¿Por qué el esoterismo y las teorías de la conspiración están ganando terreno?
Desde hace un tiempo, abundan en los medios de comunicación los análisis que vinculan el auge de creencias esotéricas (esoterismo) y teorías de la conspiración a las ideologías de extrema derecha. Se trata de una realidad comprobable en múltiples ejemplos que van desde el negacionismo científico en torno al COVID-19 hasta las elucubraciones de Qanon, pasando por las ideas que sustentan el eurasianismo y la guerra de Ucrania.
Pero dichos análisis, muchas veces, no pasan de ser un acercamiento superficial a una realidad compleja. ¿Hay una relación causa-efecto entre esoterismo y extrema derecha? Y si la hay, ¿en qué dirección? También cabe preguntarse si no se da este fenómeno, en alguna medida, en otras corrientes ideológicas.
Un tema interesante que ha planteado el pasado mes de septiembre Wouter Hanegraaff en una conferencia titulada «Esoterismo y democracia: una relación tensa», que pronunció en la Agencia Federal para la Educación Cívica de Alemania. Hanegraaff es profesor de Historia de la Filosofía Hermética en la Universidad de Ámsterdam, y fue el primer presidente de la Sociedad para el Estudio del Esoterismo Occidental (ESSWE).
¿Qué es el esoterismo?
El experto señala, en primer lugar, la complejidad del tema y la imposibilidad de aportar una definición concreta de esoterismo, un concepto que abarca «una gran colección de tradiciones históricas y prácticas, ideas, organizaciones o movimientos sociales contemporáneos, muchos de los cuales con nombres no muy conocidos».
En realidad, según Hanegraaff, no existe una realidad llamada «esoterismo» como tal, «sino gente (individuos o colectivos) que hace ciertas cosas y dice ciertas cosas», convencida en conciencia de que son importantes y verdaderas. Por eso llama a estudiar con rigor los contenidos de dichas convicciones, en lugar de etiquetarlos y juzgarlos sin haberlos entendido.
Esoterismo como «conocimiento rechazado»
¿Qué tiene en común todo lo que cae bajo el paraguas de «esoterismo», si son ideas y prácticas tan diversas? La teoría de este experto holandés es clara y directa –y polémica–: es «una gama de cosmovisiones, tradiciones intelectuales o prácticas espirituales que se percibían y promovían como incompatibles con los valores y presupuestos fundamentales de la civilización occidental».
Por eso se refiere al esoterismo como «una caja llena de conocimiento rechazado». Porque, según él, la cultura occidental se ha construido sobre las bases de dos paradigmas fundamentales: uno, el del monoteísmo (judaísmo, cristianismo e islam); el otro, el de la racionalidad científica.
Y así, «nuestra percepción de ‘esoterismo’ es el resultado de un largo proceso de exclusión polémica en el que ‘nosotros’ hemos definido y defendido ‘nuestra’ identidad ‘occidental’ frente a todo lo que ‘nosotros’ rechazamos como incompatible con lo que somos o aspiramos a ser».
La cosa comenzó en la izquierda
Hanegraaff subraya que «histórica y sociológicamente, muchos fenómenos que caen bajo el paraguas del ‘esoterismo’ apenas tienen que ver con cuestiones políticas». Sin embargo, es curioso que cuando se empezó a dar esa relación en el siglo XVIII, no sucedió en ambientes precisamente de derecha o extrema derecha.
Haciendo un repaso de aquella época, el académico explica que los movimientos en la órbita del esoterismo «se han alineado con agendas de izquierdas, socialistas o progresistas». Y lo detalla: «Existe una historia de fuertes conexiones entre el esoterismo y el socialismo en el siglo XIX, y muchas formas de esoterismo durante ese período estuvieron involucradas en causas progresistas».
Esto continuó en el siglo XX, y de esta forma «gran parte del esoterismo popular que floreció en la Contracultura desde los años 60 se inclinó decididamente hacia la izquierda» en asuntos como los derechos civiles, el pacifismo, la liberación sexual y el antiimperialismo.
Hoy, el rechazo de la democracia
Sin embargo, en el siglo XXI «vemos una serie de tendencias esotéricas específicas que sin duda son problemáticas porque rechazan los valores básicos de la democracia liberal». Como el esoterismo es el conocimiento rechazado, según la teoría de Hanegraaff, constituye un interesante recurso al que acudir para plantear posturas contra el sistema.
Con el avance de la secularización en el mundo contemporáneo, «aquellos que sintieron que el ‘desencanto’ estaba vaciando el mundo de significado espiritual encontraron fácil percibir el esoterismo como una reserva atractiva de ideas y tradiciones no modernas o antimodernas».
De esta manera han surgido «nuevas formas de esoterismo ‘de derechas’, más o menos conservador o reaccionario, algunas de las cuales son explícitas en el rechazo de los fundamentos mismos del liberalismo y la democracia».
¿Causa o síntoma?
Wouter Hanegraaff tiene claro que «estas tendencias cada vez más visibles y populares del esoterismo de derechas no deben verse como factores causales que ayuden a explicar el auge del populismo de extrema derecha en las últimas dos décadas. Más bien son síntomas de la crisis general de la democracia liberal que estamos viviendo actualmente».
Ciertamente, la globalización neoliberal ha surgido del sistema democrático, pero en el fondo es incompatible con él, ya que «socava los principios mismos de ‘libertad e igualdad’ que se suponían en el liberalismo». No podemos obviar, como recuerda el experto holandés, «una crisis cada vez más profunda de la democracia».
De esta forma, a nivel popular se culpa a la democracia de los problemas que, en realidad, resultan del neoliberalismo, y «ciertas corrientes esotéricas específicas han venido respondiendo a esta situación o se han beneficiado de ella, presentándose como alternativas» y, en ocasiones, situándose en «la derecha o la extrema derecha».
Tradicionalismo
La primera de las variantes esotéricas más destacadas a este respecto es «la llamada corriente tradicionalista, definida por su virulenta oposición a la ‘modernidad’ en todas sus formas».
Su origen está en el francés René Guénon, pero «sus manifestaciones antidemocráticas contemporáneas de extrema derecha se inspiran más específicamente en el tradicionalista italiano Julius Evola», un autor «perfectamente explícito en sus opiniones racistas y antisemitas».
En estos ambientes se mueven también la Nueva Derecha del francés Alain de Benoist y el eurasianismo de Alexander Dugin, además de la Ariosofía, una corriente que mezcla lo teosófico con el racismo nazi.
Neopaganismo
En segundo lugar, Hanegraaff señala al neopaganismo como un ámbito en el que hay «bastante interés en las ideas conservadoras-tradicionalistas que se inclinan hacia la derecha o la extrema derecha».
Sin embargo, no deja de haber controversia interna, ya que, entre los adeptos del neopaganismo, «muchos son liberales, de tendencia izquierdista y profundamente preocupados por temas tan progresistas como la emancipación de la mujer y la protección del medio ambiente».
Junto a ellos están los que «ponen un fuerte énfasis en las deidades paganas nórdicas y germánicas o en los valores guerreros ‘masculinos’», junto con la crítica –al estilo de Nietzsche– a los valores judeocristianos, supuestos responsables de la desacralización del mundo y la sociedad de consumo neoliberal.
Teorías de la conspiración
Por último, están las tan difundidas teorías de la conspiración, que forman «una dimensión muy importante del esoterismo moderno y contemporáneo». Se hicieron muy populares ya en el siglo XIX, cuando abundaban las historias fantasiosas que hacían de los masones, illuminati, judíos, satanistas o jesuitas los protagonistas (y culpables) de todo lo malo que pasaba.
Las teorías de la conspiración actuales, según Wouter Hanegraaff, «siguen el ejemplo de los notorios Protocolos de los Sabios de Sión», un famoso panfleto antisemita, «al sugerir que las élites neoliberales que buscan controlar el mundo están dominadas por una siniestra conspiración de judíos ricos».
«Es extremadamente inquietante ver cómo todas esas historias refutadas desde hace tiempo siguen siendo revividas y difundidas online, y siguen encontrando nuevos conversos, en el contexto más amplio de una cultura de ‘postverdad’ que borra cualquier distinción entre ficción y realidad», afirma el profesor.
Escrito por: Luis Santamaría, vía Aleteia.
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