Compartir:
Algunas veces, postergar no es tan malo. Solo hay que establecer prioridades para saber hacer primero aquello que es lo más importante.

Vivimos en un mundo lleno de urgencias, en el que cada día tenemos decenas de tareas que realizar. En una semana pueden ser cientos de ellas, y si seguimos así, nos damos cuenta de que nos falta el tiempo para poder atender todas las «urgencias» que se presentan en nuestra vida cotidiana.

Todo es importante

Lavar la ropa, secarla, plancharla, doblarla, acomodarla y llevar la sucia al cesto; fregar los trastes, arreglar la silla descompuesta, limpiar la sala, bañar al perro, llevar a la tintorería los trajes y las chaquetas, comprar el regalo de bodas para tu prima, escribirle ese postergado correo electrónico a tu madre, enseñarle a tu hijo a andar en bicicleta, visitar a tu vecina enferma, tramitar tu pasaporte para las próximas vacaciones, poner el árbol de Navidad con tu familia, asistir al recital de danza de tu hija, hacer ejercicio, reunirte con las amigas de la secundaria (o bachillerato), entrevistarte con la maestra de tu hijo, acudir con el médico…

De solo pensarlo es agotador. Pero lo que debes entender es que bajo las leyes de la física que rigen este mundo, es imposible hacerlo todo en un solo día, aun en una semana. Simple y sencillamente, tienes que entender que solo habrá un pequeño puñado de cosas que puedas hacer hoy, y nada más, y ello no debe hacerte sentir culpable, porque tú no eres la causante de que tengas muchas responsabilidades e intereses.

Verifica tus prioridades

Una vez que sepas que no puedes hacer más que unas cuantas cosas en un día, lo más sensato es elegir lo que harás ya, lo que no puedes dejar de hacer y qué cosas pueden esperar. Utiliza los siguientes criterios para ayudarte a decidir con prudencia cómo atender y cumplir tus metas y deberes:

Los hábitos

La disciplina personal no se puede aplazar. Aunque puede haber contingencias especiales que te impidan ponerlas en práctica un día o dos, nunca debes interrumpirlas voluntariamente. El aseo diario, la práctica de una disciplina artística o deportiva, la devoción (culto a lo sagrado), la lectura y el régimen alimenticio entran en este rubro, porque los hábitos forjan nuestro carácter, y nuestro carácter nos ofrece un futuro alentador y próspero.

Lo urgente que no se puede aplazar

Si no atender alguna situación resultará en una desgracia, entonces debes ocuparte de ella ya. La procrastinación es la gran devoradora de las grandes oportunidades de la vida. Pero no solo hablo de correr al hospital cuando tu hijo tiene fiebre a media noche o ir a comprar los libros escolares que tu pequeño dejó en la mochila extraviada en un viaje o un robo. También hablo de cosas que si no haces ahora quizás no las podrás hacer nunca más: enseñarle a tu hijo a andar en bicicleta, consolar a tu hija por su desilusión amorosa, poner el árbol de Navidad con tu familia, visitar a tu vecina enferma, escribirle a tu madre… No siempre es fácil decidirlo, pero para que puedas hacerlo, hazte esta pregunta: «¿Es completamente seguro que mañana siga disponible esa tarea?». Te sorprenderás de la respuesta.

Lo que sí se puede aplazar

Sé que dirás que si no lavas la ropa no tendrás qué vestir mañana. Si ese es verdaderamente el caso, entonces debes lavar la ropa ya (o sea, esta tarea se pasa momentáneamente al rubro número 2). Pero si aún hay ropa en el clóset, lavar la ropa puede esperar un día más. Lo que dirán de ti si repites una prenda no se compara con lo que concluirá tu hija si no asistes a su recital: que no la quieres y que la ropa es para ti más importante que sus talentos, sus logros y su realización. Creo que ya sabes qué tareas entran aquí: las que siempre te estarán esperando.

Aquello que es mejor no hacer

O al menos dejar en pausa durante un buen tiempo. No es tan malo tener «películas enlatadas», «archivos muertos» o proyectos suspendidos. Primero, haz los arreglos y los ajustes en tu vida que sean necesarios para poder pasar tus proyectos al rango número uno de tus prioridades, donde están los hábitos, y entonces conságrate a tus proyectos. Mientras tanto, puedes tenerlos en tu cajón de intenciones hasta que estés en posición de empezarlos. No dejes que te atormente el no poder concretarlos de inmediato.

Cada día tiene solo veinticuatro horas: de ellas, ocho debes dedicarlas a descansar y a restablecer tu mente y tu cuerpo, mediante el sueño; otras ocho las debes emplear en actuar para el hoy (trabajar, alimentarte); y las ocho restantes deben servirte para echar los cimientos del futuro, tuyo y de tu familia. Esas son las tres prioridades fundamentales de cada día

 

Vía Familias.com

Compartir: