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Hoy muchos niños sueñan o tienen la aspiración de un día llegar a ser youtuber, tener muchos likes y más. ¿Es bueno esto?

Cuando éramos niños decíamos que seríamos bomberos o astronautas, veterinarios o cantantes, arqueólogos o paracaidistas; hoy, empero, los niños sueñan con ser youtubers famosos. No están pensando en cómo monetizar su canal (aunque lo ven como beneficio implícito) sino principalmente en la cantidad de seguidores que tendrán.

Y, es que ejemplos abundan: desde los canales que prueban productos cada semana, pasando por los que realizan retos, hasta los que transmiten horas jugando un video juego. Por supuesto hay los que verifican si lo que otros canales probaron realmente funciona, los que intentan seguir las recetas de cocina de otros canales y los que simplemente reaccionan a los retos o sesiones de videojuegos de terceros. ¿Y cuál es su valor? Contenido para entretenimiento.

A veces hay una gran producción detrás, con escenarios, iluminación, sonido y tramoya al estilo de un set de televisión; otras veces es una edición sencilla de videos tomados con el celular en la calle; también hay los que usan imágenes o videos de terceros con una narración en off y musicalización que completa la post producción. Un video puede tener millones de visualizaciones, cientos de miles de likes y miles de comentarios.

Hay muchos que destilan creatividad, sea por el talento o habilidades del youtuber que baila o construye cosas útiles; hay canales con valor pedagógico que enseñan cómo resolver problemas de física o matemáticas, otros con valor social que ayudan a mendigos a conseguir trabajo o hacen refugios para perros callejeros; también existen unos que básicamente se inventan juegos para sus padres en los que -pierdan o ganen- terminan regalando dinero, electrónicos, juguetes, viajes o hasta joyas a su hijo estrella de You Tube. Sí, así como lo acaba de leer. In-cre-í-ble.

La cuestión es que estos videos consiguen atraer la atención y la fidelidad de millones de niños, jóvenes y adultos que invierten muchas horas a la semana a mirarlos y comentar, hasta debatir sobre su contenido con otros seguidores. Y ese estilo de vida se ha vuelto aspiracional para las nuevas generaciones: no salvar vidas, construir puentes o resolver el acceso a agua y alimento, sino hacerse famoso sin mucha instrucción formal ni capital de trabajo.

 

 

Youtuber: producto

Puede ser que algunos youtubers sí construyan puentes o hasta salven vidas, pero la mayoría generará contenido de puro entretenimiento y el algoritmo de la plataforma lo recompensará de dos formas: al ego con seguidores y likes (fama), al bolsillo con centavos por click (dinero).

Quizás estos sueños de grandiosidad sean pasajeros, como otros que uno suele tener en la infancia y que luego se desvanecen con la edad y la madurez que la acompaña; los intereses cambian y la pasión por producir o gestionar, diseñar o ejecutar se va alineando con una profesión más convencional.

No hay una receta única ni todas conducen a la felicidad o la prosperidad. Pero vivimos en un mundo que bombardea a nuestros hijos con estímulos constantes, que educa a sus cerebros a buscar y valorar la gratificación inmediata, que no incentiva el cultivo de la paciencia, el esfuerzo o -peor aún- el sacrificio.

Ellos mismos se convierten en el “producto” que se vende por las redes y la moneda de cambio es un video o un selfie detrás del cual podría haber cientos de intentos descartados hasta alcanzar el ángulo y la iluminación perfectos que les consigan la mayor cantidad de likes. Nuestro rol como padres es crucial para ayudarlos a discernir entre lo efímero y lo trascendente, pero hay que involucrarse todos los días.

 

 

Escrito por: Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam
 Spotify: Medio a Medias.

 

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