El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años. Te invitamos a conocer qué lo causa, cómo prevenirlo y más.
El suicidio es la primera causa de muerte no natural. Cada persona que consigue suicidarse, lo ha intentado varias veces; el 90% de los suicidas alerta o advierte sus intenciones. Es un falso mito que el que avisa lo hace para llamar la atención.
¿Para qué? ¿Qué busca? Y ¿qué le falta?; son preguntas que nos hacemos. Mensajes como me voy a ir, ya lo veraz, no soporto esta vida, me voy a matar; no son una simple amenaza, es un aviso, un grito desgarrador y desesperado que brota de lo profundo del ser. Si ese ser es tu hijo, tú eres su factor protector. No tiene dos mamas, no tiene dos papas, no tiene otra familia, tú eres el llamado a contenerlo.
Una de las principales causas de muerte
Según la OMS, el suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo, incluso más que enfermedades como el VIH o el cáncer de mama. Más aún, dentro del grupo etario entre 15 y 19 años, es la cuarta causa de muerte, detrás de los accidentes de tránsito y la violencia interpersonal. En suma, según estimaciones recientes, más de 700,000 personas se suicidan por año, una vida menos cada cuarenta segundos.
La alta incidencia del suicidio en la población adolescente y joven nos lleva a pensar, acorde con los tiempos, que el mundo se enfrenta a una pandemia juvenil que se ensaña contra nuestros hijos. Esta realidad es poco conocida por los padres, por lo tanto, no hay una preocupación real, porque eso le puede pasar a otro, a mí no. En consecuencia, la negación de esta realidad, por falta de información, no deja espacio para la prevención porque no se previene contra lo que se ignora.
Es verdad que todos los padres anhelan que sus hijos sean felices, que estén cuidados y sanos, física y emocionalmente. Sin embargo, se detienen a pensar y se percatan que no siempre es así. Por ello, es importante que los progenitores sean conscientes de que la crianza es un proceso continuo y un acompañar a lo largo de la vida de los hijos.
La educación no se termina ni se delega a otro, el proceso educativo es un caminar al lado de los hijos, significa estar ahí para ellos, cual balaustres, para que acudan a nosotros cuando lo necesiten.
Posibles detonantes del suicidio
Entre los posibles detonantes del suicidio, los antecedentes digamos, podemos mencionar por ejemplo el trastorno bipolar, cualquier tipo de trastorno psiquiátrico como la depresión, trastorno de ansiedad, pensamientos recurrentes, pensamientos obsesivos, etc. Sin embargo, en la mayoría de los casos se habla que tiene un origen psicosocial, y esto recae en la familia, en el entorno cercano.
Con frecuencia, los púberes y adolescentes se perciben abandonados dentro de sus propias familias. Es decir, los llamados a ser los factores protectores de los menores, podrían más bien, estar desarrollando el rol de factores de riesgo. Este hecho, podría desencadenar los trastornos referidos previamente, los cuales elevados a su máxima potencia darán paso a pensamientos suicidas.
Cuando el adolescente se percibe solo o que podría quedarse solo, siente un vació tan grande que aturdido y confundido no sabe adónde ir, se desespera, quiere escapar, huir del espacio que lo rodea. No encuentra contención, lo invade la desesperación, se dice a sí mismo, me voy, pero adónde; será que si salgo de este espacio, esta angustia, esta soledad, esta desesperación se acaba.
Estar alerta a cualquier cambio de conducta, observar, atender, conocer, aceptar, cuidar, perdonar; son claves que todo padre debe administrar para conocer, educar y atender. Los hijos necesitan cubrir sus necesidades, su psicología está esperando con los brazos abiertos. “Tú, padre/madre, ve a su encuentro”.
Prevención del suicidio
Algunos aspectos para tener en cuenta y ponerlos en práctica en cuanto a la prevención:
- Escucha activa y empática.
- Comunicación asertiva, atenta y reverente.
- Decodifica el lenguaje corporal, el cuerpo de tu hijo habla, obsérvalo.
- Observa: Que hace, que no hace, que tiene de diferente; que ha cambiado.
- Escúchalo, aunque tu hijo no pronuncie palabra.
Acompáñalo a sus sesiones de psicoterapia; no lo amontones esperando que el psicoterapeuta haga magia. El sostenimiento amoroso de los padres hará que su depresión y ansiedad no aumenten.
La intervención psicoterapéutica debe ser de manera interdisciplinar; eso no significa que los padres pongan el caso en manos del especialista y se desentiendan del mismo, lo interdisciplinar implica integrar y hacer seguimiento; es involucrarse; también atender; es darme cuenta que es una persona que requiere de mi atención. La idea es ponernos todos en acción para proteger, cuidar, atender, mirar; que el niño, púber y adolescente sea tomado en cuenta.
Los padres, profesores, amigos, pueden notar cambios en la conducta; la comunicación es importante para ponernos en alerta; es por ello que se requiere dialogo continuo entre todos.
Cuando acudimos al especialista, en este caso el psicoterapeuta, quien dialoga con la familia, con la red, vemos que en ocasiones no existe esa red, por lo que el menor queda en manos del especialista sin el soporte de una red significativa.
Cuando no existe una red, el psicoterapeuta tiene que buscarla; persuadir e involucrar a los padres, o tutores; de manera reverente, con empatía, sin juzgarlos; con creatividad. Luego; trabajar de manera interdisciplinar con el psiquiatra, neurólogo, nutricionista, endocrinólogo y otros especialistas de ser necesario. Brindar información a los padres de manera pedagógica, ello ayudará a estabilizar la situación.
Finalmente, decir que trabajemos con los diferentes tipos de prevención; primaria, secundaria, terciaria, cuaternaria para tener una sociedad saludable, familias comprometidas, hijos sanos y felices.
A los padres les toca conocer los diferentes factores de riesgo, como los niveles de prevención.
En el ámbito laboral y profesional siempre estamos preparándonos para ser mejores y exitosos. Nos debemos preguntar si es que también nos preparamos adecuadamente y a consciencia para ser padres.
Escrito por: Rosario Pantoja, Psicóloga.
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