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A propósito de la obra Romeo + Julieta, que se estrenó en las salas del Teatro Sánchez Aguilar el 21 de julio, la escritora Denise Nader comparte la experiencia de trabajo que tuvo en la adaptación de esta obra teatral. La entrevista fue realizada por Gilda Orellana y Álvaro González para la revista digital www.alvarete.com.

 Cuando pautamos esta entrevista mencionaste que la adaptación de Romeo y Julieta era el trabajo más complejo al que te habías enfrentado, ¿se debe a la obra en sí o al hecho de adaptarla a un público específico?

Son muchas cosas. Es una obra que ya se ha agotado, más aún en Latinoamérica; hasta los años 90 todas las telenovelas hablaban de lo mismo: un amor imposible. La pregunta para mí era cómo contarlo, si me decidía por una nueva línea o si me mantenía en lo clásico. En el tema de la traducción y el lenguaje, no puedes darle al espectador dos horas de español antiguo traducido del inglés antiguo porque podría volverse aburrido. Shakespeare no te dice necesariamente dónde ni en qué contexto están sucediendo las cosas, ni tampoco da indicaciones de las acciones de los personajes. Tienes que decidir qué es importante para construir el soneto, qué es importante para definir al personaje y qué es importante para montar la escena. Tienes que poner la atención en varios frentes y editarle a un texto de ciento cuarenta páginas al menos sesenta páginas de diálogo.

Toda adaptación conlleva un riesgo y en el caso de Shakespeare este sería incluso perder ese elemento universal de la obra. ¿Cómo encuentras un proceso de trabajo que evite caer en lenguajes típicos pero que resguarde lo clásico?

Romeo y Julieta habla de una serie de desencuentros, del temor a transgredir la norma, que describe una forma particular de ver la vida y de ese olvido al que sometemos los seres humanos ciertos asuntos.

Leí la obra en varias de las traducciones que se han hecho y empecé por el original, buscando en la estructura de ese texto primario cuestiones que me ayudasen a entender dónde reside justamente esa universalidad de la que hablamos. Más allá de este amor imposible el asunto era por qué era imposible. Lo más potente ahí fue ver cómo el amor puede ser tan idealizado que es más importante que tú mismo y se convierte en lo más maravilloso y lo más terrible que te puedes hacer a ti y hacerle a otro. Romeo y Julieta habla de una serie de desencuentros, del temor a transgredir la norma, que describe una forma particular de ver la vida y de ese olvido al que sometemos los seres humanos ciertos asuntos.

Una vez que encuentras ese asunto que va más allá de la estructura básica de la obra, de las alegorías y los temas de los que habla, ¿qué sigue? ¿Cómo acabas dando con la obra que tú quieres poner en escena?

En el caso de Romeo y Julieta la imagen es un círculo, la idea de algo eterno que regresa a su punto de origen pero fragmentado, como espacios que tienden al desencuentro. Shakespeare, por ejemplo, tiene personajes que están ahí solo para pasar un mensaje, y entonces me tengo que preguntar qué hace esta persona aquí: ¿tiene una función narrativa, o es solo una cuestión escénica? Con el primer borrador del diálogo se hace una primera lectura con los actores para ver si el texto funciona y observamos a partir de sus interpretaciones si es posible suprimir alguna frase del texto original y que gracias a la cultura visual a la que estamos expuestos pueden ser interpretadas, y eso fue lo que hizo el coreógrafo español Chevi Muraday. El resultado es un tejido hilvanado entre todos: vestuario, sonido, actores, director y guionista.

¿Qué demanda emocional te conlleva como guionista adaptar una obra como Romeo y Julieta y enfrentarte a tantos textos buscando una voz propia para esta versión?

Tienes que abrirte, tienes que colocarte en un lugar frágil, pero a la vez conseguir no quedarte absolutamente hundida. 

Es devastador. Como escritora yo no tengo la formación de una red de seguridad, y los textos me acaban afectando, no necesariamente de buena manera. Tienes que abrirte, tienes que colocarte en un lugar frágil, pero a la vez conseguir no quedarte absolutamente hundida. Con Romeo tuve que ir más allá del amor adolescente y analizar a través de las de la obra el tema de la luz y la oscuridad, lo que representa cada personaje y cómo esa relación entre ellos es al final de cuentas un intento de que estas cosas eternas, inmensas, que nos sobrepasan, se encuentren, y eso te toca profundamente.

¿Cómo tomas distancia de la posible carga ideológica en la que pueda caer la obra, pero a la vez continuar generando con tu propuesta ciertas cuestiones reflexivas en el público?

La ideología es confort, es un compendio de reglas que en el teatro no te van a ayudar. Si eres frágil y te abres a la posibilidad de otro lenguaje dentro de la obra, si encuentras otro tipo de planteamiento que pueda generar entendimientos entre el espectador y personajes que teóricamente son sus opuestos, entonces pasa todo lo contrario: se abre la posibilidad de que el público baje la guardia y viva la experiencia a profundidad, a plenitud, y la haga suya, pues esa es la finalidad del teatro.

 

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