentra referentes que lo orienten hacia donde ir. Por lo tanto se encuentra estancado en el tiempo presente, un modo de vivir el instante sin proyecto de futuro.
En realidad, la crisis no es de los valores, la crisis es nuestra, nosotros estamos en crisis, no los valores. Los valores son los mismos, pero “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Necesitamos reconciliarnos con nuestra historia, para volver a encontrar nuestro sentido de vida.
El uso de metáforas en nuestras vidas
Para retomar contacto con nuestra historia y nuestro pasado cultural, para descubrir el sentido de las circunstancias que nos tocan vivir, proponemos la utilización de distintas metáforas, es decir, el traslado del sentido de los sucesos de la vida a un sentido figurado.
Estas metáforas pueden ser transmitidas a través de relatos, cuentos, poemas, películas, etc. Pero lo que queremos destacar es el carácter mítico que es muchas veces expresado en ellos. Los mitos nos traen verdades universales, que se van transmitiendo de generación en generación y nos ayudan a encontrar sentido.
Como dice Rollo May en su libro La necesidad del mito: “Un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia”.
Llegado a este punto de nuestra historia, necesitamos encontrar en los relatos y mitos verdades que nos sostengan en tiempos de crisis. “Los mitos son pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana”.
La función del mito es “arrebatar” al hombre de su tiempo histórico individual y proyectarlo en un tiempo “sagrado” o universal. Esta función nos permite revivir la aventura del héroe, por ejemplo y recrearla nuevamente en lo que estamos viviendo o sufriendo hoy. El mito habilita una experiencia trascendente de búsqueda y vivencia del sentido. Según Mircea Eliade, “el mito ayuda al hombre a superar sus propios límites y condicionamientos, le incita a elevarse junto a los más grandes”.
La valiosa logoterapia
Antes de empezar con las distintas metáforas y mitos, sería importante destacar la importancia de los aportes de Carl Jung y de Joseph Campbell en la introducción de los elementos mitológicos en la psicología.
Creo que es hora en nuestra querida Logoterapia de seguir sumando como decía Frankl. Ya sabemos lo que nos separa de Jung; creo que lo importante ahora es unirnos en aquello que encontramos en común. Al fin y al cabo no podemos hacer una guerra santa entre lo que cree Jung y lo que cree Frankl.
No tiene que ser una guerra de creencias, deberíamos encontrar más allá de las diferencias antropológicas aquellos puntos de unión que nos trasciendan y nos lleven a una concepción del hombre más universal e integradora.
¿No fue Jung el que dijo “aproximadamente una tercera parte de mis casos, no padecen de una neurosis clínicamente definible, sino de la falta de sentido y propósito en sus vidas”?
Y ¿no fue Frankl el que dijo: “la Logoterapia está abierta a su propia evolución y a la complementación con las demás corrientes psicológicas”?
Es por esto que rescato brevemente su aporte intentando sumar la riqueza de la mitología a este tema de las metáforas para elaborar pérdidas, como un camino de acceso a nuestro inconsciente espiritual, como señales del Suprasentido.
Asumir la muerte
En Estudios sobre la histeria, que Freud escribió en colaboración con Josef Breuer, se cuentan cinco casos. En ellos se detalla la sintomatología de las primeras histéricas y el primer esbozo de tratamiento que Breuer y Freud crearon para curar estos síntomas.
El más conocido, es el caso de Anna O. ya que sentó las bases del psicoanálisis. Ella decía que con Breuer hacía una “talking cure”, una cura a través de la palabra, estableciendo de esta manera la base no solo del psicoanálisis sino de toda psicoterapia. Todos sabemos hoy en día lo eficaz que es hablar de lo que nos pasa. No hay que subestimar el poder de la catarsis.
En cada uno de los casos, se hace evidente la presencia de la muerte en las historias clínicas así como la poca relevancia que Freud le dio al tema. La neurosis de Anna O se origina a partir de la enfermedad de su padre quien muere meses después. Las preocupaciones de Anna por la muerte de su padre aparecen constantemente.
Siguiendo a Yalom, “es indudable que los traumas relacionados con la muerte sufridos por estas pacientes evocaban en ellas dichos sentimientos. Pero en el desenlace de estos casos, Freud hizo caso omiso al tema de la muerte o sólo mencionó la tensión generalizada” .
Freud evitó resaltar la importancia de la muerte, hasta el punto de afirmar que no hay huella de la muerte en el inconsciente. Esto provocó que muchos de sus seguidores avanzaran en el psicoanálisis evitando este tema.
Los mitos nos ayudan a transitar la vida enfrentando las experiencias de muerte y sufrimiento que nos obligan a renacer nuevamente cuando ya todo está perdido. La muerte tiene un poder vital de transformación y es dadora de sentido a la vida.
Mitos sobre la muerte
A pesar de esa cualidad transformadora que mencionamos antes, la muerte como conclusión irrevocable es inaceptable para la mayoría de nosotros. Por lo tanto, la función del mito es explicar que la vida en su forma conocida debe terminar. El mito tiene como finalidad ayudar a que el hombre asuma su mortalidad.
En el intento por evitar lo inevitable, el hombre ha creado mitos que pretenden mantenernos con vida a través de pociones mágicas, ritos, etc. En general, sucede que la poción a beber dará poderes de rejuvenecimiento o de inmortalidad.
Hoy en nuestra cultura actual, la muerte se evita como se evita el sufrimiento, porque se desconoce el sentido que los sufrimientos traen. Es por esto que ha predominado el intento por estar siempre jóvenes y que el paso del tiempo en nosotros no se note.
La metáfora del mito nos enseña que el hombre debe aprender a aceptar las pérdidas inevitables y separaciones que la vida nos impone. Todas estas separaciones nos prepararan para la última, la muerte.
El mito del héroe
“Un héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que él mismo”. Los cuentos infantiles son una forma de transmisión de nuestra historia y cultura, representando sucesos míticos y modelos a imitar. Es por eso que elegimos la película “El rey León” para acercarnos a esta recreación del mito del héroe.
El tema central representado es el del joven dejando atrás su infancia para convertirse en adulto; deberá morir en su personalidad y mentalidad infantil para volver como un adulto responsable.
Se trata de una transformación psicológica fundamental que todos debemos superar. Evolucionar de una situación de dependencia e inmadurez psicológica a la situación de ser responsable y tener seguridad en uno mismo, exige una muerte y una resurrección. Es el tema básico del héroe: salir de lo seguro y enfrentar lo desconocido que da miedo e inseguridad.
El héroe debe superar muchas pruebas. ¿Podrá superar los peligros?, ¿Tendrá el valor, el conocimiento y la capacidad que le permita servir a los demás? El héroe siempre se sacrifica por algo superior a sí mismo.
Los relatos que hacen referencia a etapas de iniciación, desarrollan, en general, el mismo tema: matar al yo infantil y dar luz al adulto. Según Campbell, este proceso es más difícil para el varón que para la mujer, ya que esta se convierte en mujer lo quiera o no. Con la menstruación, inicia su ser mujer, luego con el embarazo se hace madre. En cambio el varón tiene que liberarse de su madre (el mito de Orestes) e ir en busca de su padre, quien le indicará su camino, lo guiará y lo ayudará a “ser cómo él”.
Es notable observar como la posmodernidad ha invadido incluso el terreno de los cuentos infantiles en los que ya no aparecen los monstruos y dragones que había que enfrentar. De esta manera se le va transmitiendo al niño que la vida es fácil y llevadera cuándo en realidad es conflictiva, problemática y llena de dragones y monstruos a los cuales hay que derrotar para seguir adelante, rescatar a nuestras princesas y volver renovados.
El Rey León: descubrir y asumir nuestra misión
A través de la historia del Rey León, intentaremos interpretar la lucha por asumir nuestra misión, nuestro sentido de vida, los períodos de vacío existencial, con todas las pérdidas y duelos que esto implica así como los enfrentamientos necesarios para encontrar en el otro, el motor de nuestra existencia.
La historia comienza con un nacimiento, una nueva vida. “Ha nacido un hijo, el futuro rey”. Los padres están orgullosos y contentos. Una nueva vida nos colma de sentido, expectativas e ilusiones. En esta etapa, coincidimos con Erikson quien habla de la “confianza básica” que el niño debe adquirir para seguir adelante. Esta confianza tiene que ver íntimamente con su madre quien en resumidas cuentas deberá transmitirle: “vale la pena vivir. Adelante, confía”.
A través del gesto de alzarlo, el sacerdote presenta al niño a la comunidad como un nuevo miembro con su propia misión a ser realizada. Esto sería lo que en psicología se llama “la función paterna”, la función que le permite al padre proyectar en su hijo su intención de criarlo y educarlo.
El niño crece y madura, encuentra en sus pares compañeros de juegos con los cuales se divierte y aprende cosas nuevas. Sería lo que Erikson llamó el logro de la autonomía, el niño debe vencer su vergüenza y lanzarse a conquistar el mundo.
Aparece luego el vínculo del hijo con el padre en donde este le hace ver que su sentido de vida estará ligado a un Suprasentido, relacionado con lo que él aprendió en la vida: “Un día, el sol se pondrá para mí y renacerá para ti y todo esto será tuyo”.
En el vínculo padre-hijo se puede ver como el pequeño Simba va incorporando lo que se espera de él. La función del padre es demostrarle a su hijo las expectativas que tiene con respecto a él. Los padres de hoy no quieren ser “malos” con sus hijos ni “influir” en sus decisiones y en consecuencia no le dicen qué esperan de él.
De esta manera, el adolescente no sabe qué decidir, puede oponerse a lo de sus padres o no. Pero esa oposición es fundamental en la adolescencia cuándo se está afirmando la personalidad y sufriendo la primera gran crisis de sentido: ¿quién soy, quién quiero ser, qué deseo, qué quiero hacer de mi vida?
Ser persona significa no solo ser libre sino también ser responsable: “Ser el rey es más que hacer lo que uno quiere. Todo lo que ves coexiste en un delicado balance. Como rey necesitas entender ese balance y respetar a todas las criaturas”.
A través de este aprendizaje, el padre va enfrentando al niño con las limitaciones y por lo tanto con los sufrimientos de la vida y de esa manera desarrollando su capacidad para tolerar la frustración. Le revela el sentido de la responsabilidad para que el pequeño comience a dejar atrás el placer como motivación principal. Comienza a aparecer la voluntad de sentido, más allá del placer y del poder.
Otro concepto esencial que se repite en toda la película es el del círculo de la vida. Encontramos aquí esos puentes entre pasado, presente y futuro que nos orientan y ayudan a encontrar el sentido de los sucesos de nuestra vida. De esta manera, el padre le transmite a su hijo su historia y lo ayuda a proyectarse en el futuro: “Déjame contarte algo que mi padre me contó. Mira las estrellas. Los grandes reyes del pasado nos miran desde aquellas estrellas… cuando te sientas solo, recuerda a esos reyes que siempre estarán allí para guiarte. Ahí también estaré yo”.
Esto es lo que he llamado señales del suprasentido. A través de este encuentro, el padre toma contacto con lo que su propio padre le ha enseñado como una señal que le permite seguir caminando. Debemos estar abiertos a escuchar estas señales que son ajenas a nuestra voluntad y nos guían.
En el Rey León, el tema de la muerte aparece explícitamente por primera vez cuando, al salvar a su hijo de una estampida, el padre muere. La reacción del pequeño león, debido al sentimiento de culpa, es de huída hacia la nada, dejando todo atrás. Escapa, negando la realidad, y comienza a vivir como si nada hubiese ocurrido, en el reino de “hakuna matata”. Este es el mundo del placer, del “sin problemas”; queda “atrapado” por la voluntad de placer con lo cual reprime la “culpa existencial”, y comienza a vivir en un mundo hedonista.
A raíz de la negación de la muerte (“algo terrible ha pasado, pero no quiero hablar de ello”), de la realidad y debido a la dificultad para enfrentar las responsabilidades, vemos como el protagonista se sumerge en este mundo sin preocupaciones y en consecuencia, en una falta de sentido.
Es cuando se encuentra con Lana, su amiga, quien representa al “otro/a”, que comienza a sentir esa crisis de sentido. El otro nos refleja que estamos vivos, y nos muestra quienes somos: “!Estás vivo y eres el REY!”.
El otro cumple siempre la misión de ayudarnos a salir de nosotros mismos, autotrascendernos y recordar que sólo somos en la medida en que somos para alguien o algo. Mounier dice: “Solos, no nos conocemos bien y nos juzgamos mal… El camino más seguro de mí mismo a mí mismo, pasa por el rodeo de la mirada del otro”.
Su amiga le dice: “Todo el mundo cree que estás muerto”. Simba, de alguna manera, había muerto con su padre. Huyó para no enfrentarse con la muerte y con su sentido de vida. Estaba muerto para los de su comunidad, y también para sí mismo, porque no era quien debía ser. En el encuentro con el Otro, re-vive, sale de sí, y comienza su proceso de elaboración y de curación.
Cuando Lana le dice a Simba “tu eres el Rey”, él responde: “No, yo no”. Niega para no asumir su identidad y su misión. Cuántas veces decimos en pleno proceso de elaboración: “¿Por qué a mí?”. Muchas veces, estas etapas se viven juntas, la negación con el enojo y la rabia. Luego aparecería la etapa del “regateo”, en la cual la persona sin aceptar lo que le pasa, busca negociar soluciones ficticias (por ejemplo: “si vuelvo a la iglesia, me curaré” o “si me reconcilio con mi padre, volverá a casa” etc.). Finalmente cuando todo esto no da resultado, la persona se deprime (Cuando Simba dice: “nadie me necesita”).
El joven león continua intentando evadir la responsabilidad afirmando “Las cosas malas pasan… ¿para qué preocuparse?”. Pero Lana lo enfrenta con su misión y con la unicidad de cada ser: “Vine a buscar ayuda y te encontré a ti, tu eres nuestra única esperanza”. Sólo él puede hacer lo que le toca realizar en la vida, y única es la oportunidad para realizar ese sentido como afirma Frankl.
Aún frente al pedido de ayuda y la afirmación de que los otros lo necesitan, el protagonista no puede asumir su vida y encontrar su camino. Esta resistencia nos recuerda la dificultad que presenta, en general, una persona que está pasando por un duelo o una crisis de vacío existencial. A pesar de la presencia de otros, de la ayuda de los demás, si la persona se encuentra en la etapa de negación, deberá vivir cada etapa y sólo nos queda acompañar.
El cambio ocurre finalmente, cuando logra recordar. Había olvidado a su padre y por lo tanto había olvidado quien era él. Al recordarlo, comprende que su padre vive en él y recuerda entonces de donde viene y quien es él. Retoma así su lugar en el círculo de la vida y en vez de seguir huyendo del pasado, aprende de él para ser el que está llamado a ser.
Este proceso en la película se da gracias al diálogo que establece con el mono, quien representaría al “curador”, el sacerdote o el psicólogo.
Conclusiones
El ciclo de la vida implica aprender a perder, la vida es una secuencia de pérdidas. El adolescente debe perder el niño que fue para ser adolescente; el adulto joven debe perder al adolescente para asumir su adultez y la persona madura debe dejar atrás su juventud para pasar a la siguiente etapa. No se puede crecer sin sufrir. La vida es una sucesión de adioses, de separaciones. Ser sano implica estar constantemente sumergido en experiencias de duelo.
Como dice el Dr. Carr: “Si aceptamos el duelo como una comprensible respuesta humana a una pérdida o separación, se deduce que en cierto modo estamos siempre en duelo, aunque no clínicamente deprimidos. Las pérdidas reales o simbólicas están siempre presentes y deben afrontarse”.
El círculo de la vida puede ser simbolizado en las siguientes etapas: dejar atrás a mis padres y la casa donde me crié (voluntad de placer); encontrar mi camino, una compañera/o de ruta, encontrar mi lugar en el mundo (voluntad de poder); volver hacia mis padres. Partir para poder llegar, para poder volver.
El mito nos muestra señales para volver a casa, para recordar lo olvidado, el sentido que nos fue heredado, hacerlo nuestro, descubrirlo y asumirlo.
Como dice un escritor uruguayo: «Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan, y ese lugar es mañana».
Escrito por: Ps. Alejandro De Barbieri Sabatino.
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