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Santa Teresa de Calcuta explica cómo pueden hacer los hijos de Dios para llegar al cielo. Compartimos sus más valiosas indicaciones.

¿Crees que nunca podrás acceder a la santidad? No te equivoques, para tocarla con la punta de los dedos basta simplemente con respetar ciertas etapas importantes.

San Juan Pablo II había propuesto, como programa pastoral para el tercer milenio cristiano, ese “alto grado de vida cristiana ordinaria” que es la santidad. Pero ¿cómo lograrla? ¡María Teresa nos desvela su receta!

 

 

Las dos etapas hacia la santidad

La Madre Teresa de Calcuta nos mostró sus dos manos con una pequeña sonrisa maliciosa y nos invitó a contar con los dedos, con la mano derecha: “Quiero / deseo / con la gracia de Dios / ser / ¡santa!”; con la izquierda: “¡Tú / lo has / hecho / en / mí!”. Luego juntó las dos manos y, elevándolas hacia el cielo, añadió. “¡Está hecho!”.

Lo primero: querer

Teresa de Calcuta explicaba que la primera etapa hacia la santidad es, pues, la de querer ser santo:

“Todo depende de estas pocas palabras: ‘Quiero’ o ‘No quiero’”. Y precisa: “Decir ‘Quiero ser santo’ significa ‘Voy a despojarme de todo lo que no es Dios… Voy a renunciar a mi propia voluntad, a mis gustos, a mis fantasías, a mi inconstancia; con toda mi voluntad, voy a amar a Dios, voy a elegir en favor de Él, voy a correr hacia Él, voy a llegar hasta Él y voy a poseerlo’”.

“Creo que no hay otra persona en el mundo que tenga tanta necesidad de la ayuda y de la gracia de Dios que yo. Me siento tan pobre y tan débil…”.

Lo escribió la Madre Teresa. Y Jesús le confirmaría además la impresión que ella tenía de sí misma:

“Tú eres, lo sé, la persona más incapaz, débil y pecadora, pero precisamente por eso quiero usarte para mi gloria. ¿Te negarás?”.

Una vez que el deseo está presente, que la pobreza es aceptada y ofrecida, Dios puede entonces lograr en nosotros, por el poder de su gracia, infinitamente más de lo que nosotros podamos pedir o incluso concebir (Ef 3,20).

 

 

Aceptar con una sonrisa

Esta articulación entre la naturaleza y la gracia sigue siendo misteriosa. Por un lado, nos arriesgamos a caer en el quietismo, esperando pasivamente el milagro de la transformación de nuestras vidas.

Por otro, ejercemos un voluntarismo agotador a golpe de empeño, ¡a menudo sin mucho éxito! La justa articulación podría formularse así:

“No es sólo Dios y el hombre, la gracia y la libertad, sino Dios a través del hombre, la gracia a través de la libertad”.

Dicho de otra forma: “Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios” (san Ignacio).

En la liturgia de los santos, rezamos: “Tú eres glorificado en la asamblea de los santos; cuando coronas sus méritos, coronas tus propios dones”.

Unos profesores estadounidenses hicieron una visita a la Madre Teresa y le preguntaron: “¡Dinos alguna cosa que nos ayude en la vida!”. Ella respondió: “¡Sonreíos los unos a los otros!”.

Y cuenta que tuvo que esforzarse por mantener un tono serio cuando “otro me preguntó: ‘¿Está usted casada?’, a lo que contesté: ‘Sí, y me resulta muy difícil a veces sonreír a Jesús, porque Él puede ser muy exigente en ocasiones’”. Y concluye la santa:

“La santidad no consiste en llevar a cabo cosas extraordinarias. Consiste en aceptar con una sonrisa lo que Jesús nos envía. Consiste en aceptar seguir la voluntad de Dios”.

 

 

Escrito por: Edifa, vía Aleteia.

 

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