¿Cómo logré recuperar el sentido de mi vida y superar la ansiedad? Conocer lo que nos desasosiega es el primer paso para vivir mejor.
Tuve una infancia difícil cuyas secuelas se habían proyectado en mi juventud y edad madura. Esto me provocaba mucha ansiedad y el deseo de huir de ciertas realidades.
Lo hacía con una equivocada actitud psicológica. Si no me gustaba el presente, me retraía esperando que el tiempo pasara lo más rápido posible, con la infundada esperanza de “volver a vivir” cuando tal situación se resolviese o una anhelada fecha llegase. Más de una vez me sentí defraudada llegado ese momento por el que inútilmente había “invernado” emocionalmente.
Otro error, era que pretendía afirmarme en los usos y costumbres de una sociedad materialista y hedonista, que se reflejaban en las conversaciones de mis amistades, como: “Compré este tratamiento facial, hice este viaje, asistí a tal concierto, o a la boda de fulanita, etc.”.
En cambio, me frustraban las actividades de la vida de hogar, que me parecían sin sentido, cuando en ellas pasaba la mayor parte del tiempo.
Una amiga, sabiamente me dijo que lo mío, siendo un problema psicológico, podía deberse en su origen a un problema espiritual, una crisis de conciencia. Y que siendo así, era una buena crisis.
Vivir el tiempo de un modo distinto
Sin comprenderlo del todo, me decidí por pedir ayuda especializada. Esperaba que se me ayudara viendo mi pasado y futuro, como en una bola de cristal y… no fue así.
Ciertamente se me hizo un diagnóstico y se me propuso una terapia. Para mi sorpresa, se me hizo ver claro que, ante todo, debía aprender a vivir en el tiempo del Dios de mi fe y confiar en su Providencia Divina.
Lo que coincidía con la observación de mi amiga.
Eso, ¿qué significa en la práctica?
En cuanto al pasado. De este no podía cambiar ni una coma, por más que quisiera. Sin embargo, Dios que actúa siempre en tiempo presente, nos pide el mayor acto de libertad para ponerlo en sus manos, y así darnos la paz.
En cuanto al futuro. Debía dejar de proyectarme en él, pues eso me impedía vivir el momento presente con todas sus implicaciones. Vivirlas en positivo, solo por venir de las manos de Dios.
Como el pasado ya pasó y el futuro no sabemos si llegará, solo contamos con el presente para vivir y agradecer nuestra existencia. El mejor modo de agradecerla, es hacer el mejor uso de ella en cada instante.
Para ello, Dios concede sus gracias lo mismo en un día con sol de primavera que uno frío y nublado. Cada uno tiene su propia realidad para vivirla abandonándonos a su paternal providencia.
En cuanto al presente. Sobre la vida buena: las fiestas, los viajes u otras actividades gratificantes son actividades humanamente nobles y necesarias siempre que den espacio a un tiempo que solo a Dios pertenece. Un espacio y un tiempo de serena lentitud, en cuya suavidad podemos percibir el rítmico latido de nuestro corazón junto al suyo.
Como el profeta lo escuchó en el murmullo de la suave brisa.
Ese tiempo existe en medio del inevitable ajetreo, y podemos encontrarlo penetrando en nuestra intimidad, si nos esforzamos.
Existe, sobre todo, en lo pequeño y ordinario de cada día.
Al barrer o lavar los platos, debemos hacerlo bien, sencillamente, y con calma, evitando la tentación de la prisa, para dedicarnos a cosas que podemos suponer más importantes.
Por ello, al barrer o lavar los platos, debemos hacerlo bien, sencillamente, y con calma, evitando la tentación de la prisa, para dedicarnos a cosas que podemos suponer más importantes.
Gradualmente, comprendí que el piso o la ropa limpia no son cosas banales pues son necesarias y forman parte de nuestras vidas; que son tan importantes como el trabajo o las actividades fuera de casa, y que todo le interesa a Dios, y a Él se deben ofrecer.
Fue con la terapia y estableciendo en mi vida el orden «Dios, familia y trabajo»como logré recuperar el sentido de mi vida y superar mi ansiedad.
Escrito por: Orfa Astorga de Lira, vía Aleteia.
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