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Padres ¿sabían que hacerles la vida más fácil a las nuevas generaciones podría arruinarles su futuro?

Cuando miramos la sociedad en que vivimos hoy, la facilidad con que cualquiera se ofende, la debilidad para enfrentar adversidades y la velocidad con que llaman a todo “derecho”, tenemos que preguntarnos: ¿cómo llegamos a esto?

Muchos niños hoy en día tienen padres mayores porque las parejas no sólo se están casando más tarde (en promedio a los 33 años) sino que tienen hijos a mayor edad (más del 30% de los nacidos vivos tienen madres de más de 30 años) y existe una gran diferencia entre ser un padre de 20 y pico y uno de 30 y pico de años.

Para padres jóvenes que están aún empezando sus carreras, los recursos materiales no abundan. Hay prioridades como pagar la maestría o comprar una casa. También hay expectativas personales no satisfechas que requieren de más tiempo para el trabajo y menos para construir una familia. Ideologías como el feminismo venden a las mujeres la idea de que no pueden lidiar con maternidad y profesión al mismo tiempo, que lo primero opaca lo segundo.

Por otro lado padres de más edad tienen resueltos varios aspectos de su vida económica y, por tanto, más disponibilidad de recursos. El resultado muchas veces es que invierten en desbordar la agenda de sus hijos con actividades extracurriculares, en la búsqueda por proveerles de todas las oportunidades que ellos creen les serán útiles en la vida.

Y cuando alguien crece en un mundo que parece acomodado a su conveniencia, no puede sino estar convencido de que el universo gira a su alrededor, que todo y todos deben alinearse a sus criterios y deseos. No es difícil sentir que sus preferencias y gustos son derechos, que su opinión debe ser ley.

 

 

Otras generaciones

Los niños de otras generaciones solían tener varios hermanos y esa siempre era una fuente de virtudes y aprendizaje, fortaleza, paciencia, generosidad, etc. Suele haber competencia en familias grandes y eso es saludable porque les da la ocasión de vencerse a sí mismos y a los obstáculos que se les presentan, pero en un ambiente de amor y hermandad.

Las generaciones actuales, aunque parece que les sobra la confianza en sí mismas, esta no está enraizada en experiencias significativas en que se adquirieron y desarrollaron esas habilidades; por eso cuando son cuestionados o perciben cualquier oposición, es más probable que se ofendan o hasta se quiebren.

Para las familias de hoy con menos hijos, parecería que cada uno es más apreciado, no que los niños de familias grandes no sean amados, sino que cuando son varios la atención que les damos se divide razonablemente. Cuando hay muchos hermanos, los chicos aprenden a socializar entre ellos y no dependen de que los padres (o un dispositivo) los entretengan todo el tiempo.

Pero cuando tienes sólo un hijo vas a dedicar todos tus recursos y todo tu tiempo a darle “lo mejor”, inclusive “lo que yo nunca tuve” como una forma de compensar tus propias carencias. El riesgo ahí es que lo sobreproteges y sobre provees. La respuesta común a por qué no tener más hijos es que la economía “no alcanza para darles lo mejor”. Sólo que “lo mejor” no necesariamente se refiere a valores o virtudes sino a satisfacción material.

Y aunque muchos argumenten que se trata de darles la mejor educación posible, esta se limita a la instrucción académica que les permita alcanzar un nivel socioeconómico igual o superior al de los padres. No nos preocupa tener más hijos porque no podremos inculcarles principios a todos, sino porque la plata no alcanzaría para que tengan el nivel de vida (material) que aspiramos para ellos.

 

Carencias muy marcadas

Las nuevas generaciones provenientes de familias más pequeñas presentan cada vez más jóvenes carentes de habilidades sociales, porque han crecido sobreprotegidos y con aversión a los desafíos, por lo que no son muy resilientes; sufren del síndrome de gratificación inmediata porque están acostumbrados a tenerlo todo con un solo berrinche o click. Debo aclarar que no estoy diciendo que el número de hijos es el único factor que determina estos resultados, sino llamando la atención a posibles consecuencias de una decisión que, aparentemente, es razonable con los tiempos que vivimos.

No siempre es fácil comprender lo importante que es permitirles enfrentar obstáculos, cometer sus propios errores, caerse y rasmillarse las rodillas, el valor de pequeñas miserias que no dejamos que sufran. Evidentemente queremos usar nuestra experiencia y recursos para facilitarle la vida a nuestros hijos, pero hay que preguntarse ¿realmente quiero hacerle la vida fácil a alguien que amo?

 

 

Escrito por: Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam Spotify: Medio a Medias.

 

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