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Algunos padres se quejan si se le quita el celular al niño, otros cuando se lo utiliza en el colegio para acosar o insultar. Por eso necesitamos un debate serio con normas que rijan para todos pero que se adapten a los nuevos tiempos

La difusión de contenidos inapropiados que atentan contra la intimidad de alumnos y profesores suponen un nuevo problema tristemente cotidiano. Varios estudios alertan que estar en contacto con los amigos, sobre todo por el celular en vez de en persona conlleva una pérdida de empatía. Y, en el caso de los más pequeños, el problema es que ni siquiera pueden perder algo si no lo llegan a desarrollar.

Con la llegada de los smartphones a los colegios la capacidad de entender e interpretar los sentimientos de los demás va disminuyendo. Y si las primeras amistades (y odios) se forjan a partir de mensajes, las relaciones se vuelven más superficiales y uno es menos capaz de ponerse en el lugar del otro. De ahí el aumento de casos de bullying, porque al hacerlo digitalmente no tiene uno que ver la cara de tristeza que se le pone a la víctima.

Además, expertos como Manfred Spitzer, neurocientífico de la Clínica Psiquiátrica de Stuttgart, han alertado de los riesgos de desarrollar déficit de atención y depresiones entre los jóvenes que usan demasiado las redes sociales. El principal riesgo es lo adictivo que estas resultan. Sus apps están, de hecho, desarrolladas para atraer precisamente la atención.

De peligro a oportunidad

El reto que plantean expertos, es enfocar el problema en positivo y convertirlo en una herramienta educativa. “El celular tiene peligro, pero la escuela no puede evitar el problema. Yo como profesor, puedo prohibir al alumno que grabe a su compañero en clase, eso sería muy cómodo y me quitaría el problema de encima. Pero no podré prohibirle que lo haga en la calle y ahí es donde debemos ir. La escuela tiene que implicarse, no dimitir”, indica el experto Guillermo Bautista.

Para los problemas de déficit de atención, el profesor también apunta a la escuela para enfocar la solución: “No se trata de que tenga el celular en la mano todo el tiempo, pero sí de integrarlo. Para esto hay muchas soluciones innovadoras como en juegos con los que podemos realizar concursos o pruebas en clase que modernicen la enseñanza y nos ayuden a alcanzar una nueva dimensión educativa”, explica.

Es cierto que, los teléfonos forman parte de nuestra vida y también para los niños. La socialización se hace muchas veces alrededor de una pantalla. Más que el medio, lo que tenemos que fijarnos es en el contenido. Y para eso tenemos que formar a los niños en lo que probablemente no puedan hacerlo en sus casas, en identificar la publicidad, valorarla, en aprender a respetar el derecho a la intimidad y salvaguardar su intimidad.

La prohibición sin educación solo sería un parche temporal. Coinciden los expertos en que son necesarias unas normas que permitan que los niños tengan claro cuál es el uso que pueden hacer de los celulares y que permita a los profesores tener mayor autoridad frente a los alumnos y los padres. Más que una legislación restrictiva lo que necesitamos es una intervención educativa.

 

Vía: ElIndependiente

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