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¿Equidad o privilegio? Después de terminado el mes del «orgullo», es importante analizar las tendencias y enseñanzas que esto nos deja.

Ha terminado el mes del “orgullo”, mes en el que las grandes multinacionales cambian sus logotipos por versiones que incorporan los colores del arcoíris, actualmente identificados con el movimiento homo y transexual. Lo hacen tanto en sus sitios web como cuentas de redes sociales en occidente, sudeste asiático, Australia y partes de África, pero jamás en Rusia, medio oriente o Asia oriental. Sedes de embajadas, como la de EEUU, despliegan la bandera multicolor en Roma, pero nunca en Doha o Teherán.

Es tan grande la presión sobre las industrias que la mayoría dobla la rodilla ante este movimiento, independientemente de si no logran retorno efectivo, más mercado o mayor margen. No hay una lógica de negocio, no hay correlación con la calidad o competitividad de sus productos ni tampoco -en muchas ocasiones- coherencia con los valores que predican a sus empleados y clientes.

Aunque esos grupos no representen a más del 1% del universo de clientes potenciales, las empresas sienten la necesidad de alinearse públicamente con ellos. No se les ocurre cambiar el logo ni vestir sus edificios todo un mes con colores o símbolos que representen a una raza, sexo o grupo etario en particular, a pesar de que seguramente cualquiera de esos grupos sume dos dígitos porcentuales en el público objetivo de la compañía.

 

 

¿Verdadera equidad o un privilegio?

He sido testigo de políticas corporativas que apelan a la inclusión y la diversidad en sus prácticas de reclutamiento y promoción interna, con lemas que apelan al valor de la diversidad en sus procesos. Y aunque no discuto que pensamientos diversos puedan ser catalizadores de creatividad e innovación, todavía alguien necesita convencerme con cifras sobre cómo las preferencias sexuales individuales aportan a esos procesos.

Por años, homosexuales y transexuales han exigido cupos en universidades y plazas de trabajo garantizadas por pertenecer a dichos grupos, como si el mérito académico o el perfil de educación y experiencia pudiesen ser obviados en favor de los gustos en la intimidad. Más de una vez hemos visto proyectos de ley y pedidos al Estado que incluyen estas aspiraciones.

Es importante separar casos de marginación en que un candidato es rechazado por su orientación o auto identificación sexual; para ello deben existir leyes y políticas que prevengan y sancionen. Pero reservar cupos específicamente por esos criterios no es equidad sino privilegio.

Las grandes corporaciones mantienen campañas permanentes que no sólo protegen sino que promueven el estilo de vida de esos funcionarios, ignorando por completo los valores y principios de la mayoría de los colaboradores.

 

 

Acciones en otros países

Desde 2021 Argentina ofrece bonos en efectivo, vivienda y otros beneficios a la población homo y transexual, sólo basta llenar un formulario declarando su preferencia. Varias empresas en EEUU han sido demandadas por empleados que, por su elección personal, no pueden concebir naturalmente con sus parejas del mismo sexo (lo llaman “infertilidad social”) y se han sentido perjudicados cuando la compañía de seguros les ha negado cobertura de procedimientos como vientre de alquiler o inseminación artificial.

Marcas han llegado al extremo de vulnerar su relación con clientes cautivos como mujeres o familias, al contaminar ofensivamente su oferta con contenidos inapropiados para su público o simplemente desconectados de la realidad. Como ejemplo pueden leer aquí lo que escribí sobre Disney en esta columna o ver la publicidad de P&G para sus toallas sanitarias unisex Always.

Ya es tiempo de parar esta fantasía colectiva y regresar la sensatez y el sentido común.

 

FAMILIA 4

 

Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam
 Spotify: Medio a Medias.

 

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