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La paternidad es mucho (¡muchísimo!) más que engendrar hijos, y te explico por qué.

¿Es verdad que podemos «crear un ser humano»? Salvo que nos dediquemos a la inseminación artificial y luego generemos nosotros mismos las condiciones para que ese nuevo ser humano prospere, creo que lo que nos presenta este video de «The School of Life» es, tal vez, un poco pretencioso.

¿Crear un ser humano?

La maravilla más importante de la paternidad no es que podamos «hacer un hígado» – que, en la dura realidad, no podemos – o «crear un ser humano», sino ser co-creadores.

Es decir, podemos ser, junto con Dios, los iniciadores de una nueva vida. Y ese «podemos» también es tomado con pinzas, ya que no depende exclusivamente de nuestra naturaleza, sino de la gracia de Dios que nos concede un hijo.

Seamos honestos: no somos capaces de «hacernos» a nosotros mismos – en el sentido de educarnos y ser hombres y mujeres de bien – sin la (enorme) ayuda de la gracia. Menos vamos a poder «conjurar las extremidades» como dice el video, de otra persona si no es con la ayuda de Dios.

El problema de este video es que el eje es bastante narcisista: «Deberíamos tener hijos para darle sentido a nuestra vida». No, error: deberíamos darle sentido a la vida de nuestros hijos cuando encontremos sentido a nuestra propia vida, porque nadie da lo que no tiene.

Diría que es una relación de plenificación en ambos sentidos. Dándole sentido a la vida de nuestros hijos, encontramos al mismo tiempo cada vez más sentido a nuestra propia vida.

 

 

En la paternidad reaprendemos el significado del amor

Los hijos nos enseñan a amar incondicionalmente a alguien que no somos nosotros mismos. Si algo tiene la experiencia de la maternidad y la paternidad es que desde el primer instante vamos a amar a ese bodoque, pase lo que pase.

Incluso el amor matrimonial evoluciona y nos cambia – para bien o para mal, eso dependerá de nosotros – porque podemos ver que el amor a nuestros hijos es distinto al amor a nuestros cónyuges. Lo que creíamos que era amar en nuestro matrimonio queda muchas veces empequeñecido al lado del amor que tenemos por nuestros hijos.

Hacemos lo que nunca nos creímos capaces de hacer

Ese amor nos mueve a hacer cosas que nunca antes pensábamos que íbamos a poder hacer. Como levantarnos dos, tres, cinco veces por noche para atender a un llorón demandante que no parece entender que la noche se hizo para dormir.

O cambiar una bomba de pañal como si no existieran los olores nauseabundos. O velar al lado de una cuna con fiebre por horas interminables. La paternidad nos cambia, nos hace más conscientes y alertas sobre los peligros del mundo en el que vivimos.

Los hijos nos obligan a mejorar

Salvo que queramos transmitir a nuestros hijos una cosmovisión hipócrita, no podemos hacer otra cosa que mejorar. Y no hay mejores jueces que nuestros hijos. Nos demandan tiempo, energía, alegría, amor, paciencia, cariño… y todas esas demandas no tienen un «ida y vuelta», sino que son (casi) totalmente desinteresadas.

No podemos decir a nuestros hijos que no mientan y, a continuación, si alguien nos llama por teléfono y ellos atienden decirles: «Dile que no estoy». Es como decirles «te dije cien millones de veces que no exageres». Un mensaje contradictorio.

Nuestros hijos nos educan: si alguna vez bendecimos la mesa antes de comenzar a comer, luego ellos exigirán que la mesa sea bendecida cada vez que nos sentemos. Para criar a hijos sanos vamos a tener que ser coherentes entre nuestras acciones y nuestras palabras.

 

 

En la paternidad educar es conducir

Y para conducir tendremos que tener un punto de partida y un punto de destino. En un momento del video, el autor hace una pregunta: «¿qué constituye una buena vida?» y soslaya la respuesta, como si no fuera importante, dando a entender que el solo hecho de tener hijos responde a esa pregunta.

De nuevo, con matices, la respuesta es en apariencia correcta. Pero en el fondo está errada: una buena vida es un buen amor. Nosotros llamamos a nuestros hijos a la existencia mediante un acto concreto de amor. Los llamamos al amor, y si les brindamos mucho amor, van a tener buenas vidas.

Ser padre no es «crear un ser humano». Ser padre no es solamente engendrar biológicamente. Ser padres implica generar hijos para el Cielo. El amor busca el bien de la persona amada y ¿qué mayor bien que la salvación y la felicidad eternas? Por eso mi insistencia: el mensaje del video está bien, pero solamente bien. Le falta una mirada sobrenatural que llene de sentido no solo a quienes son padres biológicos, sino a aquellos que son mucho, muchísimo más que eso: padres espirituales.

Te dejo algunas preguntas que pueden ayudar a evaluarnos en nuestras familias y relaciones: ¿Qué hago para engendrar hijos para el Cielo?, ¿soy una buena influencia y ejemplo para que quien me vea a mí vea al Padre que está en el Cielo?, ¿tengo presente la salvación de mis hijos en mis oraciones y en mis acciones?, ¿cuido a los que me han encomendado?

 

 

Escrito por: Andrés D’ Angelo, vía Catholic-Link.

 

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