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¿Cómo una familia puede cambiar el mundo desde su hogar? Te invitamos a leer esta novedosa reflexión.

Lucas 2,19: «Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón». Me gusta imaginar que cuando supimos que estábamos esperando un bebé, se escuchó la voz de la aplicación de rutas y tráfico diciendo «Recalculando ruta». Un montón de cosas nos pasan entre el corazón y la cabeza.

Y es que, cuando sabes que te convertirás en papá o mamá, no solo comienza una etapa de planeación económica o logística. También convertirse en mamá y papá viene con muchos momentos de reflexión y toma de decisiones.

 

 

Una gran responsabilidad

La responsabilidad de acompañar a otra persona en su desarrollo nos compromete a caminar a diario hacia nuestra mejor versión. A dejar algunos hábitos y a adquirir otros más saludables, pero también a plantearnos preguntas profundas sobre nuestras creencias, nuestra fe… A mirar la vida con un mayor espíritu crítico, pues estamos siendo anfitriones en este mundo para nuestros hijos.

Para mí, convertirme en mamá implicó preguntarme qué contenidos en lecturas o en pantalla podríamos consumir en familia, qué tradiciones quería conservar en casa; que deseaba transmitir a partir de esas tradiciones. Cómo sobrellevar los retos del día a día como la falta de tiempo o las múltiples tareas y responsabilidades escolares.

Convertirme en mamá implicó ser mejor para mi hijo, pero también para mí, implicó mirar mi propia alimentación y autocuidado, mi salud mental y espiritual. Parece una tarea titánica, pero déjame decirte algo: no lo estamos haciendo solos.

Personalmente, me gusta consultar a María qué hacer en momentos de discernimiento y dejar que Ella, como madre, me ayude a iluminar el camino. También sé que Jesús, como Hijo, en esas palabras de reclamo de autonomía, me recuerdan que solo acompaño el desarrollo de mi hijo. El fortalecimiento de su libertad es una de mis tareas como mamá. Lucas 2,49 Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?».

 

 

La misión de tu familia en la Iglesia

La misión educativa de la familia constituye un servicio por el cual la vida familiar se convierte en un itinerario de fe. La familia en la Iglesia es a la vez un espacio de desarrollo de habilidades para la vida, una escuela en la que se aprende a seguir al Señor; en la que no solo los que aprenden son los niños, también lo hacemos los padres.

Cuando nos cuidamos a nosotros, los cuidamos a ellos. Acompañar el desarrollo de nuestros hijos implica cuidar como lo hacemos de nosotros mismos, y admirar la unicidad de nuestros hijos. Y es que, así como ellos son únicos, también lo que les ocupa y preocupa.

Es por eso por lo que al criar, no podemos atender solo los cuidados físicos, debemos de mirar y acompañar su multidimensionalidad. Cuidar es una forma de manifestar el amor.

Reflexionar sobre el cuidado que nos brindamos a nosotros mismos es una tarea esencial cuando se trata de ser papá y mamá. Esto quiere decir que también debemos cuidar de nosotros mismos, dado que la única forma de educar es con lo que somos.

Por esto, alrededor y entre las familias que criamos de forma respetuosa, se construyen lazos y redes para conversar y reflexionar sobre la crianza. Para criar respetuosamente, los padres y profesionales necesitamos calma y presencia, ser respetuosos primero con nosotros mismos.

«Si hablamos de las características que no deben de faltarle nunca a un padre, para mí son estas: la ternura, la predisposición a la escucha, tomar siempre a los hijos en serio y, sobre todo, tener las ganas y la capacidad de acompañarlos. Este verbo es muy importante: los hijos tienen su vida y los padres pueden acompañarlos en sus elecciones, pero no sustituirlos. Acompañar a los hijos en sus elecciones es una gran oportunidad para los padres, no una limitación» («Dios es joven», una conversación del Papa Francisco con Thomas Leoncini, Editorial Planeta, 2018).

¿Cuál crees tú que es la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad…? ¡Cuéntanos en los comentarios!

 

 

Escrito por: Leily Díazmacip, vía Catholic-Link.

 

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