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El dolor se presenta en nuestras vida de una u otra manera, la cuestión es saber cómo tratarlos y superarlos.

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor lo define como una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión real o potencial. El dolor es, en principio, un mecanismo de defensa, cuya función es detectar y localizar los procesos que dañan las estructuras corporales; pero también es un fenómeno subjetivo que puede estar o no vinculado a una lesión o patología.

Lo cierto es que esta es una experiencia personal, cuyas causas, intensidad y tratamientos son variados. Por ello, y en el contexto del Día Mundial contra el Dolor, que se conmemora en el mes de octubre, brindamos información detallada sobre esta sensación, que constituye el motivo más frecuente de consultas médicas.

 

 

El dolor y sus manifestaciones

Los nociceptores, más conocidos como “receptores del dolor”, son las neuronas que detectan estímulos que pueden dañar al organismo y que activan la experimentación del dolor.

Cuando un tejido está lesionado o inflamado, la presencia de sustancias como la bradicinina, histamina, prostaglandinas, leucotrienos o la serotonina provocan que los nociceptores aumenten su sensibilidad, de manera que los estímulos, incluso aquellos de muy poca intensidad (como un leve roce, por ejemplo), sean suficientes para generar una señal dolorosa. A este fenómeno se le conoce como sensibilización.

Estos nociceptores, además de desencadenar la señal, liberan mediadores, que inician y regulan la respuesta inflamatoria del organismo.

Algunos dolores intensos, como la neuropatía diabética (un daño neurológico que puede ocurrir como consecuencia de la diabetes), están relacionados con lesiones y trastornos funcionales de los nervios. Ese tipo de dolores son bastante difíciles de tratar, pues son fenómenos que se deben a que las neuronas lesionadas se vuelven muy sensibles a los estímulos e incluso se activan espontáneamente.

 

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Los tipos de dolor

El dolor puede clasificarse según su duración, origen, localización, curso e intensidad, y el manejo del mismo se establece en función de cada paciente.

● Los dolores según su duración son:

Dolor agudo

Es un fenómeno de corta duración que, generalmente, se asocia a una lastimadura en la piel, y desaparece con la curación de esta última. “Suele estar claramente localizado y su intensidad se relaciona con el estímulo que lo produce; incluso, puede conllevar un incremento de la presión arterial.

Dolor crónico

Tiene una duración de más de 3 o 6 meses, y se prolonga más allá de la curación de la lesión que lo originó. También puede estar asociado a una afección crónica. Tanto la intensidad, como la causa y el patrón de evolución son muy variables; además, está especialmente influenciado por factores psicológicos, ambientales y afectivos.

● Los dolores según su origen se clasifican en:

Dolor nociceptivo

Es el causado por la activación de estos receptores del dolor, en respuesta a un estímulo (lesión, inflamación, infección, enfermedad). Como ocurre con el dolor agudo, suele haber una relación directa entre su intensidad y la gravedad de la agresión.

Dolor neuropático

Se origina por un estímulo directo del sistema nervioso central (SNC) o una lesión de los nervios. Suele acompañarse de disestesias, que se refiere a la distorsión de un sentido, y parestesias, que tiene que ver con la pérdida de sensibilidad. Este este tipo de dolor tiene características comunes en la mayoría de los pacientes, como hormigueo, picazón, quemazón, opresión, punzadas o descargas eléctricas.

Dolor psicógeno

Tiene una causa psíquica (depresión, hipocondría), o se genera por la intensificación desproporcionada de un dolor orgánico que obedece a factores psicológicos.

● Según su localización, el dolor puede ser:

Dolor somático

Cuando se estimulan los receptores de la piel, el sistema musculoesquelético o vascular. Se caracteriza por estar bien localizado, y aunque con frecuencia es punzante, su tipología varía de unos pacientes a otros.

Dolor visceral

Se debe a lesiones o disfunciones de los órganos internos. Es profundo, continuo, e incluso alcanza zonas alejadas del punto de origen. Suele acompañarse de síntomas como náuseas, vómitos, y sudoración.

Respecto al curso, el dolor que persiste a lo largo del día, sin aliviarse, se denomina continuo; y si sus manifestaciones son repentinas y transitorias, es un dolor irruptivo.

En cuanto a su intensidad, el dolor se considera leve, si no interfiere en la capacidad para realizar las actividades diarias; moderado, cuando dificulta estas actividades; e intenso, cuando interfiere, incluso, en el descanso.

 

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Los tratamientos para el dolor

Los tratamientos pueden ser no farmacológicos, farmacológicos, e intervencionistas.

Estos tratamientos pueden usarse de manera aislada o en conjunto, dependiendo de cada caso, pero siempre teniendo en cuenta el balance entre riesgo y beneficio.

No dejemos de lado que el dolor es una señal de alarma que debe ser escuchada, pues es una manifestación o signo que alerta que la persona tiene un problema, lesión o un daño inminente en una zona concreta del cuerpo, y que debe ser revisado.

 

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Fuente: Dra. Carla Cevallos, Líder de SSA de Laboratorios Bagó del Ecuador.

 

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