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En esta oportunidad compartimos un bellísimo cuento escrito por el Arq. Carlos Eduardo Castro, se titula: El niño, el pescador y el mar.

En sus vacaciones de escuela, Juanito, un inquieto niño de doce años visitó Ayangue, un hermoso pueblo de pescadores en la costa azul del Ecuador.

El lugar era ideal para encontrar paz y tranquilidad, pero no para un espíritu inquieto y aventurero como era el de nuestro pequeño amigo.

Una soleada tarde llamó su atención la faena de los pescadores, todos cargados con sus grandes redes llenas de peces, lista para ser seleccionados para la limpieza.

Su mirada se dirigió hacia un viejo, cansado y algo frágil pescador, era don Jacinto, sus redes estaban pesadas y el fuerte cargamento no le permitía bajarla a la orilla.

Juanito acudió en su ayuda, a lo que el anciano agradeció con una amplia sonrisa y en recompensa, le regaló un enorme pescado para que lo prepare en su casa.

Tarde a tarde comenzó a mirar las actividades de los pescadores: el manejo de equipos, la clasificación de los peces, la colocación en hielo, entre otras.

 

 

Don Jacinto observó el interés del niño y comenzó a ser su guía, era tanto e interés por aprender que decidió invitarlo a conocer el gran oficio de la pesca.

Comenzaron a darse largos diálogos, caminatas y sobre todo compartir el apasiónate dominio y manejo de la caña de pescar, la solidaridad del niño hacia el anciano era cada vez más frecuente, se había convertido en su fiel compañero de carga, descarga de bultos y peces.

Juanito era apasionado al escuchar las grandes aventuras en el mar que le contaba el anciano, invasiones y peleas con piratas, grandes monstruos que salían del fondo del mar, una combinación de las aventuras de Verne llevadas a un pueblo de pescadores.

Se rumoraba en el pueblo que don Jacinto estaba loco, las largas horas bajo el sol y el paso de los años habían afectado su mente, las fantasías tocaban su cabeza, eran los comentarios que llegaron a molestar al niño. Cada tarde de pesca aparecía y luego desaparecía, nadie sabía dónde él vivía, decían que era un vagabundo que se escondía en las montañas, otros, que era un fantasma que regresaba a la playa.

En una tarde, delincuentes intentaron robar la poca pesca que había logrado, lanzaron una enorme piedra que impactó sobre la cabeza de don Jacinto, hecho que molestó a los amigos pescadores, quienes salieron en su defensa junto con el niño.

El percance impidió que el pescador saliera a alta mar, por lo que Juanito decidió reemplazarlo en compañía de los demás pescadores de la playa.

Se encontraba muy bien preparado gracias a los sabios aprendizajes, logrando una gran captura junto a su equipo de amigos, se había producido la multiplicación de los peces.

Esta acción iluminó el rostro de don Jacinto, había encontrado un sucesor para su trabajo. Juanito regresó a su ciudad natal, cargado de aprendizajes y con la promesa de regresar a aquel mágico lugar.

Decidió criar lombrices y llevar un enorme botellón para que sirvan de anzuelo para la pesca, algo que no era del agrado de su mamá.

Cada año, sus planes de vacaciones apuntaron a la playa, iba creciendo y nuevas técnicas de pesca se incorporaban en su aprendizaje. El tiempo pasó y el viejo enfermó, se dificultaba su actividad en el mar.

Una tarde decidieron juntos salir a pescar, una fuerte tormenta los impactó junto al resto de los pescadores, cayendo Jacinto al mar. Una larga jornada demoró su encuentro, conversaron y acordaron que no debería volver a las faenas.

Jacinto fue conducido a su casa, donde se descubrió el gran secreto que este ocultaba, únicamente Juan conocía su misterio. Era un excéntrico millonario que decidió refugiarse en una playa lejana, su familia lo había olvidado y su desahogo era pescar, encontrando entre los pescadores y el niño, la familia y compañía que había perdido.

El niño, ahora joven, estaba por cumplir su mayoría de edad, retornó a la ciudad para terminar sus estudios, prometiendo que nuevamente iba a regresar. Su viejo amigo estaba muy enfermo y se encontraba solo.

Las semanas pasaron y Juan regresó a la playa, no encontró a Jacinto y acudió a su mansión, ubicada en lo alto de un acantilado.

Un viejo empleado le entregó el legado de Jacinto, había partido, entregó un gran libro resumen con los aprendizajes dados sobre la plata y la pesca. Sus riquezas fueron repartidas entre los pescadores y la enorme flota de barcos pesqueros pasó a ser propiedad de Juan, continuando el legado del viejo pescador.

«En la vida pesqué tu atención, busca a otro donde puedas pescar y continuar las enseñanzas», concluyó el libro y esta historia.

 

 

Escrito por: Carlos Eduardo Castro Molestina, Arquitecto.

 

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