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Ante la incertidumbre en la que vivimos todos en el país, el hambre de fuerza es lo que predomina, pero debemos apuntar a la unidad.

Su mente da vueltas, y la ansiedad le hace muchas preguntas, entre ellas: ¿A quién se le podrá confiar nuevamente el país? Es una pregunta válida y que muchos se hacen en estos momentos. Lo cierto es que existe una tendencia a nivel mundial que, si no se reflexiona a tiempo, es lo que ocurrirá en las próximas elecciones presidenciales, y se llama «Hambre de fuerza».

Hambre de fuerza es la tendencia que explica cómo la sociedad busca líderes autoritarios. En tiempos de caos, la neurociencia ha descubierto que los líderes autoritarios producen en el cerebro altos niveles de dopamina, que es el neurotransmisor asociado a la sensación de placer, la cual se traduce en un sentimiento de confianza hacia aquellos que se muestran con actitud fuerte; porque en apariencia los líderes dictatoriales son los más capaces de proporcionar orden y control, seguridad, protección, pero sobre todo garantizan la supervivencia de sus seguidores.

El tema es que cuando un líder autoritario encuentra una sociedad, dispuesta a ceder libertades a cambio de migajas de paz, termina abusando de ella; es ahí cuando la fuerza se enfrenta cara a cara contra la democracia. Ese es el problema cuando se cree más en las personas antes que en las instituciones, la búsqueda del mesías político es un camino fallido.

Pero ¿que nos hace pensar que una persona puede arreglar los problemas de todos? ¿Qué presidente podría vencer solo al sistema? El problema a más de la gestión del presidente es también el exceso de confianza que depositamos en una sola persona. Las democracias más sólidas y menos volátiles son aquellas que han empezado a fortalecer sus instituciones (hambre de fuerza).

La unidad

Cuando hablamos de instituciones hablamos de la posibilidad de creer en lo básico: en la unión de personas, pero según un estudio de Ipsos el 84% de los ecuatorianos tienen desconfianza frente a cualquier institución, siendo Ecuador el quinto país con más desconfianza institucional en América Latina.

Cuando existe desconfianza en las instituciones, realmente de lo que se está desconfiando es de la capacidad misma de los ecuatorianos para poder unirse y trabajar en equipo entorno a una misma causa para sacar un resultado positivo adelante.

Las instituciones agrupan, unen, organizan, proveen de un sistema y liderazgo, es un ente que promueve la unidad.

¿Por ejemplo, se ha preguntado usted sobre cuál es la diferencia entre un cuerpo con vida y uno que ya no vive? La respuesta es que uno con vida tiene unido el cuerpo con el alma, es decir la unidad; y cuando se pierde la vida es porque se ha perdido la unidad. La unidad es la esencia misma de un organismo vivo, así mismo cuando se pierde la unidad se pierde la vida de la sociedad.

Pero para unir la institución más grande como es un país, es necesario recuperar a la institución más pequeña que es la familia. Le guste o no, quiera escuchar o no, la familia está rota y si no la restauramos a punta de valores seguiremos pariendo corruptos, sicarios, terroristas, ladrones y todo aquello que usted detesta.

Cuando experimentamos la unidad, se activan áreas del cerebro involucradas con la empatía y la regulación emocional, es decir la unión construye una sociedad más humana.
¿Pero quién tiene que dar el primer paso? La respuesta es sencilla: aquellas instituciones que aún cuentan con la credibilidad necesaria son las encargadas y responsables de liderar y organizar esta misión social, eso significa la empresa privada, la academia y la iglesia representada por las familias y movimientos creyentes.

La organización y el poder ciudadano es la única salida y será lo único que lo salve, no será un individuo o un presidente el que lo haga, porque a estas alturas nadie puede solo.
Y recordando la semana santa que pasó, cuenta la historia que, en la misma pasión, Jesús cargando su cruz se cayó 3 veces y tuvo que ser ayudado. El mismo Dios en su misión final necesitó ayuda de otro, ¿cree usted entonces que alguien sólo podrá cargar la pesada cruz de un país que lleva décadas equivocándose en sus decisiones y en el gobierno que eligió? ¿Cree realmente que cambiando un individuo presidente por otro va a tener días mejores? Señores el ratón Pérez no existe, y el mesías político tampoco.

Enfoquémonos en la solución y usemos siempre el poder de la razón. Muchas gracias.

 

 

Escrito por: Eduardo Reinoso Negrete – MME. Investigación y coautoría: Juan Diego Vera – MDM.

 

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