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Dios ha querido nacer en una familia humana, como nosotros, para tener un padre y una madre.

En circunstancias, como las actuales, en las que se tiende valorar muy poco la familia, tomar conciencia que, el hijo de Dios nació y vivió en una familia, es fundamental. Es en ella donde santificó los lazos familiares junto a su madre María y su padre José. Porque tal como Dios lo ha instituido, es en la familia que el hombre encuentra su pleno desarrollo personal y, por tanto, la felicidad de su corazón.

Revitalizarnos en la familia de Nazareth

Volver sobre la Sagrada Familia compuesta por Jesús, María y José nos hará un gran favor ya que ella nos atrae y revitaliza por su extraordinaria sencillez. Es un ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias, las ayuda a convertirse cada vez más en una comunidad de amor y de reconciliación, en la que se experimenta la ternura, ayuda y el perdón recíproco.

La familia, según su estructura originaria, es donde existe un padre y una madre, un varón y una mujer, iguales en dignidad, pero distintos y complementarios. ¡Qué bonita es la familia, tal y como Dios la ha pensado! Él quiere el bien del hombre, y por eso ha inventado la familia para convertirse en “cuna de la vida” y “hogar de amor”.

Siempre que celebro un matrimonio les deseo al novio y a la novia muchas felicidades para que “su casa se convierta en hogar”. En efecto, la casa son los ladrillos, la grifería, los muebles…mientras que el “hogar” son las personas, los hermanos, abuelos, tíos, primos, etc. Aquí la riqueza de estas relaciones humanas y el espíritu de amistad deben reinar. Da pena decirlo, pero hay hermosas casas que son sólo refrigeradoras de hogar.

“Permiso”, “perdón” y “gracias”

El papa Francisco ha insistido en que deben regir tres palabras en una familia: cuando no se es entrometido y se pide “permiso”, cuando no se es egoísta y se aprende a decir “gracias”, y cuando uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir “perdón”, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!

Animemos a las familias a tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. En efecto, el anuncio del Evangelio pasa, ante todo, a través de las familias, para alcanzar después los diversos ámbitos de la vida cotidiana.

Por: Alejandro Saavedra sdb
Párroco y Rector del Santuario María Auxiliadora (Guayaquil)

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