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Compartimos un hermoso y emotivo microcuento para disfrutar en familia: «Naciendo a una nueva vida».

El sol resplandecía en un cielo azul, limpio y sin nubes. Nuestra caminata la hacíamos a paso lento por una calle vacía. En la puerta del hospital había una enfermera que al verme fue corriendo a traer una silla de ruedas. Yo le había dicho que no era necesario, que me sentía bien, pero como era parte del protocolo, ella fue igual y trajo la silla para mí.

El parto fue natural, sin complicaciones y, la recuperación, rápida. Era una gran bendición que este embarazo en particular haya sido tranquilo, considerando que estábamos solos en São Paulo.

Los meses de enero son siempre meses calurosos en la capital paulista. Coincidentemente ese día tan especial, era feriado.

Al caer la tarde los corredores del hospital quedaron vacíos, silenciosos, invitándome a la meditación y al descanso. Muy diferente de la vorágine que sucedió un día después…

 

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Naciendo a una nueva vida

… Dos meses habían pasado desde ese feriado paulista y el verano estaba finalizando, dando paso a la temporada de lluvias.

La garúa que caía intermitente en el paradero de ómnibus no avaló en nada nuestra alegría. Otro nacimiento iba a suceder en esa tarde oscura de sábado. ¡El nacimiento de nuestro hijo, como hijo de Dios, en el seno de la Iglesia!

El bautizo de nuestro hijo era especial y maravilloso a nuestros ojos. La Vigilia Pascual que se celebraba ese día adquiría en ese momento una mayor dimensión de celebración. Muy pocos amigos teníamos en aquella época, pero católicos o no, igual se dispusieron con alegría a acompañarnos en nuestra celebración.

Recuerdo claramente que la capilla era pequeña, silenciosa, permitiendo que nos introduzcamos en el misterio Pascual de la litúrgica a través de la contemplación.

Nuestro Bebé, nos acompañaba en silencio. Dócil y sonriente, como si algo del misterio le fuese revelado en su corta edad. Creo que si me lo contasen yo tampoco lo creería, pero lo que vino después confirmó que la acción de la Gracia muchas veces sobrepasa nuestra comprensión.

El agua es el símbolo por excelencia de la acción bautismal. Cuando recibimos el agua bendita, nacemos a una vida nueva. Esa conciencia nos había hecho buscar el sacramento para nuestro hijo aun bebe, aun sabiendo que para muchos eso es incomprensible.

Lo que puedo decir que fue incomprensible para mí y que hasta ahora no logro comprender en su totalidad, es la reacción que mi hijito tuvo cuando recibió el agua en su frente.

¡Con una amplia sonrisa me miró y como si quisiera expresar algo que lo sobrepasaba, balbuceo frases inentendibles… pero que expresaban felicidad!

 

 

Escrito por: Martha Palma Melena, nació en Lima – Perú (1971) donde se graduó en Arquitectura. Casada con Luis, se mudaron a São Paulo con su hijo mayor de solamente 1 año de edad. En esta etapa de su vida, entre las responsabilidades de la casa y las aulas de catequesis, se dedicó a observar la realidad que la rodea. Gracias a esta observación logra en estos artículos rescatar sus raíces e historia familiar, sirviéndoles de inspiración para colocar el verdadero valor del ser humano desde una mirada femenina. Diplomada en Especialización en Familia de la UCSP en Arequipa – Perú.

 

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