¿Qué nos dice un Padre del Desierto para orientar nuestra vida espiritual? leamos a san Macario acerca del juicio de los demás sobre nosotros.
La opinión de los demás, el famoso «qué dirá la gente», el juicio que hacen sobre nosotros, por desgracia suele desempeñar un papel importante en nuestras vidas. Pero, ¿cómo evitar depender de ellas?
También en este caso, los Padres del Desierto tienen algunos buenos consejos que compartir.
San Macario el Egipcio es uno de los monjes más famosos de la primera generación monástica. Vivió en el siglo IV en el desierto de Scété, al oeste del delta del Nilo. Se le atribuyen escritos espirituales que figuran entre las joyas de la literatura monástica.
He aquí una de sus respuestas a la pregunta tan frecuente: «¿Qué debo hacer para salvarme de ese juicio?»
«Ni su desprecio ni su alabanza»
Un día vino un hermano a Abba Macario el Egipcio y le dijo:
«Abba, dime una palabra para que me salve». El anciano le dijo: «Ve al cementerio y vitupera a los muertos». Así que el hermano fue allí y los injurió y les tiró piedras; luego volvió y se lo contó al anciano. Éste le dijo: «¿No te han dicho nada?». Respondió que no. El anciano le dijo: «Vuelve mañana y alábales». Así que el hermano fue y los alabó, diciendo: «¡Apóstoles, santos y justos!» Volvió al anciano y le dijo: «Los he elogiado». Y el anciano le dijo: «¿No te han respondido nada?». El hermano respondió que no. El anciano le dijo: «Sabes qué insultos les has dicho, sin que te respondan, y qué alabanzas, sin que te hablen; así que tú también, si quieres salvarte, hazte un muerto; y como los muertos, sin contar ni con el desprecio de los hombres, ni con sus alabanzas, podrás hacer tu salvación» (Macario, 23).
Consejos preventivos respecto al juicio de otros
«Hacerse el muerto» es la respuesta del santo anacoreta, que debe de haber adivinado en su interlocutor una grave inclinación al orgullo y que quiere apartarle de su excesiva dependencia del juicio de los demás, preguntándose a cada paso: «¿Piensa la gente bien de mí?»
Los escritores espirituales nos dicen a menudo, y es verdad: «No hay humildad sin humillación». Aprender a no reaccionar cuando los demás nos menosprecian o piensan poco en nosotros es ya un primer paso. No escuchar con complacencia los cumplidos sobre nosotros mismos es otro.
Pero no siempre estamos en este tipo de situaciones, y la tentación suele llegar de improviso, por lo que ya estamos cediendo a nuestra inclinación al mal antes de darnos cuenta de lo que nos está ocurriendo.
El consejo de Macario es de naturaleza preventiva: insultar a los muertos o colmarlos de elogios no tiene ningún efecto directo, pero tal vez pensemos en ellos cuando nos entreguemos a nuestro vicio favorito, imaginando que son perfectamente indiferentes a lo que se pueda decir de ellos.
No nos adelantemos
No hace falta ir al cementerio. Hay simulaciones que nos pueden ayudar, por ejemplo: nos encontramos con alguien a quien no le caemos muy bien. Imaginemos por un segundo que alude a una escena desagradable en la que hicimos el ridículo delante de todo el mundo: intentemos ver el lado positivo, riéndonos de nosotros mismos en lugar de poner mala cara.
Agradezcamos, de corazón, a la persona que lo dijo, tal vez sin verdadera malicia. Recordemos que es el Señor quien permite este tipo de incidentes para ayudarnos a avanzar, a desprendernos de nosotros mismos. Quizá no ocurra, ¡pero estaremos preparados para otras escaramuzas!
Puesto que el peligro llega de improviso y generalmente nos coge por sorpresa, adelantémonos a la tentación, preparemos nuestra defensa de antemano. En la mayoría de los casos, esto significará hacernos los muertos y no intervenir en caliente, como nos exhorta a hacer Macario.
Escrito por: Sophie Baron, vía Aleteia.
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