Los vientres de alquiler se ha convertido en nuevas formas de explotación a la mujer que cogen fuerza en distintos países del mundo.
Los vientres de alquiler son una práctica cada vez más extendida a la que se le han dado otros nombres con un objetivo eufemístico para favorecer una labor de maquillaje previa a la aceptación social de una práctica denigrante: la maternidad subrogada o gestación por sustitución.
Desde los medios de comunicación social se trata de presesentar la maternidad de alquiler como un progreso, un avance social de fines solidarios como una forma más de reproducción asistida y un tratamiento altruista para paliar la infertilidad y ayudar a las parejas que no pueden tener hijos dándoles la oportunidad de poder realizar el sueño de ser padres, pero la realidad es bien distinta: los vientres de alquiler no son sino una nueva forma de explotación de la mujer, generalmente de las más desfavorecidas, a través de su cuerpo y de tráfico de personas que convierte a los niños en productos comerciales. Supone, por tanto, una flagrante violación de la dignidad tanto de la madre, como del niño.
En los contratos de subrogación la mujer alquila su cuerpo por dinero, o por algún tipo de compensación. Así pues, la maternidad subrogada es, por su propia naturaleza, caldo de cultivo para la explotación, el abuso y el tráfico de personas. En muchos países, la subrogación se encuentra invariablemente unida a las redes de prostitución, ofreciendo a las mujeres un trabajo respetable o el pasaporte a cambio de la subrogación.
Las agencias se lucran a costa del sufrimiento de los padres infértiles y la vulnerabilidad de las mujeres en situaciones desfavorables
Así, por ejemplo, en Asia se desmanteló una red de venta de bebés, Babe 101, en la que se liberó a veintiuna jóvenes vietnamitas secuestradas bajo el engaño de una oferta de trabajo, para utilizarlas como madres gestantes a través de la implantación de embriones o la violación. A inicios de junio de 2012, la policía nigeriana rescató de una casa a 32 niñas embarazadas, de entre 15 y 17 años de edad.
Algunas de ellas declararon que les habían ofrecido aproximadamente 192 dólares por vender a sus bebés, el precio final dependía del sexo que tuvieran. Los bebés eran vendidos después por una cantidad que oscilaba entre los 2.000 y los 6.000 dólares.
Los estados que admiten expresamente la gestación subrogada en su ordenamiento jurídico sonEstados Unidos, México, Rusia, Ucrania, Georgia y Kazajistán. En Europa, la maternidad de alquiler está prohibida total o parcialmente en la mayor parte de los países, pero esta es una actividad comercial en auge en un buen número de países de todo el mundo en los que las agencias se lucran a costa del sufrimiento de los padres infértiles y la vulnerabilidad de las mujeres en situaciones desfavorables y así se desarrolla todo un negocio de selección con proceso de calidad de mujeres y posibles futuros bebés.
Pueden ser hasta $100.00 lo que se llegue a pagar por este servicio que se puede definir como un negocio de explotación de mujeres pobres para satisfacer el desero, o capricho, de los ricos.
Además, cuando un bebé es fruto de una compra-venta, y por el que además se ha pagado una elevada suma de dinero, parece que se pudiese exigir que el bebé objeto del contrato tenga una garantía de calidad o que se pueda devolver si uno no queda satisfecho. De hecho, son numerosos los casos registrados ya en los que se ha “devuelto” el bebé o se ha exigido el aborto si venía con alguna complicación.
Desde el punto de vista de las madres gestantes, no podemos olvidar que la venta o alquiler del propio cuerpo implica, en última instancia, a la totalidad de la persona, y las secuelas psicológicas de la maternidad de alquiler son evidentes. En una época en la que cada día se constatan con mayor evidencia científica los lazos que se crean entre la madre y el hijo durante el embarazo, algunos pretenden, hacer creer a la sociedad que un vientre de alquiler es algo aséptico, sin consecuencias psicológicas ni para la madre ni para el hijo.
Por otro lado, durante el embarazo, el contacto entre la madre de alquiler y los padres que la han contratado se hace estrecho y todo son atenciones. Pero una vez que el procedimiento jurídico ha terminado y el contrato concluye, la pareja contratante desaparece y la madre de alquiler se convierte en un elemento innecesario, molesto y amortizado, en términos de mercado, y siente todo el peso de la explotación, de la separación del bebé, de la cosificación del embarazo y de los intereses creados de una transacción comercial que implicaba a personas completas y no a productos de compra-venta.
La adopción sería, por tanto, la vía legítima de ser padres por otros medios diferentes a la concepción y gestación.
Tampoco se nos pueden pasar por alto la multitud de situaciones imprevistas o conflictos que pueden aparecer, como la posibilidad de un embarazo de alto riesgo para la salud de la madre gestante, la respuesta de los padres contratantes ante posibles malformaciones del niño no nacido o que se echen atrás a mitad del embarazo, etc… Todo el proceso implica situaciones extrañas.
Pueden llegar a ser 6 adultos los que reclamen la paternidad de cada bebé nacido de un vientre de alquiler: la madre genética o biológica (donante de óvulos), la madre gestante (el vientre de alquiler), la mujer que ha encargado el bebé, el padre genético (el donante de esperma), el marido o pareja de la madre gestante ( que tiene la presunción de paternidad), y el hombre que ha encargado el bebé. Todo ello, aparte de ser fuente de más que probables conflictos jurídicos, impide al niño conocer su origen e identidad tal y como establecen los artículos 7 y 8[1] de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN).
En definitiva, en la maternidad subrogada, la mujer alquila su cuerpo y el niño es utilizado como producto comercial y objeto de transacciones comerciales. El objetivo de la maternidad subrogada no es el bien del niño sino el de satisfacer el capricho o deseo de unos adultos de ser padres a cualquier precio. La adopción sería, por tanto, la vía legítima de ser padres por otros medios diferentes a la concepción y gestación.
Por: Leonor Tamayo
Presidenta de Profesionales por la Ética – España
Coordinadora de Women of the World Global Platform