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¿Cómo construir un amor que no se derrumbe con el tiempo? Estas 3 piezas son la clave… cómo amar.

Hay una historia que escuché sobre el amor, me gustó mucho y considero que tiene una enseñanza bellísima. Es el diálogo entre dos amigos. Era una noche estrellada, fresca y se encontraban frente a la fogata.

Cenando, uno le pregunta al otro «¿Y por qué estás comiendo pescado?». El otro responde: «Porque amo el pescado». Y su amigo le dijo: «Ah, claro, amas el pescado… por eso lo sacaste del agua, lo mataste y lo cocinaste. No me vengas con que amas al pez, te amas a ti mismo. Y como el pescado te sabe rico, lo sacaste del agua, lo mataste y lo cocinaste».

Mucho de lo que conocemos como amor es realmente amor de pescado. Esto pasa cuando la otra persona no es amada, sino convertida en un medio para mi satisfacción. Eso no es amor, es uso. No es caridad, es egoísmo.

Solamente cuando nos hemos dado a la otra persona podemos decir que le amamos. El amor está condicionado por la entrega de quienes somos, por la inversión de nuestra persona a la otra. No hay amor sin donación.

 

 

Construye un amor que perdure en el tiempo

Cuando se ama hay motivos hermosos por los cuales terminamos dando. Veamos tres razones y sus deseos para la persona amada.

Un primer consejo que nos enseña cómo amar

Cuando amamos deseamos que la otra persona esté bien y eso nos mueve a cuidarla. No me refiero solamente a cuando esté enferma, sino a la atención constante.

Erich Fromm en su libro «El arte de amar» habla de tres elementos que no deben faltar cuando se quiere amar: conocer, cuidar y respetar. En ese orden. Lo que significa que para poder dar un buen cuidado hay que conocer.

¿Cómo sabré qué necesita mi hermano, mi hermana, mi novia, mi esposo, mis padres o mis amigos si no paso tiempo escuchándoles, acompañándoles? Esos son los primeros cuidados: la escucha y la compañía.

Otros iguales de sencillos, pero muy significativos, son: una sonrisa, unos «buenos días», un mensaje, un detalle, un «¿cómo estás?» sincero, un abrazo, un «te quiero», etc.

Cuidar, dar atención, eso es amar.

Segundo, recordar: el amor es respeto

El deseo detrás de esta razón es que la persona sea plena; y es plena cuando es auténtica. Es desear que cumpla sus sueños y se realice como individuo íntegro. Sin máscaras, sin ataduras que le impidan construir su identidad y desarrollar su vocación específica.

¿Cuántas veces hemos impedido que los demás sean ellos mismos porque nos asusta la diversidad o porque queremos que todo sea como yo quiero?

Al practicar el amor se puede caer erróneamente en actitudes controladoras, que le impiden a la otra persona ejercer su cualidad de individuo. Las actitudes de confianza y respeto nos libran del control y reconocen la libertad ajena, por la que cada quien construye su vida de formas distintas.

Entendido así el respeto, podemos complementar el punto anterior. Hay cuidados y atenciones que atrofian a los demás. Esto pasa, por ejemplo, con las niñas y niños que son sobreprotegidos y después tienen problemas para decidir, relacionarse o desprenderse de su figura parental.

Cuidemos hasta dónde resulte saludable para la otra persona, demos confianza para que sea libre, eso es amar.

Finalmente… ¡No se trata de mí!

Quien ama busca que la otra persona se sienta de esa forma. No se trata de mis ganancias, sino de mis entregas. ¿Qué necesita la otra persona? ¿Qué le puedo dar? ¿Cómo le puedo hacer para que se sienta amada?

A esta última pregunta, Gary Chapman hace una propuesta interesante en su libro «Los 5 lenguajes del amor» No te quiero hacer spoiler, pero habla sobre cómo cada persona percibe el amor de diferente manera. Él menciona cinco: toque físico, palabras amables, regalos, actos de servicio y tiempo de calidad.

Todos tenemos varios lenguajes de amor, pero hay unos con los que nos identificamos más.

Por ejemplo, mi preferido es tiempo de calidad. Yo me siento muy amado cuando pasan tiempo a mi lado, compartiendo incluso actividades cotidianas; una charla, ir de compras, ir de caminata, que me escuchen o estar en silencio contemplando un paisaje. Sin embargo, hay personas que valoran mucho más una caricia, un regalo o un favor.

Si queremos asegurarnos de hacer sentir amada a la otra persona, cuidémosla y respetémosla, pero en su lenguaje de amor. Tal vez tengo unas ganas enormes de dar un abrazo, pero quizá le vale más que la escuches o le digas unas palabras de ánimo. Eso es dar pensando en el otro, no buscando saciarme, sino buscando amarle.

 

 

¿Cómo amar, entonces? Una conclusión

No amemos como el joven de la historia ama el pescado. Amemos movidos por la compasión. Amemos queriendo que la otra persona esté bien, que sea feliz, plena y auténtica. Amemos como le gusta. Muchas veces se ha intentado describir al amor, pero siempre nos quedamos cortos. Lo más certero es repetir lo que dijo Juan:

«Queridos, amémonos unos a otros, pues el amor viene de Dios; todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor» (1 Juan 4,7-8).

Dios ama total, libre, fiel y fecundamente, porque quiere, porque nos quiere, de forma gratuita y con la intensidad de una cascada que se entrega por completo.

 

 

Escrito por: Joel Calderón, vía Catholic-Link.

 

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