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Hay esperanza a pesar de la dura tendencia social que vivimos actualmente, hablamos del desencanto evasivo.

El constante estado de caos y crisis está haciendo que los ecuatorianos se sientan en modo de impotencia, un sentimiento que invita a pensar que nada va a cambiar y que ningún esfuerzo vale la pena.

Pero si usted piensa que exclusivamente Ecuador es la selva preferida del caos se equivoca, porque esta tendencia social es una tendencia mundial.

Una tendencia que hace que en lugar de enfrentar sus miedos, muchos opten por evitarlos completamente, según la neurociencia esto se debe a que el cerebro humano está programado para prestar atención a los estímulos que son importantes para la sobrevivencia, pero cuando el «acto de sobrevivir» es prolongado en el tiempo, el cerebro se abruma y al no saber cómo abordar el desafío, opta por evadir todo lo que pudiese causarle dolor.

Esta tendencia se llama: «desencanto evasivo». El desencanto evasivo es la renuncia silenciosa de la sociedad a seguir luchando, es el triunfo de la decepción. Ante esto surge la pregunta: ¿cómo se hace para que el ecuatoriano vuelva a creer en una mejor versión de país y para que los jóvenes vuelvan a sentir que dejar su huella en el mundo es importante? ¿qué tiene que pasar para que usted que me está escuchando no se deje llevar por la anestesia colectiva?, esa anestesia que lo único que hace es conducirlo a la depresión, a la pobreza o porque no decirlo también: a las manos del mismo socialismo.

 

 

La esperanza es la medicina social

La unión hace la fuerza, pero para que en Ecuador la unión sea posible, antes que prender el motor, debemos haber llenado el tanque. Y para ello existen dos tipos de combustibles, y sólo uno de ellos es positivo y se llama: «esperanza».

La esperanza, es el factor neuronal para la unión de las sociedades. El cerebro cambia cuando se cultiva el sentido de la esperanza en la que se desarrollan emociones morales como: el altruismo, la solidaridad y el esfuerzo de querer ser la mejor versión de si mismo.
Esto ayuda a sobreponer el optimismo ante el derrotismo, la lucha ante el abandono, el esfuerzo sobre la comodidad. Pero: ¿cómo fortalecer la esperanza? Primero elija enfocarse en lo bueno de la vida. Todos los días conviven la bondad y la maldad, pero sólo usted puede decidir a qué le presta atención, pero ante todo si desea que la esperanza triunfe, hable con otros de ella.

Como asesor recuerdo el día que decidí inyectar esperanza en una campaña, mientras lo hacía recibí el peor consejo de mi vida, donde se me sugería jamás usar esa palabra ya que el término era asociado a un político nefasto. Pésimo consejo porque la esperanza no tiene dueño y si tiene dueño es Dios, así que dejemos las exclusividades absurdas y hablemos de ella, crea en historias como la de Lázaro que se levanta y anda, en la del Ave Fénix, crea en el mensaje que dice: «que el mejor vino está por venir», hablemos de que este país puede volver a creer, porque una vez que eliges la esperanza, todo es posible.
Enfoquémonos en la solución y usemos siempre el poder de la razón.
Muchas gracias.

 

 

Escrito por: Eduardo Reinoso Negrete – MME. Investigación y coautoría: Juan Diego Vera – MDM.

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