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En tiempo de Navidad todos tenemos pruebas por afrontar; de hecho los desafíos familiares son de los más complicados de sobrellevar.

Mis Navidades tienen
colores que nadie ha visto,
los llevo todos guardados
desde que yo era un niño.
Unos son rojos de fuego,
otros de plata y zafiro,
algunos son escarlata,
otros verdes y amarillos.
Esos colores los llevo
siempre conmigo escondidos,
nadie comprende de grande
los colores que has vivido.
Mis navidades tienen
colores que nadie ha visto,
los llevo todos guardados
desde que yo era niño.
(autor anónimo)

Y llegamos a diciembre, un mes de encanto, encuentros navideños, reuniones familiares, posadas y novenas, para algunos. En tanto para otros puede ser un mes de nostalgia por los que no están, de soledad por no tener una familia amplia, de gran estrés por atender las invitaciones y el comportamiento de los hijos que vienen acumulando energías desde la fiesta de Halloween, las últimas actividades escolares y los preparativos navideños.

En este artículo vamos a reflexionar sobre cómo lidiar con circunstancias relativas a la edad o condiciones de los hijos que pueden convertir a las fiestas navideñas en experiencias estresantes.

Navidad llega y casi todas las familias sacan sus cajas de los arreglos navideños, el árbol, el nacimiento, las decoraciones. En algunas familias es tradición poner entre todos la decoración navideña, en otras se contrata a alguien que lo haga. Alrededor de las tradiciones navideñas están encuentros familiares, comidas especiales, regalos que se dan y se reciben y participación familiar. Sin embargo, para algunas familias que tienen hijos/as con dificultades de comportamiento, hipersensibilidad a los ruidos o eventos no rutinarios pueden crear circunstancias muy difíciles de manejar.

 

 

Vivencias en tiempo de Navidad

Voy a relatar tres vivencias navideñas que han llegado a mí como profesional del campo de la atención temprana. Al final dejaré unas preguntas guías para orientar el actuar. Espero que juntos podamos brindarles respuestas a estas familias y a otras que sientan que algo de estas circunstancias pueden serles parecidas.

Primer vivencia

En primer lugar, tenemos como norte a la inclusión, todos nuestros niños y adolescentes deben poder compartir con sus pares, con sus abuelos, con sus tíos, con sus amigos de la vida. Desde esa lógica, cuando reconocemos a uno de nuestros niños o adolescentes con un problema de comunicación o dentro del espectro autista no es sólo responsabilidad de sus padres que él se sepa comportar adecuadamente en la reunión familiar.

La reunión familiar debe poder ajustarse a él: música en un volumen adecuado, espacio seguro para que pueda estar (sin que signifique que él y su mamá pasarán encerrados en otra habitación de la casa), explicación a los presentes del trato que debe recibir el niño, no como enfermito, sino como alguien con una condición que requiere apoyo de los que no la tienen.

Bien, con este contexto comparto las vivencias y pido su ayuda para contestar: Familia de tres niños, Ezequiel el mayor, 9 años, está diagnosticado dentro del espectro autista desde hace cuatro años, tiene poco lenguaje, no se comunica con los otros, pero le encantan los villancicos y los adornos navideños, siempre le gusta coger las bolas del árbol, lo que molesta a la abuela.

Sin embargo, Ezequiel no soporta el volumen muy alto y por eso su mamá y él pasan encerrados en una habitación confortable que la abuela les proporciona, a donde le hacen llegar la comida y los postres y, de cuando en cuando, algún familiar acude a conversar brevemente con la mamá.

A las doce en punto, la mamá no puede salir a abrazar a la familia, porque Ezequiel no soporta los fuegos pirotécnicos a los que la familia es muy aficionada. Los dos hermanos menores de Ezequiel siempre le reclaman a la mamá que ella no está en la fiesta y pueden ser un tanto inquietos, no es extraño que los dirijan al cuarto cómodo para que permanezcan ahí.

La reunión termina a las dos de la mañana, ¡ agotados todos. Su reunión navideña familiar íntima del día 25 de diciembre no se cumple adecuadamente porque todos llegan muy cansados y estresados.

 

 

Segunda vivencia

Gabriel, de seis años, es hijo único, diagnosticado con autismo desde los dos años, no ha desarrollado lenguaje y no tiene habilidades sociales, tal como saludar. Come con buen apetito, pero sus modales en la mesa no son los más adecuados.

En la familia de Gabriel, es el último de los nietos. Sus primos están alrededor de los 17-20 años. Así que Gabriel llega y no hay otros niños para interactuar. Siempre alguna tía hace alguna evaluación sobre “los avances” de Gabriel: “se lo ve mejor que antes, ya debería tener algo más de lenguaje? seguro que haces lo correcto?” Para la mamá de Gabriel, ir a la reunión navideña es todo un desafío emocional. Pero ella piensa que su hijo merece estar ahí, que no pueden pasar siempre sólos los tres: su esposo, Gabriel y ella.

La última conversación con su familia sobre los avances de Gabriel y sobre lo que le duelen los comentarios fue hace aproximadamente un año y no dio resultados. A Gabriel le gusta el gato de la abuela, de hecho él también se aproxima cariñoso al niño. Le gustan las golosinas navideñas y disfruta viendo que toda la familia tiene camisetas navideñas puestas. De algunos villancicos se sabe los coros y los repite.

 

 

Tercer vivencia

Adriana es hiperactiva, una niña de siete años, que es un pequeño huracán. Es la tercera de cuatro hermanos. Los dos mayores ya están por los 12 y 13 años y el último tiene apenas 2 años.

La familia llega a la fiesta navideña en casa de la abuela paterna, luego de pasar por dos fiestas a las que no puede faltar porque la familia se resiente. Así que se cruzan la ciudad de norte a sur en la tarde y Noche Buena. Además, la familia va a misa de Gallo. Es una tradición familiar, por tanto todos deben ir, incluidos Adriana y su hermanito de dos años. Al llegar a casa, los niños están irritables, la mamá sudada, estresada y sin ganas de ninguna cena. Sin embargo, nadie se puede levantar de la mesa familiar. Luego el reparto de regalos.

Por algún motivo a Adriana le dan sólo regalos didácticos y ella quisiera una muñeca o un carrito de barbies. Eso es motivo de drama. Finalmente, cerca de las dos y media de la mañana la familia se retira, no sin antes haber recibido muchos comentarios sobre lo malcriada que está Adriana y sobre la diferencia entre hiperactividad y malacrianza.

Verdaderos desafíos familiares

Pareciera que he descrito escenas del “Pequeño Angelito”, pero realmente muchas familias de niños pequeños o adolescentes, con problemas de comportamiento reciben de esta manera las navidades. Pongo opciones a continuación que ustedes pueden considerar para contestar en cada caso:

a) Los papás deben hablar a la familia sobre la condición de su hijo o hija y explicar lo que NO esperan que pase y lo que la familia SÍ puede hacer para acoger con respeto e incluir de verdad a su nieto, sobrina y con ella a toda la familia.

b) Los abuelos pueden pensar que la reunión navideña tan tarde ya no es saludable para los niños y la convivencia familiar, por lo que pueden ajustar sus tradiciones a las circunstancias de sus nietos en otros horarios.

c) El volumen adecuado de la música parece un aspecto insignificante, pero beneficia a todos para poder conversar mejor y más para los niños con hipersensibilidad acústica.

d) Los padres podrían anticipar a sus hijos las rutinas navideñas, dialogar sobre el comportamiento y sobre maneras de sobrellevar ese ambiente tan hiperestimulante. Quizás llevarlos con audífonos tipo casco.

e) Los padres deben tener el control sobre la situación, si el evento no es placentero para ellos, es mejor despedirse antes y tener las energías para poder celebrar en su casa a su ritmo.

f) Los papás siempre ponen el ritmo a sus hijos, les explican, los apoyan, tratan de manejar las emociones. Esto es muy importante. Localmente los niños pasan mucho tiempo con terapistas que “resuelven” los problemas de comportamiento de los niños, que dejan a los padres desvalidos de sus propias capacidades.

Y ahora volvamos al inicio de este texto y leamos el poema. ¿Cómo abuela qué aroma o color de la navidad quiero que mi nieto se lleve en sus recuerdos más gratos? También ¿Cómo padre o madre de qué color pinto la navidad de mi hijo para que sea calmada y respetuosa para él y para sus hermanitos y para ustedes como padres también? ¿Cómo tíos cómo quiero ser recordado en los eventos navideños, cuál sería mi color?

Retomo esta frase para cerrar este largo artículo:
Esos colores los llevo siempre conmigo escondidos, nadie comprende de grande los colores que has vivido.

Nadie comprende los recuerdos que se quedan, pero cada uno de nosotros sí puede trabajar para dejar asentados los mejores colores que podemos brindar a nuestros niños y adolescentes con problemas de comunicación, a sus padres, es decir, a nuestra propia y querida gente.

 

 

Escrito por: Marcela Frugone J., PhD. en Psicología del Aprendizaje, Docente investigadora Universidad Casa Grande.

 

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