La información sobre cómo tratar y diagnosticar uno de los trastornos más comunes de nuestros tiempos, suele verse alterada por generalizaciones y datos imprecisos sobre él. Por lo que una guía para desmitificar este desorden mental es necesaria.
No se necesita estar en la privacidad de una terapia psicológica para escuchar “me siento súper ansioso”. Podemos estar en un café, en el supermercado, en un restaurante o en una conversación telefónica con una amiga y que este sea el tema de conversación. Pero, ¿qué hay detrás de que esto sea tan “común”, y que aparentemente “todos” lo padezcamos?
¿Es realmente ansiedad?
La ansiedad es una respuesta emocional que se puede dar ante distintas situaciones, en especial, en aquellas que se escapan por algún motivo al control de la persona. Esta, generalmente conlleva una respuesta a nivel orgánico, tal como sudoración, taquicardia, palpitaciones, sensación de ahogo o de pérdida de control.
Se estima que aproximadamente un 20% de la población padece algún tipo de trastorno de la ansiedad: fobias, trastornos de pánico, agorafobia, etc. Aunque es, probablemente, uno de los desórdenes mentales más comunes de nuestros tiempos. Cada vez se ve más generalizado: “Estoy irritado, tengo ansiedad”, “Me siento nervioso, es ansiedad”, “Tengo muchas ganas de dulce, es la ansiedad”, son algunas de las frases que escuchamos con mayor frecuencia.
Mitos sobre la ansiedad:
- Desaparece sola, sin tratamiento.
Creer que hay que aprender a “vivir” con ella es lo que podría llevarte a adquirir otras formas de trastornos de ansiedad más fuertes, por ejemplo, ataques de pánico o las fobias. La manera ideal es tratarla desde un primer momento, lo que permitirá adquirir recursos para su superación, y obtener una calidad de vida más satisfactoria.
- Se cura únicamente con medicación.
Es cierto que la medicación puede ayudar a disminuir la sintomatología, pero en ningún caso cura el origen del trastorno. Solo la terapia psicológica puede ayudar al paciente a conocer cuáles son los factores que predisponen y los que mantienen su problema. De esta manera, se reconocerán sus causas y se podrá practicar nuevas habilidades o reestructurar pensamientos dañinos.
- Debe evitarse aquello a lo que se teme y desaparecerá
Todo lo contrario. Lo único que esto hará es que persista, y cada vez con más intensidad. Lo ideal es obtener nuevos recursos mediante la práctica, para afrontar aquello a lo que se teme. Asimismo, es importante que quien la padece comprenda por qué le ocurre, y entienda que puede hacerle frente con unas pautas adecuadas.
- La terapia tarda mucho en arrojar resultados
Desde el modelo cognitivo conductual, la persona comienza a observar cambios desde las primeras sesiones. El manejo de sus pensamientos negativos y desadaptativos, sustituyéndolos por unos más realistas y acordes a la situación, son el primer paso para que el paciente sepa afrontar con éxito las situaciones generadoras de ansiedad y, por ende, se producirá su mejoría.
- No representa un grave problema
La ansiedad no viaja sola, puede transformarse en alteraciones de salud, como la adicción a sustancias nocivas y un estado de depresión de larga duración.
- “La ansiedad forma parte de mí, y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo”
Existen un sinnúmero de personas que piensan que la ansiedad es parte de su personalidad. Lo más importante es distinguir que la ansiedad no es un rasgo de la personalidad, es un trastorno de la mente. La clave está en adquirir nuevos estilos de pensamiento y aprender a gestionarlos de forma adecuada para que consigamos cambiar malos hábitos y así encontrar calma en nuestra mente.
· Todos los medicamentos para la ansiedad son adictivos
La Asociación para la Depresión y Ansiedad de América señala que los medicamentos de primera categoría para el tratamiento de la ansiedad no son adictivos. Por ejemplo, los inhibidores de serotonina (ISRS o IRSN) no producen dependencia. En cuanto a las benzodiazepinas, sí son más adictivas, por este motivo, el tratamiento con este tipo de medicación dura por un periodo determinado de tiempo que, por lo general, es corto y controlado.
Por Psic. Cl. María José Barredo S.
Máster en Cuidados Paliativos y Psicoterapia
mjosebarredo@gmail.com