Los cambios en las rutinas, el tono del maestro, las nuevas formas de evaluación, las demandas relacionales, pueden ser causa de temor o ansiedad en un niño.
Los niños experimentan numerosos miedos en el curso de su crecimiento y maduración. La mayoría de los miedos infantiles son transitorios, de intensidad leve y específicos de una edad. No obstante, algunos miedos de infancia, pueden durar hasta la edad adulta, y causan un malestar clínicamente significativo a los niños y/o interfieren en su vida diaria en aspectos sociales, familiares o escolares.
Conviene, por lo tanto, diferenciar los miedos normales, propios de la infancia, que espontáneamente o con un poquito de ayuda se superan, de aquellos miedos “patológicos” o fobias que requieren tratamiento psicoterapéutico.
Miedos y ansiedades escolares
Nos encontramos muchas veces con niños en las escuelas que mantienen un comportamiento particular: movimiento frecuente en la silla (incluso sin levantarse de ella), mirada de temor, inquietud en sus manos, agitación, voz temblorosa, repeticiones en el habla, tics, mordida de uñas, es como si algo los amenazara y están alertas para reaccionar ante cualquier posible peligro a su alrededor…. o ante temores generados por sus propios pensamientos.
Puede ser algo pasajero, puntual o un estado de alarma que se convierte en un malestar que no le permite estar tranquilo y en condiciones apropiadas, incluso para atender con todos los sentidos a la clase. Muchas veces, cuando se hallan ante una situación estresante, les cuesta tranquilizarse más que a los demás niños. Los cambios en las rutinas, el tono de voz alto del maestro, las nuevas formas de evaluación vigentes, las demandas relacionales, etc., pueden ser causa para que se active esa alarma en el niño y se genere un estado de temor o de ansiedad.
Estos estados (miedo y ansiedad) pueden manifestarse con síntomas somáticos como: acidez estomacal, dolores de cabeza, pérdida de apetito, palpitaciones o pulso acelerado, aumento de apetito, sudoración, desconcentración, hipervigilancia, irritabilidad… es como si no pudieran ejercer ningún o poco control sobre la situación que les preocupa.
La diferencia entre el miedo o la ansiedad está en que en la ansiedad los estímulos que la generan son internos (no fáciles de identificar) y en el miedo los estímulos son externos (ruidos, oscuridad, situaciones nuevas), de modo que se pueden identificar más fácilmente. La ansiedad es una respuesta más generalizada a personas o hechos que no suponen una amenaza inmediata, aunque al niño sí le parecen amenazadores.
El miedo al fracaso escolar se refiere a rendimiento académico pobre, como sacar malas notas y sanciones de la autoridad escolar, como ser avisados los padres por el personal del colegio. Es esperado que este tipo de miedos aumente entre los 9 y 12 años de edad, cuando son más conscientes de las consecuencias que les puede traer el poco esfuerzo que puedan poner en sus estudios, o de las inhabilidades que tengan para ciertos procesos académicos y que requieren ser trabajadas lo antes posible.
Un estudiante ansioso tiene una preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida, por ejemplo, de puntos en sus tareas o en sus controles. Se anticipa con pensamientos recurrentes sobre posibles escenarios negativos que pudiesen presentársele, tales como: la pérdida del año escolar, el “castigo” de los padres, la recriminación social de los compañeros, evidenciar sus malas calificaciones frente al grupo, etc. La duración del problema es de por lo menos 4 semanas. La buena noticia esque aproximadamente el 90% de todos los niños con ansiedad pueden mejorar mucho si aprenden técnicas de afrontamiento.
Los niños con síntomas de ansiedad en clase son aquellos que preguntan frecuentemente si están bien sus respuestas, no quieren resenponder si no tienen la reconfirmación de la respuesta del maestro, tienen la sensación de que “nunca van a conseguir sacar buenas notas”, sienten como amenazas inmediatas situaciones, hechos o personas; es decir, tienen una percepción defectuosa de los hechos y tienen una interpretación errónea del significado de los mismos; es más que un simple miedo. Muchas veces evitan ir al colegio porque la ansiedad de obtener con “seguridad” una mala calificación les impide afrontar con serenidad la situación amenazadora, por ejemplo un trabajo de investigación; otros pasan la noche entera “atormentándose” con ideas de su posible mal rendimiento, lo cual les puede impedir rendir efectivamente en sus pruebas o tareas.
Afrontamientos
• Hay que rectificar los pensamientos erróneos. Procurar darle la importancia real a las cosas. “Es verdad que necesitas sacar un mínimo de siete puntos, para aprobar el año escolar, pero es también cierto que si cumples con tareas y trabajos individuales o grupales en clases, es muy probable que alcances no solo siete como nota, sino mejores notas porque no hay razón para que las cosas no te salgan bien, si pones de tu parte”.
• Modelos claros y serenos por parte de padres y profesores, sobre cómo actuar o reaccionar frente a las demandas (modelamientos). Esto se logra poco a poco y con paciencia. Mostrar al niño que el fracaso es su amigo y maestro, así como signo de esfuerzo, valor o progreso; un compañero al éxito. Hacerle sentir al niño que sus padres lo apoyan siempre.
• Generar autoconfianza en el niño, de que si ha resuelto situaciones anteriores, que hayan sido leídas como amenazadoras, y si ha salido con éxito de ellas, por qué no habría de volver a lograrlo; sentido de valentía personal: “¡Adelante!, tú puedes”.
• Calmar el sistema nervioso. Puede haber métodos físicos (técnicas de respiración, ejercicios físicos, masajes, biofeedback); métodos mentales (interrumpir obsesiones angustiosas y reducir su gravedad, visualización positiva, buen humor, meditación oración).
• Ayúdalo a mantener buenos hábitos de estudio, el secreto de un buen estudiante es ser constante y persistente en sus estudios, sabiendo que una buena prueba sumativa solo es el resultado de una buena actitud diaria frente a los aprendizajes. Controlar el cumplimiento de tareas, revisa su agenda y fírmala a diario.
• Ayudas extraordinarias solo cuando realmente sean necesarias, como una profesora que le explique un contenido que no tiene claro y que le genere tranquilidad al niño respecto a lo que no conoce o no domina.
• Procurar pensamiento flexible, las cosas no se resuelven de una sola manera, se pueden encontrar distintos caminos para encontrar soluciones, ¡creatividad!
• Psicoterapia en los casos en que se necesite de un profesional que apoye el trabajo de los padres y que ponga en práctica una serie de técnicas para superar esas crisis de ansiedad, si se mantienen por períodos superiores al mes.
Por Mónica Morla de Salvador Lcda. en Psicología, Terapia Racional Emotiva Conductual monica_morla@yahoo.es |