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La sexualidad en pareja no es tabú, sino algo a tener muy presente, porque es algo realmente importante… haz el amor y hazlo bien.

Demasiados tabúes sobre el sexo en pareja, en una sociedad que paradójicamente sexualiza y erotiza todo. Vuelvan a hacer el amor, hace falta empeño y constancia, pero sin él nos condenamos a la división y a la infelicidad.

“¿Hacer el amor?”

“¿Quién se acuerda?»

“¡Tengo que pedirle un hueco en la agenda!”

“Ah, ahora ya… nos evitamos”

“Pasamos de hacerlo”.

Muchas risas… amargas. Estas suelen ser las primeras reacciones cuando se toca el tema sexo en un grupo de parejas.

Y cada vez me sorprende más cómo – en una sociedad tan fuertemente sexualizada y erotizada como la nuestra – el sexo en una pareja estable esté hecho más de bajos que de altos: cansados por el trabajo y el cuidado de los hijos, sin pasión ni deseo, con rencores atrasados, a la pareja le cuesta ponerse de acuerdo sobre la manera, la frecuencia, el tiempo que dedicar a la sexualidad. Y se desaniman, y retroceden.

 

 

Faltan las palabras

En primer lugar faltan las palabras: ¿Cómo sueles pedirlo a tu pareja? ¿Con el clásico banalizante “¿Hacemos el amor?”, o incluso con el alusivo “¿Lo hacemos?”, “¿Vamos…?”, ¿o con versiones más vulgares?

Probablemente ni lo piden. Como la mayor parte de las parejas, se acercan, o tienen pequeños rituales que solo ustedes conocen.

Pros y contras: aunque es verdad que dejar de lado las palabras y hacer hablar al cuerpo es el mejor sistema para dejarse llevar, también es verdad que esto funciona cuando las cosas van bien. Cuando no hay entendimiento, la falta de palabras deja un vacío aún más profundo que no permite expresar el deseo. Y la distancia aumenta. Aumentan los silencios o las alusiones veladas o – peor – las pullas sarcásticas cuando pelean, lo que solo sirve para añadir “another brick in the wall”.

El sexo es ante todo corporal

Por tanto, el sexo es una tarea ante todo corporal y que cuesta describir con categorías lingüísticas, pero dado que debemos escribir sobre ello, usaremos la expresión “hacer el amor” no porque sea la ideal, sino porque encuentro adecuado el uso de las dos palabras:

HACER: en el sentido práctico de construir. Hay una idea de actividad laboriosa que – como ya he escrito antes – es la clave para afrontar toda crisis de pareja. Nos ponemos en marcha físicamente para “crear” algo. ¿Qué? “Amor”, obviamente.

AMOR: el acto sexual crea amor, y lo crea de manera profunda. Lo crea en una condición en que estamos desnudos, sinceros, expuestos. Pero, precisamente porque estamos desnudos, sinceros y expuestos, hay que aceptar también los riesgos.
¿Cuáles son los riesgos? Que se puede “hacer el amor”, pero también se puede “hacer el odio”, o “hacer la ausencia”.

Si nunca lo han experimentado, dudo que puedan captar en profundidad el significado de estas palabras.

 

 

Examen de conciencia

Un pequeño examen de conciencia:

  • ¿Te ha pasado lo de ofrecer el cuerpo teniendo lejos la mente?
  • ¿Lo de buscar una postura (¿involuntariamente?) incómoda?
  • ¿Hacerlo demasiado deprisa?
  • ¿Lo de hacerlo pensando en otra cosa (o en otro/a)?
  • ¡Una lástima!

Ya no es solo que están traicionando el significado de lo que están haciendo, sino que además desperdician una ocasión de encuentro, y se convierte, al revés, en un paso hacia el infierno de la soledad íntima.

Me gusta – y creo que a todos, no solo a los católicos – citar a Pablo de Tarso, que hace dos mil años escribía a los habitantes de Corinto:

No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo y por algún tiempo, a fin de poder dedicarse con más intensidad a la oración; después vuelvan a vivir como antes, para que Satanás no se aproveche de la incontinencia de ustedes y los tiente.

Para analizar

Hay que saber que la abstinencia debe ser “de común acuerdo”, por tanto, no es un arma de chantaje, ni un premio, ni una forma de presionar. Además es “temporal” y sobre esto diría que un mes (pero he encontrado aún de más) desde mi punto de vista es mucho más de lo que debería entenderse como temporal.

La abstinencia tiene un objetivo (para San Pablo “dedicarse a la oración”) y por tanto no vale una abstinencia por aburrimiento o por acuerdo tácito de no invertir en la relación. Y existe un motivo para esto: “que satanás no les tiente”.

Dado que satanás significa “el que divide” (diablo significa literalmente esto), me tomo la licencia de parafrasear a san Pablo y decir que no cuidar la sexualidad es condenarse a la división. Quizás no con un abogado, pero sí una sutil y fastidiosa división interior, que parte a nivel corporal y que se extiende al corazón y a la cabeza, por usar un lenguaje comprensible a todos.

 

 

Polaridades de la teoría de Sternberg

La sexualidad necesita integrar en la pareja las tres polaridades de la teoría de Sternberg:

PASIÓN – CUERPO

Es la dimensión atractiva de la relación y de la sexualidad. Esta dimensión parte del cuerpo y de sus pulsiones. A veces precede a la relación (especialmente en los jóvenes y en los hombres) es decir, el deseo del otro crea una especie de imán que atrae, activa fisiológicamente el cuerpo y lo predispone al abrazo. Otras veces acompaña al encuentro (sobre todo en las mujeres, y en los menos jóvenes).

En pocas palabras, es absolutamente normal que cuando una pareja es joven parta de un deseo (o de un pensamiento) que causa una activación fisiológica (es decir, un aumento de la frecuencia cardiaca, una erección y una lubrificación, pero no solo) y que desea el encuentro. Conforme la edad avanza, será la relación misma la que predispondrá el cuerpo al encuentro.

Desanimarse por las facultades perdidas podría reflejar una idea de la sexualidad muy ligada a la adolescencia, que afortunadamente el paso de los años hace desechar. Algunos expertos consideran que gracias a la edad, los hombres y mujeres – a pesar de que sus cuerpos envejecen – se convierten en sexualmente compatibles. A una cierta edad, también el hombre – como suele pasarle a la mujer – necesita tiempo y cercanía.

Tus labios destilan néctar, oh esposa, hay miel bajo tu lengua, se lee en el Cantar de los Cantares.

Para explicarlo mejor: las zonas erógenas – más irrigadas de sangre – son las zonas donde me acerco más a tu … corazón. El corazón es el órgano por excelencia ligado a los sentimientos, a las emociones, al amor. “Me has robado el corazón”, “Te doy mi corazón”, pero también, “Arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne”, ¡son frases para nada metafóricas!

INTIMIDAD – MENTE

La dimensión psíquica, nuestra inteligencia de buscar y encontrar modos funcionales de relación. La inteligencia de convertirse en amigos (como “amiga…”, “hermana…”, “esposa…” así describe a la amada el Cantar de los Cantares).

Confiar, abierta y espontáneamente: “¿Cómo te gusta?”. Mente para comprender el momento justo, las palabras justas, para convertirte en querido, querida.

Intimidad para el deseo de estar bien juntos y hacer cosas bellas, re-creativas. Digamos que la mente – en la sexualidad – suaviza el hervor de la pasión y nos hace más humanos (la pasión sexual, el impulso, parte de nuestro cerebro reptiliano, y si se le deja solo, no podrá hacer mucho más que lo que hace un reptil).

La intimidad busca lo bello, la sonrisa, los ojos en los que puedo reflejarme. Hace que el acto sexual – en acuerdo con el corazón – sea una experiencia en la que hay también ternura, interés por el otro, sincero. Si la pasión corre el riesgo de “arrebatar” y “pretender”, la intimidad se “hace cargo” del otro.

COMPROMISO – ALMA

En la pareja, y en consecuencia en su expresión sexual, hay una dimensión espiritual, sobrenatural, que se expresa prácticamente en una asunción plena de responsabilidad, un ethos. Yo te elijo, te tomo, te acojo.

El alma entra en la sexualidad también porque la sexualidad se abre a la vida, y aunque no engendra siempre vida, engendra nuestra historia, nos une, nos apega, en una zona que trasciende la corruptibilidad de nuestro cuerpo, las bromas de nuestra mente, y nos hace mirar juntos a un horizonte de significado compartido. Aquí hay siempre un gran temor y temblor de encontrarse ante un “tu” y ante un “Tu” que nos abraza a los dos.

Esto sucede en los momentos mágicos en los que, mientras se hace el amor, los ojos brillan, porque te veo en tu esencia, fundido contigo y al mismo tiempo presente a mí. ¡Te veo (te acojo)! ¡Te miro (te escruto con intención amorosa)! Una experiencia mística. Tranquilos, no sucede siempre, pero…

Con estas premisas, se entiende que sea superfluo explicar por qué es importante la fidelidad, por qué los adolescentes sin compromiso no pueden experimentar una sexualidad plena, por qué no sirve de nada drogarse con sexo.

Consejos básicos

Para terminar, unos consejos básicos:

Hagan el amor lo más a menudo posible: se les hará más natural, no se enfadarán si alguna vez no va como esperaban, aunque no sea perfecto lleva a la unión.

Sean amorosos: no se lleven a la cama los rencores, las incomprensiones. Están, pero aquí estamos en otro nivel. Puede ser una operación difícil, pero no imposible. Aclárense antes, o creen una zona de tregua. Se puede.

Sean fuertes: ustedes son adultos. No se nieguen de entrada. No sean niños, sean adultos. Si tienen traumas sin resolver, pidan ayuda. No sean frágiles: el que desea, propone, sin tener en cuenta si es siempre él o ella. Quien recibe la propuesta – si no hay problemas graves – la acoge.

Organícense: si viene espontáneo, genial. Si no viene espontáneo, busquen “agenda en mano” momentos y espacios en los que poder estar juntos, tocarse, estar tranquilos. El resto vendrá solo.

Me salieron cuatro consejos, el número de la plenitud, de la totalidad, de las fases lunares, de las estaciones, de los puntos cardinales. El número del corazón y de sus cuatro partes. Que permite a la vida fluir y a las emociones expresarse, y que late fuerte cuando se hace el amor.

 

 

Fuente: Semprenews, Aleteia.

 

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