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“Desde que terminó con el enamorado Valentina llora todo el día, no quiere comer, cuando sale de la habitación está tan irritable que no dan ganas ni de hablarle… ¡No sé qué hacer con ella!”

 

Muchos padres tienen temor de que sus hijos, y más comúnmente las hijas mujeres, se depriman frente a un rompimiento amoroso, un conflicto de amistades, la propia decepción de una meta no alcanzada, etc. Y tienen razón de preocuparse, ya que el estado depresivo puede afectar hoy a uno de cada ocho personas y va en incremento. Este estado requiere en algunos casos de medicación o incluso atención hospitalaria, cuando la persona ha perdido el sentido de su vida.

Las causas son múltiples y las consecuencias pueden llevar incluso hasta la muerte. Por eso es muy importante conocer cuáles son los signos y síntomas que se presentan en los jóvenes, para evitar que los cuadros depresivos se agudicen.

Un joven desmotivado, una joven con ánimo bajo, un chico solitario… lo que requiere siempre es quien lo quiera, lo comprenda y lo ayude, y qué mejor si  son sus padres los que aprovechan una crisis emocional de los hijos para estrechar bien y mejor los lazos familiares. 

 

Alarmas que llaman la atención

Es cierto que los jóvenes necesitan su propio espacio, su intimidad; que quieren imponer sus reglas y sus tiempos. Se espera que al cursar la adolescencia tengan alteraciones en sus estados de ánimo, por lo que no hay que confundir un desánimo a un estado depresivo. Existe también la pena normal (tristeza) como respuesta a un factor desencadenante, sin que esto sea una patología, debe ser breve en duración y leve en intensidad. También el duelo es una reacción comprensible frente a la muerte de un ser muy querido e importante; si el duelo se prolonga 2 o 3 meses podría ser necesario una intervención profesional, dependiendo de las reacciones que se tengan.

Algunos de los siguientes síntomas deben estar presentes al menos durante dos semanas casi todos los días y la mayor parte del día; y su grado puede clasificarse  en depresión leve, moderada o grave.

 

  • Sentimientos de tristeza o melancolía la mayor parte del tiempo.
  • Irritabilidad frecuente con brotes repentinos de ira.
  • Mayor sensibilidad a la crítica y excesiva culpa.
  • Quejas de dolores de cabeza, de estómago u otros problemas corporales.
  • Es posible que tu hijo vaya mucho a la enfermería del colegio.
  • Retraimiento de personas como los padres o algunos amigos.
  • No disfrutar de las actividades que por lo general le gustan.
  • Sentirse cansado durante gran parte del día.
  • Dificultades en los hábitos de sueño (tanto en el exceso como en su disminución de tiempo).
  • Cambios en las hábitos alimenticios
  • Autoagresión física y emocional. Ideas de muerte o suicidio.
  • Dificultad en la concentración y mal rendimiento escolar.

 

Hay que considerar que todos los jóvenes están sometidos a presiones, tanto académicas como sociales, y que es posible que se irriten o tengan algunas de las características anteriores, pero el estado depresivo enlentece a la persona y su ánimo decae visiblemente.

Pueden existir factores de riesgo para entrar en un ciclo depresivo: antecedentes del estado de ánimo en la propia familia, baja autoestima y actitud crítica de sí mismo, situaciones detonantes que afecten gravemente la estabilidad emocional (muerte de familiar, divorcio, ruptura amorosa, rendimiento escolar), inhabilidades para socializar y formar parte de algún grupo de amigos, problemas familiares, enfermedad crónica, dificultades en los aprendizajes.

En muchas ocasiones, los problemas del ánimo están vinculados a problemáticas de tipo ansiedad, hiperactividad, bipolaridad o trastornos alimentarios.

Frente a la duda, es mejor consultar con el especialista para ayudar a tu hijo y para que adquiera aquellas herramientas necesarias para enfrentar las dificultades que la vida trae consigo.

 

Red de apoyo emocional

Es fundamental en la recuperación de los adolescentes establecer una red de apoyo emocional (familia  y amigos), que la persona vuelva a encontrar una esperanza o ilusión que lo lleve a dinamizarse, a comprender que a pesar de las peores circunstancias, cada uno es quien decide cómo reaccionar o cómo interpretar los hechos.

Evidentemente, hay casos en que hay un desbalance químico que requiere medicación, pero ante los primeros brotes de desánimo por algún motivo evidente ayuda a tu hijo a expresar sus emociones, trata de hacerle ver que no está solo frente a la problemática, que cuenta con sus padres para avanzar en el camino complejo de la adolescencia y de las emociones. Es conveniente validar sus emociones, pero animarlo a que las afronte y controle. Considerar que algunas veces los adolescentes necesitan silencio y tiempo a solas para reflexionar y que no es necesario inundarlos de preguntas, hay que ser prudentes, cada uno sabe cómo llegar al corazón de tu hijo.

Para las chicas, que son más sensibles, más emotivas, aclarar que no todo es “depresión”, que puede sentir tristeza o confusión, que tampoco se dejen abatir por el aburrimiento o por la pereza y que es necesario que cada uno ponga ánimo, entereza y fortaleza para superar dolores y pérdidas.

 

Por: Mag. Psc. Clí. Mónica Morla de Salvador
monica_morla@yahoo.es

 

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