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Entre tus propósitos de Año Nuevo, ¿qué lugar ocupa Cristo? 3 consejos para incluirlo en la lista.

Al inicio de cada nuevo año nos deseamos lo mejor. Pero el tiempo puede pasar sin que se produzca el cambio deseado o, al menos, sin que se produzca al ritmo deseado.

Siempre que nos dirigimos a un destino, es importante saber de dónde partimos y dónde estamos en cada paso. Así es como percibimos lo lejos que estamos de nuestro objetivo. El uso de herramientas de geolocalización como el GPS nos da una idea clara de ello.

Para que se produzcan cambios no basta con tener buenas intenciones en general. Con demasiada frecuencia, cuando nos establecemos propósitos – especialmente en Año Nuevo -, nuestros objetivos no son específicos. No están claramente definidos.

Si identificamos claramente los aspectos de nuestra vida interior en los que queremos mejorar, entonces ya hemos dado un paso adelante.

Estos objetivos deben ir acompañados de medios también claramente definidos. Todo proyecto humano se lleva a cabo según un plan bien concreto. Entonces tendremos una serie de acciones que llevaré a cabo día a día.

 

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1. Ser constante en el esfuerzo: el peligro de la impaciencia

El hombre tiene esta tendencia a querer ver los frutos de sus esfuerzos inmediatamente. El hecho de que los resultados tarden en llegar es muy a menudo una fuente de desánimo.

Por esta razón, el Papa Francisco nos propone la imagen del agricultor:

«Pidamos, pues, a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. Santiago 5,7) para no dejar de hacer el bien, paso a paso» (Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2022).

Los sueños no se hacen realidad soñando, sino trabajando, es decir, poniendo los medios para hacerlos realidad. Por supuesto, todos estos cambios ocurrirán con la gracia de Dios. Por eso, nuestros objetivos deben transformarse también en intenciones de oración.

 

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2. Buscar los medios

Como decía uno de mis amigos: «Queremos el bien, pero no lo queremos bien». Es decir, queremos el bien, pero los medios para conseguirlo no nos atraen espontáneamente.

Estamos acostumbrados a decir que «quien quiere el fin quiere los medios». Además, quien quiere un bien busca los medios para conseguirlo. La búsqueda de estos medios expresa así su deseo de este bien.

Es muy fácil decir: «No puedo». Muy a menudo, cuando decimos eso, ni siquiera hemos empezado. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuántas veces lo he intentado? o ¿cuánto tiempo llevo luchando eso?

Entre los medios que buscamos están, con mucho, los sobrenaturales. La gracia actúa con más rapidez y eficacia que nuestros esfuerzos.

3. En lo nuevo aprende a pedir ayuda

También podemos contar con la ayuda de personas de buena voluntad que tienen experiencia y que pueden ayudarnos eficazmente.

En esto podemos contar con la ayuda de los sacerdotes, nuestros pastores que el Señor ha elegido para guiarnos por los caminos de nuestra santificación.

Gracias a Dios encontraremos siempre a gente que llevan tiempo recorriendo el camino que queremos emprender y pueden indicarnos donde pisar.

 

 

Fuente: Catholic-Link.

 

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