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Quiero compartirles cuatro lecciones que me dejó este año y cambiaron mi forma de ver al prójimo.

Llega diciembre y con el fin de año cada vez sentimos más la llegada del 2023. Empezamos a planear el otro año, en el trabajo hacemos balances, revisamos propósitos, todo con el fin de saber ¿qué pasó este año conmigo?, ¿qué pasó en mi forma de tratar a mi prójimo?, ¿qué pasó en mi amistad con el Señor Jesús?

Como cristianos, algo que siempre está en nuestras mentes necesariamente es compartir la vida con otros, pues sabemos que fuimos hechos para la comunión con los demás.

Los conflictos que a menudo encontramos en el mundo tienen implícitos una fuerte dificultad para entender que somos mejor como unidad.

 

 

Cuatro aprendizajes que me ayudaron a tratar mejor a mi prójimo

Quiero compartirles 4 aprendizajes que tuve este año con relación al ecumenismo, es decir, el diálogo con otras confesiones de fe:

1. La importancia de la unidad

A fin de año y en mi experiencia reciente, he reflexionado mucho entorno a la letra de la canción del Mundial de fútbol. Me movió interiormente la letra de «Better together», el nombre de la canción oficial. Cuando leemos la letra de la canción, encontramos que hay ciertas similitudes con nuestra fe: «Sabes que estamos mejor juntos», es una frase que quiero decirte que me ha llegado al corazón. Resultaba muy especial la invitación urgente a la unidad, en un país donde existe un credo religioso diferente al catolicismo y no solo religioso sino cultural.

Sin quererlo, sale un elemento que es clave para la vida cristiana y que además es necesario para toda la humanidad: sin unidad no podemos avanzar. Jesús mismo pidió por la unidad en su oración sacerdotal (Jn. 17, 21).

En el mundo nos enfrentamos continuamente al reto de aprender a amar a quienes piensan diferente a nosotros, que vienen de religiones diferentes o diferentes denominaciones cristianas. Esto para nosotros como Iglesia, lejos de ser un obstáculo, es una oportunidad para testimoniar con nuestras vidas la presencia real y viva de Jesús.

El ecumenismo y el diálogo interreligioso nos permite testimoniar la caridad cristiana, cuando garantizamos que cada persona sea libre de elegir en su relación con Dios qué quiere hacer.

Jesús también salió al encuentro de quienes pensaban diferente a Él. ¿Y qué les atraía tanto de Jesús? Su apertura al diálogo con personas con quienes no trataban mucho en la época. Por ejemplo, el encuentro de Cristo con la samaritana, en un momento en el que judíos y samaritanos no tenían mucha relación

 

DISCERNIR 4

 

2. Aprender a contar con los demás

La segunda lección a la que llego a fin de año es que algo que nos hiere muchísimo al corazón es dejar de contar con el otro. Nuestro corazón fue creado para la comunión, para el encuentro con los demás. Tenemos que reconocer con humildad que necesitamos mucho de los otros, aunque piensen diferente y tal vez tengan tradiciones distintas. El hecho de ser hijos de Dios ya nos pone en condición de hermanos.

Ser humano en parte pasa por reconocer que necesito del otro. Nuestro corazón fue hecho para salir de sí mismo y por eso estaremos felices siempre que vivamos esa comunión con Dios y con los demás.

Como lo decía el beato Carlo Acutis «la tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios».

Seremos felices en ese encuentro con el otro porque nuestro corazón reclama comunión, donación, encuentro con quien también lleva la huella imborrable de Dios en su interior. Incluso si es de otro credo religioso.

3. Reconocerme a mí como cristiano en medio de quienes no lo son

Pensar en el encuentro con otros, con otros credos, con otras religiones nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad particular como bautizados. Y es que solamente cuando se tiene conciencia de quien soy, del don de la fe recibido y de la vocación particular a la que he sido llamado puedo relacionarme verdaderamente con quien piensa o cree algo diferente.

No podemos desconocer que en el ecumenismo también hay tentaciones, como lo puede ser prescindir de elementos fundamentales de la fe, relativizar las verdades de nuestra fe o dejar en un segundo plano aquello que pertenece a la divina revelación y que la Iglesia custodia.

Teniendo esto en mente, es necesario resaltar que aprender a amar lo que el otro es pasa por reconocer la posibilidad de una vida distinta a la mía, siempre basándonos en el amor, la caridad cristiana y la verdad. Por eso tenemos que aprender abrazar a los demás sin permitir que esto derive en un sincretismo religioso.

El verdadero ecumenismo y diálogo interreligioso nos permite reconocer la identidad que cada quien decide libremente acoger y abrazarnos en esa realidad. La pregunta que siempre queda es: como cristianos, ¿ya tenemos claro quiénes somos? ¿Sabemos qué significa la vocación recibida como bautizado?

Siempre será esta una pregunta que tendremos que aprender a respondernos a medida que avanzamos en nuestra amistad con Cristo: ¿Quién eres Tú, Señor?, ¿quién soy yo? Esto nos permitirá caminar con la conciencia del don recibido en el bautismo, dando testimonio de Cristo, amando incluso a quien aún no se lo ha encontrado.

4. Avanzar juntos en el camino del amor

Amar a alguien que piensa diferente siempre será una tarea exigente. Nos será más fácil asimilar más unas diferencias que otras, pero lo cierto es que el amor es capaz de abrir caminos que en ocasiones no vemos y nos permite lograr mejores cosas juntos.

Quiero decirte que ha sido una experiencia personal muy enriquecedora cuando he sido capaz de abrir con amor mi corazón a realidades difíciles. Pienso a veces que somos cada uno muy diferente del otro y Dios, aun así, es paciente y nos abraza como somos.

Ahora, a fin de año, podemos pedir que Dios nos abra los ojos para que sigamos avanzando en el camino del amor juntos.

 

AMIGOS 2

 

Escrito por: Gary Siuffi e Isabela Cañas, vía Catholic-Link.

 

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