Un tema bastante relevante entre las parejas es: Si no podemos vivir juntos la castidad, ¿deberíamos terminar la relación? ¡Lee y comparte!
Si en una relación nos queremos y anhelamos vivir juntos la castidad pero nos resulta muy difícil, ¿tenemos que terminar?
Es decir, creemos que realmente hay amor porque buscamos lo mejor para la otra persona, pero en lo que se refiere al contacto físico, terminamos perdiendo el control y nos pasamos de la raya.
Si realmente queremos lo mejor para el otro ¿deberíamos terminar? Es una pregunta que más de una pareja se plantea, y la respuesta es que no necesariamente.
Pongamos el problema en contexto
Para abordar adecuadamente el problema es importante que nos preguntemos: salvo el tema de la castidad, ¿estamos bien en los demás aspectos de la relación?
Es decir, ¿hay confianza, somos honestos el uno con el otro, no hay celos enfermizos, cada uno tiene sus espacios, compartimos los mismos valores?
En realidad, si todo lo demás —o la mayoría de cosas— va bien, no tienen por qué terminar. Solo hay que trabajar lo relativo a cómo se expresan físicamente el afecto, que es lo que no está funcionando.
Consejos para vivir juntos la castidad
Al respecto, me gustaría dejarles tres consejos:
Hablen sobre el tema
En primer lugar, ¿han hablado sobre el tema? Es decir, ¿se han puesto de acuerdo de manera explícita en que quieren vivir la castidad o simplemente asumen que la otra persona también quiere vivirla?
Es importante tener un diálogo honesto sobre este tema, esto les va a permitir no solo saber qué piensa realmente el otro, sino generar los mecanismos que les permitan vivirla juntos.
Fórmense juntos
En segundo lugar, fórmense juntos en este tema. Esto es muy importante porque hoy en día, en muchos ámbitos —incluso religiosos—, se la entiende mal.
Y se puede caer en el error de pensar que vivir la castidad consiste en reprimir el deseo de expresar afecto y de huir del placer porque es malo.
Todo lo contrario: vivir la castidad implica expresar afecto —incluso físicamente— de una manera virtuosa, es decir, ordenada hacia el amor: hacia la búsqueda del bien y lo mejor para la otra persona.
Eviten las situaciones complicadas
En tercer lugar, algo que puede ayudar a entender por qué les cuesta tanto vivir la castidad es ver la expresión física del afecto como manejar bicicleta cuesta abajo.
Al inicio, los frenos funcionan, pero a medida que se empieza a agarrar velocidad, se va haciendo cada vez más difícil frenar. Finalmente, uno pierde el control y no para hasta llegar al final de la bajada.
Frente a esto, lo que pueden hacer como pareja es identificar juntos cuál es la secuencia que los lleva a perder el control y evitar llegar a ese punto.
Hay que anticiparse al camino y frenar mucho antes de llegar a la bajada. Por ejemplo, si pierden el control cada vez que se quedan solos en casa de alguno viendo una serie o una película, no vean películas solos en casa.
«Mis papás no están: ven a mi casa a ver la última temporada de Peaky Blinders». Ambos saben que no es una invitación a ver la serie.
O si cada vez que él va a buscarla a ella en el auto del trabajo o la universidad y se estacionan para «conversar» en una calle oscura a unas cuadras de su casa, entonces, eviten estacionarse en ese lugar. Es decir, si realmente quieren conversar, estaciónense en un lugar iluminado y por el que circule la gente.
Cuando uno está en pareja, la castidad es una decisión que se vive de a dos. Y la persona amada, lejos de ser un obstáculo, está llamada a ser mi compañera de camino que me ayude a vivirla.
Escrito por: Daniel Torres Cox, vía Catholic-Link.
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