Compartir:

¿Cómo preparo mi hogar para recibir al Niño Jesús esta Navidad? sencillas y prácticas ideas.

La Navidad, así como la Pascua, son fechas litúrgicas muy importantes para la Iglesia. Es por esto por lo que se dedican varias semanas a la preparación espiritual, para disponer nuestro corazón y acoger tanta gracia y bendiciones que el Señor quiere derramar en nuestras vidas.

El adviento —que hemos iniciado el domingo, 1 de diciembre— es el tiempo para limpiar nuestra casa interior. Me refiero a nuestro corazón. Solemos escuchar muchísimos consejos para vivir adecuadamente estas semanas tan especiales, pero nos entran por un oído y nos salen por el otro.

La pregunta que todos debemos hacernos es: ¿Cómo disponer nuestro corazón y preparar con amor y esperanza el nacimiento de nuestro Salvador?

 

 

Limpieza del alma y del hogar

Todos queremos, obviamente, que nuestro hogar sea un ambiente de paz y tranquilidad, dónde se pueda vivir ese espíritu navideño con alegría, entusiasmo y tantos otros sentimientos positivos que tanto anhelamos para nuestro esposo (a), hijos (as) y demás parientes. Menciono, resumidamente tres ideas, que son muy claras y no necesitan mayor explicación.

En primer lugar, la confesión, para tener nuestro corazón limpio. Es Cristo quien quiere nacer en nuestras vidas. ¡Qué mejor que preparar nuestros espíritus para recibirlo con un corazón bien dispuesto! Si yo, personalmente, no estoy bien interiormente, cómo voy a querer suscitar en mi casa esa alegría navideña. Yo soy el primero que debo esforzarme por disponerme espiritualmente, y, entonces, testimoniar a los demás, una actitud bien dispuesta desde lo más profundo de mi corazón.

Una vez que tenemos nuestra alma limpia, esforcémonos – ahora sí – por traer paz y armonía a nuestro hogar. Procuremos que, en nuestra familia, en la relación conyugal, con los hijos y entre los hijos, reine la paz que tanto desea nuestro Señor. Una familia reconciliada, en la que existe amor, comunicación, es el ambiente propicio para que surja ese amor del Señor. Es mas, aprovechemos estas fechas tan emotivas para subsanar esas rencillas que tenemos en el corazón – a veces – hace meses.

Son días tan especiales, en los que nos ponemos – la mayoría – tan sensibles, que no podemos perder la oportunidad para tender la mano, y pedir el perdón, o concederlo, por esas situaciones e inconveniencias que hayamos vivido a lo largo del año. Es tiempo de paz, de amor. Es tiempo para que Jesús reine con especial cariño en nuestro hogar. No perdamos esa oportunidad.

 

 

La caridad como apostolado que une el corazón de la familia

Finalmente, la vivencia de la caridad. No necesariamente con algo material (aunque también es muy buena idea). Podemos acompañar al enfermo, visitar a alguien que necesita ser escuchado o consolar al que está triste. Recuerda que para esta época cualquier obra de misericordia corporal o espiritual, es mas que bienvenida.

El esfuerzo familiar por vivir la caridad con aquellos que necesitan nuestra ayuda de modo especial es algo que puede unir mucho a la familia. Esa vivencia de la caridad unifica los corazones. ¿Qué es el matrimonio sino una sola carne, un solo corazón? Lo mismo vivirlo con los hijos. Así que aprovechemos estas fiestas para vivir la caridad. Ayudar a los necesitados. Visitar algún familiar, que hace tiempo no lo vemos, o un amigo de la familia, que sabemos está pasando por un momento difícil. Todos los tenemos.

¡Así que ánimo! No perdamos la oportunidad para limpiar y preparar nuestro corazón, y hacer nacer en lo íntimo de nuestro hogar ese amor y cariño que tanto deseamos vivir. Es el nacimiento de Niño Dios. ¿Quién más que Él puede ayudarnos para ese deseo?

 

 

Escrito por: Pablo Perazzo, Máster en Educación.

 

 

Compartir: