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Historia de un noviazgo: Entre enamorarse y el amor de verdad. ¿Qué diferencia en realidad mi noviazgo ‘cristiano’ de cualquier otro?

Hoy he discutido con mi novia. Y antes de arreglarlo, todo parece que se hunde y que no funciona. Es fácil que te invada la desesperanza y la tristeza. Y me he acordado de esa película de Netflix -que por supuesto vi con ella- que se titula ‘Historia de un matrimonio’.

Esto no quiere ser una crítica cinematográfica, pero no hago ningún spoiler si te cuento que es la historia de un matrimonio en crisis. En una crisis muy grave… que termina
con el divorcio.

Mi relación no va a terminar ni mucho menos. Y mucho menos por una discusión tonta. Pero reflexionando sobre la película me ha llevado a preguntarme: ¿Cuál es la diferencia entre mi relación y la de esta pareja? Yo no quiero terminar así desde luego. Y creo que para entenderlo, tenemos que ir al principio.

 

 

Así nos conocimos

Ana y yo nos conocimos en 2015 en unas misiones para jóvenes que hacemos cada año en un pueblo de España. Yo andaba un poco perdido en la vida, y esta experiencia me hizo reencontrarme con mi fe, con la Iglesia y también con el camino que quería andar. Y dentro de esa experiencia, esta mujer guapa, inteligente, con valores… y católica, cobra una gran importancia.

Después de esta ‘reconversión’ creo vislumbrar un plan que Dios quiere para mí. Empiezo a ver señales en todas partes diciéndome que esta chica, podría ser mi futura esposa. No mi novia, si no la madre de mis hijos. Que no fuera como las demás, ni un ligue más, que no fuera una decepción más… Por eso empiezo a rezar y a discernir diciéndole a Dios: “Que sea solo si ella es la indicada para mí… y si yo soy el indicado para ella”.

Por mucho que me gustara, por mucho que pensase en ella, por muy nervioso que me pusiera cada vez que la veía… asumía que solo se haría real si Dios lo quería. Y así fue. Después de meses conociéndonos, compartiendo, contándonos nuestras vidas y viendo que existía una posibilidad… empezamos a salir.

Y ahora van a hacer cinco años. Cinco años en los que han pasado muchas cosas: hemos disfrutado juntos, nos lo hemos pasado muy bien, hemos hecho planazos, hemos conocido a nuestros amigos, hemos trabajado en proyectos juntos, hemos ido a grupos de novios, nos hemos formado, hemos hecho cursos juntos… Y después de un tiempo más que suficiente hemos decidido que nos casamos.

Porque todo lo que hemos vivido juntos, nos ha hecho querernos más. Hemos visto que somos mejores cuando estamos juntos. Que somos más felices, haciéndonos felices el uno al otro. Hasta aquí, todo bien. Normal. Pero resulta que en nuestro noviazgo, no todo ha sido color de rosas.

 

 

La otra cara de la moneda

También hemos discutido mucho -pero mucho-, hemos pasado por crisis realmente dolorosas, fallecimientos en nuestras familias, momentos laborales y de estudios delicados… Ha habido situaciones en las que hemos sufrido. En las que creíamos que no funcionaba y que esto no iba a ninguna parte… Y ¿sabes? Esto nos ha hecho querernos todavía más.

En la película de Netflix ‘Historia de un Matrimonio’ la situación que vive esta pareja termina por estallar. El espectador ve perfectamente como eso no hay por dónde cogerlo. Y también que es una pena y un gran drama tener que vivir una crisis así. Y desde luego, puede pasar y la vida no es fácil. Pero yo doy gracias a Dios todos los días porque en esas crisis y situaciones límite, pudiéramos volver a levantarnos.

Que mi futura esposa y yo no nos rindiésemos y lucháramos por nuestra relación es lo que ha hecho que hoy en día seamos quienes somos. Apostar siempre por el amor, que no nos engañemos, es: decidir querer cada día. El amor no es solo un sentimiento. Es una decisión que uno realiza con su voluntad.

Y quiero pensar que hemos sido capaces de superar todos esos baches, porque en nuestra relación hemos puesto algo por encima. Algo más grande que nosotros, un ideal, una misión, unos valores… Dios. Un ejemplo que nos demuestra permanentemente lo que es amar de verdad: también en las malas, en el dolor, en el sufrimiento y cuando no entiendes de ninguna forma a la otra persona.

 

 

Una relación… ¿de dos?

Tener esa visión sobrenatural hace que cobre sentido el querer para siempre, la fidelidad, la castidad, la nobleza… Porque tener esa referencia y esa meta, te hace seguir peleando. Y no solo pelear para superar los problemas, sino también para seguir creciendo y trabajar por querernos cada día un poco más. Porque el amor es paciente, no es rencoroso, perdona siempre y sobre todo… es una elección de vida.

Por Internet circula una especie de cuento ‘meme’ bastante bonito que expresa en parte lo que ha sido ese ‘salir de las crisis’. Son dos abuelos que se dicen el uno al otro que ahora todo se desecha, todo tiene una vida programada… y que antes en cambio arreglaban las cosas que se rompían.

Yo tengo fe. Y quiero creer que existe un Dios, que es mi Padre y que me quiere y me guía. Pero el amor es una realidad. Y esta decisión de ‘querer querer’, no tiene porqué estar relacionada con unas creencias. Es de sentido común. Todos tenemos un anhelo dentro de nosotros que aspira a que nos quieran en nuestra totalidad.

Sabemos que el mejor móvil sería ese del que no me aburro y que me funciona siempre. Somos conscientes de que la verdura es más sana que el azúcar o que la ropa perfecta es la que nunca pasa de moda. Todos -con un par de dedos de frente- somos capaces de ver que el mejor amor, lo que más queremos, es que nos quieran de verdad. Y eso no pasa solo por el sentimiento del momento o las cosas que nos pasan.

Estoy muy orgulloso de nuestras vidas. Porque ahora ya no es solo la mía, sino que somos dos… o tres. Y ahora miro atrás y doy gracias por los momentos tan buenos que hemos vivido, y desde luego que doy gracias por las crisis que hemos superado juntos. Por esos momentos difíciles que nos han enseñado a querernos más.

 

 

Escrito por: Javier González García, vía Aleteia.

 

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