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Creemos que hoy nadie duda de la importancia que se le concede a la familia social y emocionalmente, pero esta sigue siendo el espacio afectivo por excelencia.

Actualmente, en tiempos de crisis, la familia es aún más valorada porque no sólo es lugar de afectos sino que ejerce un papel de apoyo estructural y económico. Es más, en las estadísticas sobresale con una valoración elevada. Por tanto, hemos de analizar esta situación: ¿Constituye hoy la familia un valor moral tanto en la dimensión personal como en la dimensión social? ¿La familia educa?

Analizando sus debilidades y  fortalezas

Debilidades

Autoridad y responsabilidad

Una de las mayores debilidades de los últimos tiempos ha sido la desautorización de los padres ante la autoridad. Hanna Arendt, entre otras teóricas, ha alertado sobre la necesidad de reconocimiento que tiene todo ser humano de medirse y hasta de ensoñación con Alguien que le anime y aliente en el proyecto de vivir. Sin modelo de conducta, el camino de la vida se hace más árido.

Pero, hay que reconocer que el rechazo de la autoridad de los alumnos proviene de la dejación de la responsabilidad por parte de los padres. Muchos padres en un afán de condescendencia y permisividad prefieren ir de “colegas” antes que de “adultos”. No se puede abrir una brecha tan grande entre la exigencia de derechos y el desinterés por los deberes.

Los padres son los primeros educadores y han de afrontar estos problemas. Mucho más cuando los padres en ese afán de “colegismo” desautorizan permanentemente a los profesores. Con ello se deforman las verdaderas relaciones que promueven la convivencia generacional y se deforma incluso hasta la comprensión de la realidad y del lenguaje.

Las prisas o el estrés

Algunos autores han advertido acerca de “la mala conciencia” de muchas familias a la hora de la convivencia; la primacía del interés económico ha llevado la escasez de vida familiar. Falta diálogo, celebración, fiesta en común. Edgar Morin en su obra Los sietes saberes necesarios para la educación del futuro, dice: “El siglo XXI debe abandonar la visión unilateral que define al ser humano por la racionalidad (homo sapiens), la técnica (homo faber), las actividades utilitarias (homo economicus), obligatorias (homo prosaicus). La misión espiritual es la educación del futuro”.

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Individualismo y soledad

Cuando no hay compromiso crece el individualismo y en una sociedad individualista las relaciones estables y los valores morales se vuelven frágiles. Hoy da la impresión que muchos jóvenes no saben en qué consiste el bien. Existe un vacío ético como uno de los claros elementos de la sociedad actual.

Fortalezas

El esfuerzo

Hoy tenemos la juventud mejor preparada y, en muchos casos, la más despierta de todas las épocas, que sabe lo que quiere y cómo alcanzarlo, aunque no siempre tenga los medios. La familia es el espacio en el que desarrollar los valores intelectuales junto a los morales.

El amor como formación

“El hogar proporciona al niño la experiencia del afecto y de pertenecer a una pequeña comunidad en la que se siente importante. Le permite, además, relacionarse con personas de ambos sexos y de diferentes edades, y tomar contacto con múltiples aspectos de la vida de los adultos. De este modo, el hogar resulta útil como correctivo de la simplificación artificial que se da en la escuela” (Bertrand Russell).

El espíritu de familia o el trabajo en equipo

El espíritu de familia o trabajo en equipo requiere, entre otras virtudes, la de una verdadera educación. Sólo aquél o aquella que esté verdaderamente abierto a los demás, que no se queda encerrado en sí mismo, en sus gustos o disgustos, que sea capaz de tener sueños grandes y entusiasmo para llevarlos a cabo, sólo este podrá crear este espíritu de familia y, por ello, es necesario vivir los valores que se expresan de muchos modos.

Por Juana Sánchez-Gey Venegas
Universidad Autónoma de Madrid.

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