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La investigación científica indica que la pornografía actúa directamente sobre el sistema de recompensa del cerebro.

Con el crecimiento de internet se ha observado un hecho curioso: el aumento del consumo de pornografía. Un estudio nacional danés publicado en 2006 reveló que más del 50% de los hombres y el 20% de las mujeres de entre 18 y 30 años consumen pornografía semanalmente. Las cifras se vuelven más aterradoras cuando se analiza la exposición a la pornografía de los adolescentes menores de 18 años. Una publicación de 2008 en la revista CyberPsychology & Behavior demostró que más del 90% de los chicos y el 60% de las chicas han estado expuestos a la pornografía a través de Internet.

Según un informe del sitio Porn Hub (que tiene cerca de 130 millones de vistas por día), durante 2022 México ocupó el sexto lugar en consumo de pornografía a nivel internacional y los jóvenes de entre 18 y 24 años fueron el grupo etario con mayor consumo, concentrando el 34% del total.

Para la mayoría de las personas, ver pornografía es una forma de entretenimiento, y las críticas al uso y consumo de la pornografía solían limitarse a círculos religiosos o grupos considerados conservadores. Sin embargo, ¿es realmente inofensiva la pornografía?

Todo consumo de pornografía comienza ocasionalmente y no se considera necesariamente perjudicial al principio. Save The Children, en su informe el informe (Des) información sexual: Pornografía y Adolescencia, asegura que en el 17% de los casos el primer acceso a la pornografía ocurrió de manera accidental gracias a la publicidad en sitios web. Sin embargo, a pesar de ser accidental, no es inofensivo.

La investigación científica en los campos de la psicología y la neurociencia indica que la pornografía actúa directamente sobre el sistema de recompensa del cerebro. Este circuito es el responsable de experimentar placer, que a su vez está regulado por una sustancia llamada dopamina. El consumo de pornografía inunda el cerebro de dopamina y, en cuanto el nivel de esta sustancia empieza a descender, el individuo busca más. Por eso, esta actividad se convierte en un ciclo compulsivo.
Un estudio reciente titulado Can Pornography be Addictive? An FMRI Study of Men Seeking demostró que la adicción a la pornografía se comporta de forma similar a otros tipos de adicción (como la adicción al juego, a las drogas, etc). En casos extremos, la necesidad de consumir material pornográfico puede ocupar un espacio desproporcionado en la vida de una persona, provocando aislamiento social y problemas en las relaciones interpersonales.

 

 

Consecuencias de la pornografía

Entre las principales consecuencias de la pornografía están:

  • Sentimiento de vergüenza y aislamiento
  • Pérdida de interés por otras actividades (escuela, trabajo, etc.)
  • Disminución del rendimiento académico o profesional
  • Dificultad para mantener relaciones sociales reales
  • Disfunción sexual (disfunción eréctil, eyaculación precoz)
  • Pérdida de interés sexual en parejas reales
  • Síntomas de abstinencia

El número de personas que se dan cuenta de que tienen un problema con la pornografía y buscan ayuda no deja de crecer, y estas cifras se han disparado con la pandemia.

 

 

Smartphones, la principal puerta de acceso

Por desgracia, aún no hay estudios concluyentes sobre los mejores tratamientos para esta adicción, pero hoy en día las principales medidas para ayudar a quienes sufren este problema son la psicoterapia, la terapia cognitivo-conductual y, en casos más graves, la medicación antidepresiva o ansiolítica.

Es muy importante que los padres, profesores y tutores sean conscientes de este problema y estén atentos a las señales de cambios en el comportamiento de los niños y, sobre todo, que presten mucha atención a los contenidos que consumen los menores mientras utilizan teléfonos móviles, tabletas y otros dispositivos con acceso a Internet.

El mismo estudio citado de Porn Hub reveló que a nivel mundial el 97% del tráfico proviene de dispositivos móviles, de los cuales, el 84% fueron teléfonos inteligentes. Por ello, justificaciones como el respeto a la intimidad del menor no deben ser más importantes que la seguridad y la salud mental del menor.

Y para los adultos, si el consumo de pornografía se interpone en las actividades cotidianas o si es más atractivo que la vida social real, es necesario consultar a un profesional de la salud (médico o psicólogo), ya que este es un signo de que se está experimentando este problema.

 

 

Escrito por: Igor Precinoti, vía Aleteia.

 

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